Es llamativo que, en el cine, los dramas románticos se centran casi siempre en la idea genérica de final feliz, y muy pocos en lo que conlleva una relación y sus lugares grises u oscuros, aspecto que en las comedias románticas es aún más escaso, pero el director Justin Baldoni, que también protagoniza la película, parece haber mostrado lo urgente.
Romper el círculo se basa en la novela de Colleen Hoover que lleva el mismo nombre. Está protagonizada por Blake Lively, que ha demostrado su talento para personificar el drama como en El secreto de Adaline (2015), o la angustia en una película de trama genérica como Miedo profundo (2016), entre otras.
La cinta presenta a Lily Bloom (Blake Lively), una mujer que, tras una tragedia familiar, regresa a su hogar natal en Boston con la intención de cumplir el sueño de abrir su negocio.
Una noche conoce por casualidad a Ryle Kincaid (Justin Baldoni), el estereotipo del hombre perfecto, con el que enseguida siente una conexión que irá creciendo hasta que ambos se enamoran profundamente.
Romper el círculo parece que al principio entra en lugares comunes del género, porque necesita crear esa amalgama sentimental que atrape al público con sus dos personajes, pero luego se encuentra algo interesante.
Colores vibrantes, escenarios elegantes y llenos de comodidad ayudan a crear esa percepción de plenitud, de sentimientos amables y llenos de romanticismo que se deterioran con la historia de buena manera, pero la vibración en pantalla durante toda la película no parece cambiar.
Baldoni fue acertado en no limitar radicalmente la imagen siendo literal con la sensación que podría producir, en cambio las situaciones que llevan la trama de la película se hacen más angustiantes porque producen esa contrariedad, y el desarrollo del personaje de Blake Lively en verdad es bueno, impulsando la narrativa y sacándola de lugares amables para que su mensaje sea más potente.
En mi opinión, Romper el círculo expone la importante problemática de la violencia a la mujer, y hace visible que la sociedad en la que se convive alberga construcciones sociales que se deforman a lo largo de la vida, y los imaginarios sociales hacia las relaciones que parecen por tradición apropiados, son erróneos y están lejos de ser finales Disney, que con tal de creer que son reales, eran capaces de aguantar muchas cosas.
La violencia estructural hacia la mujer, los pormenores de una niñez “sana” y la responsabilidad afectiva, son de los temas que esta cinta de dos horas y diez minutos toma con seriedad, proponiendo muchas relaciones hacia quien la ve y sus estructuras personales, hasta las mismas relaciones afectivas que se ven de cerca y de lejos.
Romper el círculo es un drama romántico con tintes de denuncia, y con reflexiones más importantes que generar señalamientos. A mi gusto, dentro de la narrativa, sentí que fue equivocado hacer tanto énfasis en una relación y sus procesos para ser más efectistas en su conclusión y causar un punto de giro con más impacto.
Goza de buenas actuaciones femeninas y en general está bien dirigida, pero faltó muy poco para encontrarse con planos muy parecidos a la desastrosa trilogía de 50 sombras, pero afortunadamente esto no le costó desviar la idea de su premisa original, pero le sobran cinco minutos al final que pudieron ser mucho mejores.
Una película que recomiendo porque invita a la reflexión sobre qué papel ocupa cada persona en una relación y cómo puede romper el círculo de tanta educación nociva en nuestras sociedades tan marcadas por la violencia. Piensen en ustedes.