Muchas historias que hacen de los actos románticos, su eje argumentativo, acuden a las mismas herramientas narrativas que hacen de este subgénero del melodrama, una marca bien definida en el cine y que goza de una gran público.
Cintas que logran este cometido como Yo antes de ti (2016), Diario de una pasión (2004), Orgullo y prejuicio (2005) el clásico y parte de una trilogía, Antes del amanecer (1995) o la maravillosa La La Land (2016) son solo unos referentes de que una historia con tintes románticos y dramáticos, que parece tiene el mismo fin, contar una historia de amor.
En el tiempo que tenemos se muestra una historia no lineal y con transiciones de tiempo de gran calidad, invitando al espectador a no solo ver lo que pasa, sino desarrollar lo que está pasando desde su manera de cómo percibe las relaciones de pareja.
La película presenta un encuentro inesperado entre Almut (Florence Pugh) y Tobias (Andrew Garfield) que cambiará sus vidas para siempre. A través de momentos particulares de su vida juntos, se enamoran, construyen un hogar, formando una familia.
Mientras avanza la cinta, se revela una verdad difícil que sacude los cimientos de su relación. Mientras emprenden un camino desafiante, aprenden a apreciar cada momento del recorrido inusual que ha tomado su historia de amor.
El cineasta irlandés John Crowley se embarca de nuevo en contar cómo estas emociones, imprimiendo a sus historias cierta luz que no encuentra fatalidades innecesarias desde el guion de Nick Payne, cómo precisamente se puede ver en uno de sus anteriores trabajos, con en la bellísima Brooklyn (2015).
En el tiempo que tenemos, se lleva de buena manera una historia que cada vez logra ser más llamativa gracias al desarrollo de los personajes que Florence Pugh y Andrew Garfield, le imprimen a sus personajes desde la química que se muestra en la pantalla. Sus particularidades y las diferencias en la personalidad de cada uno, ayuda a construir sus motivaciones y la interacción con su entorno y sus emociones.
El director desde una estética muy Indie o de cine independiente, con usos predominantes de filtros amarillos en su primer acto, le entrega un aro romántico y de complicidad cuando sus protagonistas se encuentran, sin excederse en mostrar emociones, cuidado que la narrativa no se vuelva empalagosa, ni pierda interés.
Mientras los personajes se van desarrollando, el color de la imagen también cambia con los lazos que se hacen presentes entre Almut y Tobias hasta llegar a un blanco, revelando bellas conclusiones y alimentando la estética de la imagen para recrear un final, no solamente narrativo sino conceptual.
Esto quiere decir que En el tiempo que tenemos, el director John Crowley no se centra en la historia de amor, se concentra en cómo cada personaje cambia con las circunstancias que lo rodean y como al reconocerse como individuos, se nutren esos procesos hacia ellos mismos y entre ellos.
De manera elegante, el director muestra los pormenores de sus encuentros, las formas en que una relación va creciendo y del como de alguna manera, se complementan el uno al otro.
La riqueza de En el tiempo que tenemos radica en la manera en la que se muestran los conflictos humanos, los egos de la razón, en cómo las personalidades de cada uno afrontan las cosas de manera diferente, y como ese amor, es capaz de poner de acuerdo a dos seres humanos sin que sea necesario que ninguno se pierda en el proceso.
Si bien, la película habla de varias cosas, uno de sus ejes más importantes, es el tiempo y como este, fluye según lo que hagamos con él, como también influye en cómo una persona construye su mundo por dentro y por fuera, encontrando para mí, uno de los pilares de la película: el perdón.
Sus personajes, más allá de relacionarse entre ellos mismos, encuentran en el otro, una manera de afrontar sus miedos y decisiones pasadas. Temas como la maternidad y lo que implica en uno, se convierte en uno de los lazos más estrechos entre la vida, la existencia y la muerte.
Una cinta que es capaz de mostrar por medio de la muy buena interpretación de sus personajes, las diferentes capas de las relaciones afectivas y su capacidad de transformar a cada persona que se embarca en ellas.
Crowley propone que la compañía de cada experiencia, logra convertir por completo cada momento así se refleje en un temor tan grande como el olvido, pero brilla en su interpretación de cómo el amor, es capaz de hacerlo.
Una película que, si lo prefiere, es mejor verla en lo que usted considere, sea su mejor compañía, créame. Disfrute de una película que suena muy fuerte para tener nominaciones en los premios Oscar del 2025. Juzguen ustedes.