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[Crítica] La habitación de al lado: un drama sensible, conmovedor y estilizado sobre la muerte

Continuamente se habla de la muerte como parte de un proceso natural, algo inevitable y prácticamente impredecible, que la convierte en la parte más esencial de la vida.

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Desde una perspectiva filosófica, la muerte es vista como un misterio o un acontecimiento esencial en la vida humana, pero: ¿el ser humano es consciente de esto cuando deja de existir?  

El director español Pedro Almodóvar regresa a la gran pantalla con La habitación de al lado, luego de dirigir Extraña forma de vida, un western/romance de 31 minutos protagonizado por Ethan Hawke y Pedro Pascal, que se estrenó en el Festival de cine de Cannes de 2023.

Esta película tiene un valor particular: es la primera del director ganador de dos premios Oscar en inglés, que afortunadamente logra mantener el particular ritmo y la rica estética del director.

Escrita y dirigida por Almodóvar, La habitación de al lado cuenta la historia de Ingrid (Julianne Moore) y Martha (Tilda Swinton), muy amigas en su juventud.

Ambas trabajaban en la misma revista, pero Ingrid acabó convertida en novelista de autoficción y Martha en reportera de guerra. Las circunstancias de la vida las separaron y después de muchos años sin tener contacto, vuelven a encontrarse en una situación extrema, pero extrañamente dulce.

Es bello y cautivador cómo el arte se compenetra con la historia, que de alguna manera ayuda en la construcción de las emociones como una fotografía en blanco y negro de Cristina García Rodero, que muestra a mujeres en duelo en las calles de Puglia.

Esta famosa fotógrafa se encarga de mostrar miradas ausentes, gestos presentes, un acercamiento al retrato contemporáneo, acompañado de miradas que se van entrelazando entre Martha e Ingrid, que resaltan el perfil emocional de los personajes para llevarlos a buen puerto, para luego justificar la potencia de los mensajes expuestos por cada una.

Una de las tantas obras expuestas en La habitación de al lado que pasa por Magritte o Edward Hopper, hacen que la película busqué en estos artistas la paleta de colores que compagina muy bien con los continuos descubrimientos de los personajes, que siempre están elegantes y estilizados.

Es evidente la influencia de grandes directores como Woody Allen en la cinta, creo yo, gracias al idioma y la personalidad de este, pero Almodóvar plasma toda su particular escenificación y sus movimientos casi contemplativos para que los personajes crezcan en la pantalla a merced del espectador, sin cambiar los momentos por medio de cortes sino por sus propios cuestionamientos, como los plasmó en la maravillosa película Hable con ella (2002).

Siempre cuidadoso con la concepción del plano, Almodóvar agrega durante una hora y cuarenta y ocho minutos de duración, una continua elegancia que sus dos actrices supieron evocar y explotar con luz propia, tomando temas como el sexo, la política y la religión con buen humor.

Personajes como Damian (John Turturro), hábilmente introducido en la historia, que sirve para mostrar cómo el tiempo y las circunstancias cambian constantemente, y como la vida tiene conexiones que simplemente son canales para otras cosas, logrando conversaciones más profundas entre sus dos protagonistas.

Continuando con sus atributos, la maravillosa dirección del español se ve reflejada en los planos secuencia que exigen ampliamente a sus protagonistas, cuando se exponen a sí mismos, explorando cuestionamientos como ¿ha sido suficiente lo que he vivido en mi vida? o ¿valió la pena la vida que llevé con mis decisiones?  la maternidad y cómo se convierte de cierta manera en una extensión de la existencia.

La habitación de al lado convoca desde la amistad, la compasión y el amor, una interesante conversación sobre los alcances de la muerte, antes y después. También, desde la sociedad en que se habita y cómo instituciones como la religión, en ocasiones debilitan ciertas experiencias estéticas tan íntimas como saber elegir el fin de todo

Esta cinta se siente en ocasiones como una película autobiográfica, en donde todo punto de partida proviene del arte, ya sea de la pintura, la literatura o la música. Todas y cada una, les dan valor al existir y al recorrido de sus personajes.

La habitación de al lado es una de las joyas del 2024, y con un merecido León de oro en el Festival de Cine de Cannes a su espalda. Tiene un guion sólido, actuaciones maravillosas, una dirección de arte sobria y una dirección que la convierten para mí, desde este momento, en la mejor película en su filmografía. Juzguen ustedes.  

| Nota del editor *

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