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La lucha del pueblo Zenú y Embera Katio

En medio de la hambruna y la necesidad, los pueblos Zenú y Emberá Katio continúan la lucha por la Eps Manexca y el servicio de salud con enfoque diferencial.

La costumbre en la colectividad de vivir en precarias condiciones no son un obstáculo más para algunos nativos de la etnia Zenú y Emberá Katio. Es el día 36, uno igual a todos, un día para exigir, protestar y acampar por el servicio de salud, aquel que ha dejado 33 muertos en 4 meses; en los departamentos de Córdoba y Sucre, y cantidad de hombres, mujeres, niños y ancianos a un paso de la muerte.

Celedonio Padilla, capitán mayor del pueblo indígena Zenú de Córdoba y Sucre, se ha levantado desde hace 36 días en medio de la austeridad de la capital; frio, lluvia, contaminación y las demás adversidades que tienen que pasar un cúmulo de ciudadanos para que sean escuchados por la Superintendencia de Salud. Él, al igual que aproximadamente 50 integrantes, entre Zenúes y Emberá Katio, acampan en las instalaciones de la Supersalud, ubicada en la Avenida Ciudad de Cali con Calle 26, con el propósito de que su EPS-Indígena Manexca vuelva a su funcionamiento y 210.000 personas vuelvan a tener el servicio de salud.

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Celedonio quiso transmitir su mensaje de cuerpo y alma. Por eso, visitó los estudios de UNIMINUTO Radio. Aquí, le pidió al superintendente de Salud que responda los llamados del pueblo Zenú.

Padilla comienza su rutina a partir de las de las 5 de la mañana, saluda el sol, piensa en cómo va salir de tal problema y se quita la cobija. Al levantarse lo primero que ve es la cantidad carpas, colchones y amigos suyos que duermen con las escasas cobijas que les regalaron los vecinos del barrio Los Monjes. Con agradecimiento a la tierra levanta las manos y las vuelve alzar, inclinándose reverentemente a tal belleza que vio a Zenúes labrar sus frutos, recoger sus cosechas de yuca y ñame, tejer sus sombreros volteaos, elaborar sus artesanías milenarias, arrear sus ganados, sobrevivir en medio del sosiego de la Pachamama, la misma tierra que los vio embargar todo lo que obtuvieron para desplazarse a Bogotá, y no tener que ver más su comunidad en las menesterosas manos del infortunio, donde no se sabe quién enferma y quien muere por la ausencia de la Salud.

El problema remite al incumplimiento de la Supersalud de un fallo judicial emitido por el Tribunal Administrativo de Córdoba a favor de la EPS – I MANEXCA, la cual fue liquidada en el mes de mayo por irregularidades en el sistema y manejo indebido de recursos de la salud. La sentencia le exige a la Supersalud reestablecer el servicio de la EPS indígena. Desde entonces, 4 meses, centenares de familias indígenas al igual que Celedonio Padilla no tienen servicio de salud porque al ser liquidada Manexca, la Supersalud los reasignó a varias EPS (Empresas Prestadoras de Salud) en 18 municipios distanciados de los resguardos, parcialidades y ranchos donde se encuentran los afiliados. Es tal la penumbra que los enfermos tienen que viajar varias horas por agua y tierra hasta llegar al sitio en el que son atendidos.

En la Bogotá de la mañana, aquella en la que se escucha la barahúnda del trajín capitalino, Padilla espera el próximo paso para que el representante de la Supersalud, Norman Julio Muñoz, les cumpla las escasas reuniones que le ha asignado, y no ha asistido. Hoy deciden ser atendidos en cualquier circunstancia. Todos los líderes del pequeño campamento improvisado se reúnen y deciden bloquear una de las principales avenidas de la capital, la AV. Ciudad de Cali con 26, en cercanías al Aeropuerto Internacional El Dorado. Todos pasan la voz: “vamos a bloquear la vía para ser atendidos”.

Luego del pico y placa, aproximadamente 50 manifestantes entre hombres, mujeres y un menor de edad, se lanzan a la congestionada Av. Ciudad de Cali. Ocho en punto de la mañana, Padilla escucha los aturdidores pitidos de camiones, buses, taxis y carros que llaman al embotellamiento, ve las viperinas motos intentando pasar y serpentear la congestión, divisa el centenar de pueblo incontable e imperceptible que sale de los automotores para caminar y observar con el gesto fruncido al pueblo indígena. Cantidad de ademanes e improperios para “esos indios que pasaron la fiebre de oro y plata”, aquellos que fueron exterminados en cantidad y sobrevivieron en minoría para conservar su vida, la tradición y los grandes secretos de la Pachamama.

Los medios de comunicación distritales llegan al lugar de los hechos, graban y anuncian lo ocurrido, Celedonio Padilla toma un megáfono y grita en medio de la multitudinaria audiencia: “Qué queremos”, y su pueblo responde con fervoroso sentido: “vuelva Manexca, y qué buscamos. Que Norman Julio Muñoz nos atienda. La policía de tránsito llega y conduce el tráfico a vías alternas, hasta que la avenida sentido norte queda totalmente vacía. Celedonio y los demás líderes festejan con tal placer de la manifestación que da resultados.

Padilla enardecido no deja de recodar las particulares consecuencias que trajo consigo la liquidación de la empresa, la cantidad de personas nativas que quedaron sin empleo, ya que la empresa no solo prestaba el servicio, si no le ofrecía trabajo a la población e incluso a aquellos jóvenes universitarios que al terminar sus estudios iniciaban en la labor, en esas instalaciones o modernas malocas de diferentes sedes al alcance del pueblo. No solo enfermedades físicas se trataban allí, si no las del alma, la medicina tradicional y la occidental que, beneficiadas por un largo proceso histórico y desarrollo, daban solución a las dolencias del indígena, siempre en memoria de su diosa creadora y la más bella, aquella que con solo un seno empinó la jerarquía Zenú, Manexca.

A las 11:18 de la mañana, la Alcaldía local en compañía de la Personaría de Bogotá y los Gestores de Convivencia del distrito, intervienen en la manifestación; observan y dialogan con el propósito de desarticular el bloqueo de la vía. Un hombre moreno, alto y de contextura gruesa que dice ser parte del pueblo y trabajar para el distrito interviene en el dialogo y da entender a Celedonio y a su comunidad que la única solución es establecida por método judicial.

Hombres de uniforme negro, armadura, botas de cuero y escudos con un marcador que dice Policía, se forman en línea recta, dando a entender su amenazante presencia. Celedonio no le hizo falta una ojeada para entender el súbito fin del bloqueo, e introspectivamente pensó en la cantidad de instituciones a las que ha acudido; la ONU, la Procuraduría y el Episcopado, todo con el deseo de encontrarse el Papa en medio de sus manifestaciones, da fin a la protesta. Al terminar la protesta el pueblo indígena grita “GUARDIA, GUARDIA y se responden así mismos FUERZA, FUERZA”.

Finalmente, el pueblo efusivo nota la sentencia a una larga espera de días, con el anhelo de llegar al fin de esta oda interminable en la que el hombre blanco continúa siendo el culpable, y la solución parece ser la convocatoria de una minga nacional. Celedonio Padilla termina su día, de nuevo, en la carpa donde inició, ufano y seguro de que la salud no se mendiga porque es un derecho.

| Nota del editor *

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