Por: Daniel Rojas Chía
No es nuevo que la industria del cine ponga sus ojos en adaptaciones de juegos devideo, donde podemos encontrar ejemplos cuya mayoría se convierten en decepciones para fans y para público en general, volviendo estas adaptaciones propuestas genéricas. Este nivel de dificultad es mayor cuando el propósito es llevar al cine juegos con décadas de vigencia y con una reputación histórica impecable.
En esta ocasión el legendario simulador de vehículos de alta velocidad Gran Turismo llega a la pantalla grande, dirigida por Neill Blomkamp, una exitosa franquicia de Kazunori Yamauchi en formas convencionales, pero desarrollada de manera emocionante, emotiva y llena de vértigo.
La película se basa en una historia real que cuenta cómo un adolescente que jugaba Gran Turismo cumplió su sueño de ganar una serie de competiciones patrocinadas por Nissan, que le sirvió de trampolín para convertirse en un piloto profesional de carreras.
En medio del drama deportivo que presenta la cinta, también hay un drama familiar, que la ayuda a tener un mayor público, además de la recordación del legendario simulador. Para quienes tuvimos la oportunidad de competir virtualmente en estos autos, percibimos cómo en la pantalla grande se capta la esencia del juego gracias a las actuaciones y a los efectos especiales.
Aunque por momentos la película parezca un comercial de dos horas y quince minutos, pues la pantalla está inundada continuamente de anuncios, la narrativa del simulador es la misma, y en ese sentido, tienen licencia para saturar de logos comerciales la pantalla. En lo personal, no me incomodó porque me sentía enfrente de las historias del juego entre carreras.
Ese es uno de los aciertos de la película, porque el espectador que no está familiarizado con esas dinámicas, también queda atrapado en la medida que es llevado por la historia de Jann Mardenborough (Archie Madekwe), con David Harbour (Jack Salter) convincente en un papel que le queda bien, acompañado del regreso de Orlando Bloom (Danny Moore), en una historia lineal, pero eficaz a la hora de dejar emociones desde los sueños que se cumplen, la unión familiar y la competencia virtual llevada a la vida real.
La película logra desde el vértigo y la velocidad secuencias de acción que dejan pegado al espectador al asiento y lo hacen luchar al lado del protagonista en cada competición.
Si bien, la película es convencional en lo técnico y narrativo, encuentra un ritmo que se acomoda más que bien a la historia, llevando casi que de la mano al espectador para que se dedique a mirar cómo Jann cumple sus sueños. Una cinta poco pretenciosa que capta la esencia del simulador de autos más famoso de la historia, que le da aire fresco a estas cintas que casi nunca salen bien libradas. Nos vemos en la línea de meta.