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La máxima expresión de amor

Por: Nicoll Gabriela Beltrán Díaz

Darwin Gaitán: Es difícil enfocar el momento cuando se determina nuestra condición sexual, pues muy en el fondo siempre se sabe. Era el año 2005, tenía 16 años y estaba en undécimo cuando mis papás se dieron cuenta de manera inesperada que me gustaban los hombres, tenía planes de contarles para ese tiempo, pero todo se dio de forma muy diferente. Para mi nunca fue importante lo que pensaran los demás, solo quería tener la aceptación de mi familia y asumir el reto más grande que era aceptarme a mí mismo, y la única forma de lograrlo era afrontarlo y vivirlo.

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María Pilar Gutiérrez Gaona: Madre: Cuando mi hijo era pequeño veía el gusto que sentía por jugar con muñecas y peinarlas, poco se interesaba por los carros o cualquier juguete para niño que le regaláramos, fueron las primeras señales que nos generaban dudas respecto a su orientación sexual. En 2005 empezaron a llegarme comentarios de nuestros vecinos más cercanos acerca de que nunca lo habían visto con novia, y otros afirmaban que en las tardes veían a mi hijo entrando a la casa con un muchacho. Quise comprobarlo por mis propios medios, así que un día decidí quedarme en mi casa y esperar a que mis hijos salieran del colegio. Le pedí a mi hija menor que no llegara directamente a nuestra casa sino a la de la vecina y me esperara allí. Me escondí en un closet. De repente sentí que llegó Darwin y usó el teléfono que tenía una derivación. Aproveché y escuché desde el otro teléfono su conversación: era con un hombre y se trataban como una pareja: había quedado en verse esa tarde con él. Yo no tenía las fuerzas para salir y preguntarle si tenía una relación con ese muchacho. Esperé a que saliera de la casa y al rato salí yo: no pude evitar el llanto, mi corazón latía a mil y solo quería buscar con quien desahogarme.

Recogí a mi hija y nos fuimos a la panadería que teníamos en ese entonces; allí estaba una de mis hermanas trabajando, rompí en llanto a penas la vi, le conté lo sucedido y ella buscaba la manera de consolarme, aún me quedaban dudas, quería demostrarme una vez más que el hecho que mi hijo era gay era una realidad. Junto con mi hermana planeamos a los días ir a la panadería que tenía la familia del novio de mi hijo, donde solían encontrarse. Nos vestimos de manera que no nos reconocieran y nos fuimos. Efectivamente, allí estaban, las pocas dudas que me quedaban se aclararon del todo. No sabía cómo actuar ante la situación, sentí miedo, miedo a que lo rechazaran, miedo a que lo lastimaran, miedo a que me culparan por la situación, cosa que pasó, pues familiares por parte de su padre no lo aceptaban y nos reclamaron por mucho tiempo. Hablé con Darwin y finalmente lo confesó, pedía que no lo rechazáramos: él estaba bastante seguro de su posición y de sus gustos. Me tomó aproximadamente 6 meses o más asimilarlo, fue un proceso doloroso y confuso en un principio, pero poco a poco fui aceptando que era esa la realidad y que, si a mi hijo le gustaban los hombres o no, no era algo que lo definiera como persona, ni tampoco quitaba el gran hombre que hasta el día de hoy es, y lo único que realmente me importaba era su felicidad. Hijo es hijo y lo amo tal cual es.

Carolina Gaitán Gutiérrez: Hermana: Para 2005, año cuando la familia se dio cuenta que mi hermano era gay yo era pequeña: tenía entre 8 o 9 años. Recuerdo el día cuando mi mamá me pidió que luego de salir del colegio me fuera para la casa de una vecina cercana a la familia. Salí hacia el mediodía del colegio y me fui para allá. Suponía qué era lo que ocurría en mi casa, pues también habían escuchado lo que hasta ese momento eran solo chismes de los vecinos. Pasaron casi dos horas hasta que mi mamá llegó por mí: lloraba y poco mencionaba sobre lo que había ocurrido allí adentro. Nos dirigimos a la panadería que teníamos y cuando llegamos, de repente empezó a llorar aún más fuerte; yo estaba presente mientras ella hablaba con mi tía y le contaba sobre una llamada que había escuchado entre mi hermano y el que era su novio en ese entonces. Yo era pequeña, pero entendía la situación, al principio no fue fácil ni para mis padres ni para Darwin, pero veía como de a poco todo volvía a la normalidad en mi familia. Jamás lo rechacé, para mí desde un principio fue algo muy normal, nunca vi su condición sexual como algo malo o raro. Hasta hoy he sido incondicional y lo he apoyado en cada decisión que ha tomado.

Milena Amarillo Gaona: Tía: Desde que mi sobrino era pequeño notábamos ciertas cosas en sus actitudes que nos hacían pensar que podría llegar a ser gay, pero nunca nos precipitamos a darlo por hecho. Fue con los años que nos empezamos a dar cuenta a través de vecinos que tenía pareja: mi hermana no dudó comprobar por sus propios medios si eso era o no cierto. Un día estaba trabajando en la panadería de mi hermana y de repente vi que llegaba ella junto a mi sobrina: Pilar estaba llorando, salí preocupada a preguntarle qué había pasado; empezó a contarme lo que había escuchado, notaba su dolor de madre y su desesperación por no saber qué hacer de ahí en adelante, ni cómo enfrentar la situación, y empecé a llorar con ella. A los días pensamos en ir al lugar donde mi sobrino se encontraba con su novio: nos disfrazamos, nos pusimos unas gafas negras y nos dirigimos al lugar. Pudimos comprobar lo esperado, realmente Darwin ya tenía una relación, veía a mi hermana bastante triste y temerosa, yo buscaba la manera de consolarla. Con el tiempo la situación se iba normalizando, en un principio era extraño verlo llegar a casa con su pareja, pero hoy en día en la familia es tan normal como ver a una pareja de hombre y mujer.

Darwin Gaitán: En mis tiempos estas cosas eran un tabú y daba miedo hablar de ellas y asumirlas. La sociedad no estaba preparada y había fuertes discriminaciones por esta condición, pero la moral va mucho más allá de un concepto de sexualidad, lo que se debe medir en una persona antes que cualquier cosa es su esencia, sus principios y valores; es necesario tener en cuenta que los sentimientos no cambian por una condición sexual, el amor es único e igual en su máxima expresión.


Yo he contado con el apoyo incondicional de mi familia y hace dos años di el siguiente paso: casarme. Se tienen los mismos dilemas que hay entre una pareja de hombre y mujer, no digo “una pareja normal” pues mi relación también lo es.


Luchar contra una sociedad y sus conceptos no es fácil y buscar un cambio es cuestión de tiempo, pero el primer paso lo da uno. Indiscutiblemente tengo la fortaleza de creer que la vida es única, es una sola y cada uno debe ingeniarse la manera de vivirla, buscando aquello que proporcione felicidad y compartiéndola junto a quienes decidan estar a tu lado. Quienes se queden, deben hacerlo porque te entienden y saben que tu condición sexual no te hace menos persona ni diferente al resto.

| Nota del editor *

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