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Nop y cómo el género del terror puede llegar a rehacerse

El director norteamericano Jordan Peele luego de su película Us (2019) y la aclamada Get aut (2017) construye una historia que difícilmente se puede encasillar en un género pero se puede disfrutar desde varios frentes.

Por: Daniel Rojas

 

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La historia presenta a una familia residente en un Rancho en California, donde se entrenan caballos para filmaciones en Hollywood. Pero de repente se encontrarán con algo tan sutilmente atípico en el paisaje que desearían no querer volverlo a ver.  

La película está construida por medio de numerosos detalles como cuando se muestra la primera animación de la historia. Esta consta de un caballo y una persona de color acuestas. Esto es importante ya que comienza a moldear ideas que impulsan hábilmente la historia y desde allí, construirla desde el género del Western, con planos característicos que en ocasiones parecen desentonar intencionalmente con el género de la ciencia ficción, como intentó hacer en algún momento la cinta Cowboys & Aliens (2011) dirigida por Jon Favreau. 

Por otro lado, desde el inicio desconcierta la aparición de un chimpancé que parece no decir nada hasta que se va conectando con el concepto de la película y sus personajes. Es por ello que un Daniel Kaluuya (OJ) inquebrantable, una Keke Palmer (Emerald) desesperada por atención, un Steve Yeun (Ricky “Jupe” Park) que es más importante de lo que parece a simple vista en la historia y un personaje como Brandon Perea (Angel) o Michael Wincott (Antlers Holst) hacen parte de un muy buen equilibrio narrativo, entregando conceptualmente las ideas a la crítica que construye el director.

Cortesía de Paramount Pictures.

Es por ello que Nop construye una estética que se muestra sencilla pero que va tomando complejidad en cuanto avanza la película. El director hace que el espectador haga parte de la crítica que está intentando representar hacia la adicción al espectáculo y sus consecuencias, como lo ha dicho él mismo director. Jordar Peele hace que funcione este “sin lugar” entre las transiciones de géneros cinematográficos, impulsado por una trama voraz que se va construyendo de a poco, proponiendo que el espectador construya este rompecabezas de conceptos donde quien está mirando, hace de igual manera parte de la crítica que se nuestras entre líneas.

Además, personajes como el del director de fotografía Antlers Holst que muestra la descomposición de la creatividad del espectáculo, desde los time-lapse que ve continuamente de animales, buscan ese sacrificio simbólico cuando la audiencia no es digna, ya que está bajo el consumo desmedido de querer estar observando todo el tiempo. Ese concepto le entrega sentido a las cámaras y al querer estar mirando siempre, a ese querer observar todo de cualquier manera.

Dentro de todos estos continuos detalles que se le presentan al espectador está presente Ricky “Jupe” Park que funciona como un muy bien pensado enlace con el pasado y el presente de la película. Captando una vez más el fin último del espectáculo, su consumo. 

Frente a todo esto, es paradójico que no se haya nombrado lo que irónicamente es el atractivo de la cinta y es nombrado hasta ahora, el platillo volador.  Allí es cuando la complejidad de la historia inicia su camino hacia el clímax y logra construir un impulso constante e inesperado que la hace brillante. 

NOP – Cortesía de Paramount Pictures

Jordan Peele construye bajo el imaginario del cómo será tener una experiencia cercana con un platillo volador como no se había mostrado antes, sorprendiendo al espectador más preparado, haciendo de esta película un referente del cine de terror y hasta muy posiblemente de la ciencia ficción. 

Más allá de mostrar un platillo volador, lo cual es la punta de  iceberg, el director logra transmitir las sensaciones del cómo sería estar aterrado bajo (literalmente) algo desconocido que nos consume, pero al mismo tiempo más oscuro y sorprendente. Las atmósferas de terror que se recrean bajo la trama de la película, con  momentos de acción que se entrelazan en la historia, sin dejar de lado toda esa narración Western, hacen de Nop una de las mejores películas del año para mí. 

La película transita impecable desde el suspense hasta el terror, logrando convertir un discurso social potente, en algo entretenido y sorprendente, como también hace que funcione este “sin lugar” entra las transiciones de géneros cinematográficos, gracias a una historia que se va construyendo de a poco, proponiendo que el espectador construya este rompecabezas de conceptos donde quien está mirando, hace de igual manera parte de la crítica.

Una posible obra maestra que permite tener muchas miradas y gracias a eso, rescatar la esencia del cine y ese cine de autor que en ocasiones se pone a un lado por lo masivo que no dice mucho. Una experiencia difícil de comparar pero que se disfruta al máximo. 

Cortesía Paramount Pictures.

| Nota del editor *

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