Por Daniel Rojas Chía
Existen muchas películas en la historia del cine que son adaptaciones de un libro y esta es una de ellas. La chica salvaje es un libro que se publicó en agosto de 2018, y poco después, la actriz Reese Witherspoon lo seleccionó para su club de lectura y paulatinamente hizo de productora ejecutiva de la cinta ya que hasta ese momento, la escritora Delia Owens ya era parte de un fenómeno literario con más de tres millones de ejemplares vendidos sólo en los Estados Unidos y traducida en más de 40 idiomas.
El segundo largometraje de la directora estadounidense Olivia Newman presenta un thriller lleno de drama y romance, el cual ubica al espectador de inmediato en la pregunta base de toda la historia, luego de un crimen.
La película presenta a Kya (Daisy Edgar-Jones) una joven criada y abandonada cuando tenía seis años, cerca de un pequeño poblado de Carolina del Norte. Mientras veía a su familia desmoronarse, también experimentó como cada uno la abandonaba hasta dejarla sola a la merced del pantano. Gracias a esto, comenzó a valerse por sí misma sin esperar ayuda de nadie.
A causa del rechazo y los señalamientos de los habitantes del poblado cercano, Kya inició un viaje solitario hacia el conocimiento desde la observación de la naturaleza, intentando entender su esencia para luego captarlo en dibujos que nacieron de una destreza completamente empírica.
En ese pueblo de donde ella no hacía parte, durante años los rumores sobre ella la relacionan con cosas extrañas y la llamaron “la Chica Salvaje” perturbando la vida de la pequeña pero aprendiendo numerosas lecciones de la naturaleza, como la que toda la vida tiene que adaptarse para sobrevivir.
El la primera parte de la película su directora logra de manera hábil, la descripción del espacio en donde Kya se hizo una con entorno. La delicada y atenta atención a los detalles y la luz, de parte de la directora de fotografía; la inglesa Polly Morgan hace que el personaje principal se construya con una cierta pureza y nobleza, creando una fuerte afinidad con el espectador y desarrollando un recurso importante para la narrativa.
Cabe anotar que el pantano es prácticamente un personaje más en los acontecimientos y es casi extraño cuando no está presente, ya que todos los arcos narrativos importantes en la película se desarrollan allí y casi todo lo “malo” en la población. Eso ayuda a crear una idea en el espectador que alimenta el desenlace final y hace que tome un valor adicional los mensajes que se encuentran en la película.
Es allí cuando además del romance que en ocasiones se siente desmedido, la película encuentra su punto más alto cuando logra adoptar las ideas más categóricas del libro que vienen de la misma naturaleza a la cual todo ser humano pertenece. Es más, estas ideas perduran luego de dejar la sala de cine y puede que lleguen a tomar un mayor protagonismo que el mismo drama cuando se convierte en thriller.
Es interesante ver cómo de a poco estos mensajes van apareciendo entre los libros de Kya con frases contundentes que van delineando el desenlace, construyendo un alto nivel de emotividad que prepara la conclusión final. Vale la pena resaltar nuevamente la linda fotografía la cual alimenta constantemente la esencia de la película, impulsada por una buena dirección de parte de Olivia Newman logrando un buen equilibrio entre los géneros cinematográficos que aborda. Una película que refresca las salas de cine.
