Esto de la pandemia nos pone contra la pared y, en muchas ocasiones, nos perturba hasta lo más profundo de nuestro ser. La historia cada persona en este planeta, de una u otra forma, nos invita a reflexionar sobre nuestra propia existencia, la realidad de nuestra cotidianidad y la necesidad de hacer cambios en lo más profundo de nuestra conducta.
Esta vez es un médico muy querido el que ha partido, William Gutiérrez, anestesiólogo y jefe de la UCI del Centro Médico del Olaya. Él era un padre de familia que había perdido a su esposa hace tres años. Una pareja agradable, sencilla y, sobre todo, que entendió la misión de la familia en esta realidad. Nos conocimos a través del Movimiento Apostólico de Shoenstatt. Como muchos, llegamos buscando alivio a nuestras vidas, y salimos renovados gracias a la Madre (la virgen María) que nos acogió y transformó nuestras familias.
Hoy la despedida de éste médico y miembro de la FAC, permite considerar lo efímero de la existencia humana, tema que hemos querido desaparecer para buscar incansablemente la eterna juventud, para una especie que privilegia la belleza física, el hedonismo y todo aquello que nos recuerde que vamos a morir.
Hoy sus hijos, cinco en total, se enfrentan a la misma situación de innumerables niños y adolescentes huérfanos causados por las guerras crueles y despiadadas que se generan desde la miopía del poder. Su soledad será acompañada por la familia y cercanos, pero para otros niños del mundo es probable que no exista familia, ni amigos ni una mano solidaria, mientras los estados gastan dinero en armas, corrupción y en innumerables proyectos fracasados desde el comienzo.
Quedan también sus colegas que están en el frente de batalla contra un enemigo que no ven, pero que saben a ciencia cierta lo que genera. Muchas veces indefensos y sin recursos, gracias en buena parte a la comercialización de los servicios de salud que ahora hacen parte de la voracidad del sistema financiero, en el que solo importan las cifras y las ganancias, las personas solo son un recurso y nada más.
Esta pandemia recuerda nuestra fragilidad, impotencia y, sobre todo, el abandono a una vida en santidad y comprometida con la verdad, no con nuestras mezquinas verdades legalizadas por las leyes que se promulgan desde conveniencias del poder, crueldad, dinero y mentira.
Si ustedes me lo permiten, queridos lectores de UNIMINUTO Radio, quiero despedir a estos valientes padres de familia, Gloria y William, que brindaron su vida, primero por sus hijos y después por la humanidad, a la cual servían desde sus profesiones. Un tributo a todas las personas que siguen luchando cada día por brindarnos bienestar en tan grave circunstancia.
Que esta pandemia sea un momento para detenernos y ver lo que hemos hecho con nuestras existencias y la sociedad que hemos construido.