El Día del Maestro es una oportunidad para reconocer a quienes, con paciencia y amor, sostienen uno de los pilares fundamentales de la sociedad: La educación. En cada rincón del país, desde los salones de clase en las ciudades hasta los miles de salones en zonas rurales.
En Colombia según el ministerio de educación hay más de 324.000 maestros en todo el territorio nacional, ser docente implica compromiso y convicción. A pesar de las brechas estructurales en el sistema educativo, los bajos salarios, la falta de recursos y las condiciones adversas que se pueden dar en los diferentes contextos; los maestros siguen su propósito de transformación social por una mejor Colombia. Son ellos quienes, muchas veces sin reconocimiento suficiente, dan el primer impulso para que un niño descubra su potencial, para que un joven no abandone sus sueños o para que una comunidad entera empiece a educarse y ver el aprendizaje como camino de cambio.
El maestro no solo transmite conocimientos académicos, también es una voz de apoyo emocional y ético. El impacto que tiene en los salones de clase va más allá: acompaña, escucha, orienta y, en muchos casos, se convierte en una figura importante en el proceso académico de las niñas, los niños y adolescentes. La vocación docente implica sacrificios, pero también una enorme capacidad y responsabilidad de entrega, incluso cuando el entorno es adverso.
Hoy, más que felicitarlos, es necesario valorar su vocación y entender todo lo que implica ejercerla en Colombia. También es importante reconocer el lugar que ocupan en la sociedad y revisar el sistema educativo para mejorar sus garantías laborales. Porque sin condiciones dignas para los maestros, no se puede hablar de un desarrollo a futuro como sociedad. Como bien decía Nelson Mandela, “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.