Durante la mitad del siglo XX, América Latina se convirtió en epicentro de dictaduras militares, gracias al enfrentamiento político e ideológico de la Unión Soviética y Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial, que supuso un macabro campo de juegos entre estos dos países, cuyo propósito era imponer su sistema propio, una disputa entre el capitalismo y el comunismo.
Entre 1964 y 1984, casi todos los países latinoamericanos estaban bajo el yugo de dictaduras militares, experiencias que han sido recogidas a lo largo de los años en numerosas investigaciones periodísticas convertidas en libros, que guardan entre sus páginas el recuerdo del autoritarismo sufrido en tantos países. Luego llegó el cine para mostrar de forma masiva lo sucedido, convirtiéndose en un recurso de la memoria y de la historia desde el documental y la ficción.

Películas como Argentina-1985 (2022), que narra cómo unos abogados luchan en contra de la impunidad de la Junta Militar encabezada por el general Videla; o Voces Inocentes (2004), que cuenta la desgarradora historia de un niño de 11 años atrapado entre el ejército y la guerrilla salvadoreña en un pueblo de la periferia de San Salvador, son algunos de los ejemplos que el cine ha explorado alrededor de la memoria y de la historia de la dictadura en cada país.
Una de las valiosas miradas del cine latinoamericano la ofrece el director brasileño Walter Salles, responsable de grandes títulos como Terra Estrangeira (1995), o Diarios de motocicleta (2004), entre otras, que en esta ocasión se embarca de nuevo en Aún estoy aquí (Ainda Estou Aquí), una historia de resistencia y transformación social desde la visión de una mujer valiente que nunca bajó los brazos en la búsqueda de justicia y libertad.

Basada en las memorias de Marcelo Rubens Paiva, Aún estoy aquí, narra cómo su madre se vio obligada al activismo político cuando su marido, el diputado izquierdista Rubens Paiva, fue capturado por el régimen durante la Dictadura militar de Brasil en 1971.
Durante su primer acto la cinta logra superponer al espectador sobre cualquier situación negativa, describiendo en este caso a una sociedad brasileña tradicional, próspera y tranquila, por medio de imágenes tipo documental, que da la sensación de hacer parte de las fotos familiares que aparecen en las escenas, que propician momentos que se convierten en memoria, construyendo la narrativa desde esa idea hasta llevarla a los lugares que alguna vez se habitan y siempre van a ser parte de una vida.

Salles es consciente que los espacios también tienen memoria y muestra esa idea en imágenes particularmente melancólicas, como las de la casa vacía, con las marcas del tiempo y las historias que cuentan, que son capaces de perdurar gracias al no olvido, en tiempos difíciles como la dictadura en Brasil, que duró desde 1964 hasta 1985.
En Aún estoy aquí, el director brasileño demuestra un gran trabajo, gracias a la construcción de la emotividad de la emocionalidad de la historia, porque logra con creces que las actuaciones alientan de manera pareja la historia, y porque cada personaje gravite bajo la maravillosa, emotiva y dramática actuación de Fernanda Torres en su papel de Eunice Paiva, una mujer que se convierte en la fuerza y el ritmo de una cinta con 2 horas y 15 minutos de duración.

Si bien la historia está en el marco de la dictadura en Brasil y las desapariciones por parte del Estado, Aún estoy aquí se convierte en un elemento fílmico latinoamericano en donde esta problemática aún es elemento de una búsqueda por la verdad y la dignificación de las personas que ya no están, característica que hizo que Fernanda Torres se viera tan involucrada en un papel doloroso, que le expone al espectador desde un grito contenido que esto no puede volver a repetirse en un mensaje claramente político.
Aún estoy aquí tiene momentos brillantes, en particular en el primer acto, así como el mérito enorme de lograr transmitir la desolación con momentos luminosos, hasta llegar a oscuros y perturbadores en el transcurrir del tiempo, y cómo logra envejecer toda la piel, pero no la memoria que recrea una batalla por la dignidad y por ser reconocido como individuo social.

Walter Salles logra para mí, su mejor película hasta ahora, y deja para el cine un apartado histórico para las generaciones que no quieren ver su pasado, pero el cine les propone otra fuente de memoria, tan necesaria en las construcciones políticas actuales, con una Fernanda Torres que merece ser ganadora desde su categoría de Mejor actriz principal en los premios Oscar 2025 y con una dirección más que notable del director brasilero. Juzguen ustedes.