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[Crítica] Mickey 17: una parodia futurista del ser humano más cercana a la realidad que a la ciencia ficción

En este mundo adaptado por Bong Joon-ho aparece el dilema ético-moral de la clonación y cómo este recurso se convierte en un delicado elemento que hace tambalear las construcciones sociales convencionales y todo su andamiaje para mantener junta una sociedad ya maltrecha y que en “aras de un bien común” sacrifica lo necesario para lograr su cometido.

Pocos directores en la actualidad como el coreano Bong Joon-ho ofrecen mensajes profundos en sus películas, con temas en su filmografía sobre la naturaleza y la destrucción sistemática de parte de las grandes corporaciones como en Okja (2017), o en un thriller sagaz y sorpresivo como Memorias de un asesino (2003), o Parásitos (2019) que lo llevó a la cúspide de Hollywood, que mezcla muchos géneros cinematográficos en un largometraje y que salió con el premio a mejor película del año en los premios Oscar de 2020.

En su cine, hecho a la medida de sus personajes, y no al contrario, como sucede con otras películas, este director se embarca en Mickey 17, una película de ciencia ficción, basada en un libro de nombre homónimo escrito por Edward Ashton, que está protagonizada por un eclíptico Robert Pattinson (Mickey Barnes) que sorprende por su calidad.

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Este talentoso actor inglés tiene grandes títulos en su filmografía que merecen ser vistos con más atención como Cosmópolis (2012), la sorprendente Good Time (2017) o una atemorizante belleza en blanco y negro llamada The Lighthouse (2019) mostrando que tiene una carrera firme y llena de matices, que no solo se remite a su papel en la franquicia de Harry Potter, o a “letra escarlata” con la saga Crepúsculo.

El director coreano embarca también en esta travesía espacial a la gran Toni Collette (la Señora Marshall), esposa de Kenneth Marshall (Mark Ruffalo), un político ambicioso, codicioso, autoritario, egocentrista y visiblemente inestable, al mejor estilo de Donald Trump; como a la entretenida Naomi Ackie (Nasha Barridge); y con la rumana Anamaria Vartolomei (Kai Katz), una nueva promesa.

Mickey 17 es un miembro prescindible de una tripulación que es enviado a Niflheim, un planeta helado. Para colonizarlo él debe sacrificarse para que el ser humano pueda adaptarse y morir varias veces en ese proceso, pero luego de varias muertes, se niega a dejar que su clon de reemplazo, Mickey 18, tome su lugar, pero no pueden ser los dos.

La cinta tiene una de las mejores presentaciones de personajes vistas en varios años, muy de la mano de las formas del director coreano, delineando las motivaciones de Mickey, o su carencia, para proyectar al público las necesidades de una persona sin un sentido moral, que no se siente parte de ningún lugar, porque ser un prescindible irónicamente le da razón a su existencia, hecho que se traduce en una serie de mensajes potentes para el concepto de la película, que giran alrededor de debates sobre la condición humana, la clonación y cómo la sociedad de hoy tiene menos intereses propios que son parte de tendencias.

Varios de los personajes en Mickey 17 recrean con inteligencia una idea que a través de sutiles mensajes presentan características donde la humanidad se denomina como raza, o que degradan su existencia solo desde factores religiosos, donde relucen recurrentes características como la violencia, la avaricia, o males modernos e impositivos como la política u otros clásicos como el fanatismo. Todo esto sucede en un planeta nuevo donde el ser humano muestra una vez más que solo piensa en sí mismo y pasa por encima de lo que sea por sobrevivir, dejando otro mensaje recurrente en este director, donde el ser humano es capaz de destruir todo a su paso.

Mickey 17 recrea un contexto político y social, violentamente cercano al actual, donde una especie de sociedad tonta y fácilmente manejada por unos pocos es fácilmente moldeable gracias a deformar las necesidades, impulsado por la falta de oportunidades y la visible falta de educación, haciendo a una sociedad fácil de convencer y con la supuesta oportunidad de migrar a otro planeta en busca de nuevas oportunidades ¿Le suena familiar?

En este mundo adaptado por Bong Joon-ho aparece el dilema ético-moral de la clonación y cómo este recurso se convierte en un delicado elemento que hace tambalear las construcciones sociales convencionales y todo su andamiaje para mantener junta una sociedad ya maltrecha y que en “aras de un bien común” sacrifica lo necesario para lograr su cometido.

Mickey 17 presenta una trama con mucho humor negro que le da un ritmo dinámico en la primera mitad de la película, que permite un buen desarrollo de sus personajes, y cómo el guion acerca estos elementos para darle un carácter humano a los habitantes del planeta Niflheim, que parecen el hermano menor de los insectos de la legendaria Starship Troopers (1997), que finalmente le dan impulso a la trama.

Mickey 17 no es en definitiva una película de acción, ni para todo público, pero aunque no es la mejor del director coreano hasta ahora, es una joya de la ciencia ficción por su argumento y su concepción, con un mensaje actualizado, así su estreno se haya postergado varias veces, que así tenga problemas en su tercer acto, por momentos algo atropellado, los dilemas que propone son más que apropiados en un mundo manipulable y lleno de influencias sistemáticas como las de hoy, donde los seres humanos son prescindibles en guerras, conflictos, epidemias, o escenarios xenofóbicos donde son un número, una estadística, por lo menos en el contexto de la cinta donde existe la clonación, forjando una de las cuestiones más fuertes de Mickey 17: ¿Se puede justificar que alguien sea prescindible o no en la sociedad en la que vivimos? Juzguen ustedes.

| Nota del editor *

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