Por: Daniel Rojas Chía
Continuamos con nuestro gran especial rumbo a los Premios Oscar y sus nominados de este 2022, que según la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos son las mejores producciones artísticas para la edición número 94. En esta ocasión nos referiremos a Spencer, nominada por mejor actriz principal o protagónica.
Luego de muchos documentales, películas, libros o series sobre Diana, la icónica princesa de Gales, ya había regresado a las pantallas en The crows, la más reciente en mostrar su vida en la exitosa serie de Netflix del 2020. El director chileno Pablo Larraín se embarca de nuevo en un personaje con tantas referencias ya desarrolladas, aunque se interesa en un aspecto central del personaje, su carácter más humano que contemplativo, así como lo hizo la serie nombrada de la plataforma de streaming.
La película es protagonizada por Kristen Stewart como Diana, y Timothy Spall, Jack Farthing, Sean Harris y Sally Hawkins le dan vida a las actrices y actores con más minutos en pantalla. Spencer es un Biopic o narración audiovisual biográfica que cuenta la historia de un fin de semana en donde los momentos se hicieron cruciales para Diana a principios de la década de los 90’s. El nombre de la princesa de Gales sin título real era el de Diana Frances Spencer, y por eso el nombre de la cinta que tiene una referencia y un significado para la narración.
La cinta cuenta cómo el matrimonio con el príncipe Carlos se debilitaba, en tanto que ella necesitaba desviarse del camino que la había puesto en primera fila de sucesión para convertirse en reina. El drama tiene lugar durante tres días, en el curso de unas de sus últimas vacaciones de Navidad en la Casa de Windsor en su finca de Sandringham en Norfolk, Inglaterra.
Desde el inicio tenemos claras referencias, las cuales se desarrollan a largo de la cinta como la de un ave muerta en el camino, que se refiere a los faisanes que por tradición real son cazados, que sugiere la idea en cómo estas costumbres y lineamientos destruyen a quien no las sigue.
Lo interesante de esta cinta es que no se muestra como una narración literal en su manera de contar la historia, porque se desarrolla en el sentido metafórico de la cotidianidad de la princesa para desentrañar su fragilidad, que presenta una imagen renovada de Lady Di.
Constantemente vemos a una Kristen Stewart convincente y en constante construcción del personaje entre expresiones de angustia y emoción adormecidas, enmarcadas en un palacio real lleno de protocolos y condiciones que hacen que las imágenes por momentos se adentren en el género del terror, que deliberadamente construyen imágenes bien llevadas que sofocan por la interpretación de Stewart que por sus gestos y ademanes bien logrados del personaje le permiten acercarse a lo humano y frágil desde su experiencia propia.
La cinta no atrapa por completo desde su inicio debido al referente tan marcado que supone la historia tantas veces contada de la princesa de Gales, pero va tomando forma hasta que el espectador se compenetra con el personaje y se aleja de la narración particular y acostumbrada de la prensa amarillista. Las locaciones como era de esperar, le dan esa atmósfera adecuada entre el angustioso refinamiento y la casi esclavitud de la no individualidad.
El hilo conductor, por raro que parezca, no es la protagonista, es la comida. Es reiterativo cómo el banquete real aparece como un ceremonial desde el principio de la película, que permite apreciar esa estética sublime, mientras los fragmentos de Diana se hacen más numerosos en los pasillos de la Casa de Windsor.
Cada encuentro con la comida es un momento planeado con rigidez, que elabora la construcción desesperada hacia ese fatídico encuentro en el comedor, un mal lugar para poder ser. La primera secuencia es una danza ceremonial que enfatiza en cómo se pone la mesa, en cómo se sirve la comida, en tanto que Diana se muestra ajena a este lugar, y eso agudiza la sensación de sofoco, que la representa como un objeto adiestrado y atrapado, en el que su collar de perlas se convierte en un símbolo de frustración conyugal.
La hermética herencia de la monarquía británica se muestra en sus estrictas tradiciones, que, de nuevo, como en muchas otras representaciones a lo largo de los años, presentan a una reina Isabel firme, despiadada e inamovible de su poción y su poder, celando y vigilando cualquier cambio.
Además de la interpretación nominada al Oscar, la cinta cuenta secuencias bien construidas y diálogos bien logrados como por ejemplo los de Diana como madre con sus dos hijos en la noche, donde aparecen palabras de milicia con toques de ternura y compasión, que sacan a la luz conflictos emocionales sobre las responsabilidades reales.
Spencer es una película que se deja percibir desde muchos ángulos, que no le entrega al espectador imágenes construidas que se tragan como perlas incómodas. En cambio, entrega una faceta diferente de un personaje icónico que todavía logra proyectar todo ese afecto que le tenía su pueblo, que apoyaba su posición frente a la corona como en repetidas ocasiones se evidencia en la cinta por medio de diferentes personajes.
Una actuación que en lo personal no creo alcance un premio Oscar teniendo en cuenta las contrincantes de su categoría, pero que ubica a esta actriz californiana en un peldaño más alto para seguir avanzando.