Por: Daniel Rojas Chía
Llega a las salas del país una historia española que muestra lo enfermiza que pueden ser la cotidianidad y el encierro, mezclada con elementos oníricos que reformulan la perspectiva del espectador. El director español Felix Viscarret habla con las imágenes de lo oculto y los miedos que preservan las personas y que cargan consigo a todos lados
La cinta presenta a Damián (Paco León), que acaba de ser despedido tras 20 años de trabajo en una empresa haciendo la misma labor. Su reacción, furiosa y violenta, le lleva a salir corriendo para esconderse en el primer lugar que encuentra al salir de la oficina, que resulta ser un armario cargado en un camión, su mejor refugio. El armario, con Damián dentro, es entregado en casa de Lucía (Leonor Watling) y Fede (Àlex Brendemühl), una pareja de la edad de Damián que vive con su hija adolescente, María (María Romanillos).
Esa misma noche un impulso inesperado y extraño lleva a Damián a quedarse con la familia para convertirse en una misteriosa presencia que observará y compartirá con ellos desde la sombra. Esta cinta es una adaptación de la novela homónima de Juan José Millás.
El director español invita al espectador a ser una sombra dentro de la cotidianidad de una familia, que, como cualquiera otra, está llena de conflictos silenciados por los estándares sociales, que Damián, como un espectador en primera fila, se da el lujo de juzgar y sentenciar.
En la cinta es interesante cómo es posible estar dentro de la casa como un fisgón casi voyerista, desde la perspectiva de Damián que está presente en sus alucinaciones y cómo se hace presente en un espacio que no es suyo, alterando el de los demás. Intriga cómo el director español logra generar incomodidad y una extraña sensación de no estar en ninguna parte, impulsado hábilmente por el actor español Paco León y la convincente actuación de la también española Leonor Watling.
Una película construida con un ritmo pausado pero acorde a su historia y su intención, causando varios cuestionamientos a quien la ve y tal vez, causando estragos al espectador más entregado. Aun así, son valiosas preguntas cómo: ¿Consumimos la vida como un producto? ¿Somos parte de la sociedad del espectáculo? ¿Se vive una vida propia o somos la versión de otra cercana?
Una cinta que le propone a la cartelera local un poco más que espectáculo, siendo eso precisamente lo que puede llegar a criticar, con un final que parece no concluir el concepto de la idea o puede llegar a ser demasiado “abierto” para algún espectador. Juzguen ustedes en qué nivel está, pero sin duda es alentador que cine de este tipo haga parte de la cartelera local.