Las intimidaciones contra los líderes sociales no cesan. En las últimas horas la Revista Semana publicó un artículo sobre Yirley Velasco, una víctima de violencia sexual que apoya a otras víctimas de este flagelo y que, por cumplir esa función social, recibe amenazas contra su vida y la de su familia.
La historia de Yirley
Yirley vive en El Salado (Carmen del Bolívar), y desde allí, llama la atención para que el Estado atienda con acciones reales, sus denuncias por las 14 amenazas que ha recibido. La lideresa tenía 14 años cuando en el año 2000 fue violada frente a su madre por cuatro paramilitares. Semana indica que, “aunque la ultrajaron y golpearon, los violentos no la pudieron arrodillar”, así dice, “conservó su dignidad”
La última amenaza
Yirley comentó que el pasado viernes 17 de enero, cuando salía de un Consejo de Seguridad en Carmen de Bolívar, recibió una llamada en la que le dijeron: “Esa blusa blanca que tienes va a quedar empapada de sangre con tus sesos, te vamos a dar un tiro en la sien”.
A la lideresa, claro le preocupan las intimidaciones, pues que no quiere ser la siguiente en la lista de una escalada sistemática de horror contra los que defienden a otros, pero lo que más le afecta, son las comunicaciones amenazantes contra sus familiares, en particular de su mamá quien, según cuenta, “la están matando “poquito a poquito psicológicamente, está muy afectada“.
Aunque la Unidad Nacional de Protección (UNP) le realizó un estudio que dio como resultado “riesgo extraordinario”, desde hace meses no ha tenido ninguna respuesta de la entidad. Asegura que “a veces la Policía y la Armada Nacional hacen rondas por su casa, y que aunque no le interesa tener un escolta y un carro blindado para ella, sí quisiera medidas de protección para su familia”.
Según Indepaz, hasta el 21 de enero, van 21 asesinatos de líderes sociales, el gobierno tiene otra cifra, habla de 11. Yirley quiere que el Estado la proteja, por eso denuncia con contundencia lo que le viene pasando porque no quiere engrosar el número.
En 2014, la defensora de derechos humanos recibió de la Unidad Nacional de Protección un chaleco y un celular, pero el teléfono se quedaba sin señal.