Los particulares personajes despeinados de DreamWorks regresan luego de su lanzamiento en la pantalla grande en 2016, con su éxito en taquilla y en la mercancía alrededor de la película.
En esta ocasión Floyd, el hermano de Branch, es secuestrado por su talento musical. Un par de villanos que son estrellas del pop, idean un engaño para que todo el resto de la banda rescate a su hermano y luego atraparlos para sustraer el talento de cada uno.
La película recrea la esencia de los Boys band de los años 90s, con una paleta repleta de colores que llena la pantalla continuamente, para entregar una historia con serios mensajes alrededor de la industria musical y toda la puesta en escena del entretenimiento masivo que explota diariamente en todas las pantallas brillantes.
Aunque en la versión original hay un reconocido elenco de actores y músicos, el doblaje en español es capaz de divertir a grandes y chicos, sin dejar de lado los lazos familiares y su impacto en las familias, además de los fraudes, la explotación laboral y la manera que se manipula al público con aquellos productos que pretenden ser masivos.
Trolls 3: se armó la banda logra entretener a un público de más edad con imágenes plagadas de colores y con una narrativa claramente clásica en películas infantiles de Disney de los 80s y 90s donde la historia es marcada por canciones y chistes más adultos que se confunden ligeramente con la risa de los más pequeños, además de las referencias a la psicodelia de los años 60s con personajes que le ayudan al ritmo de la película con comentarios elocuentes como el caso de Diamantito, que personalmente me encantó.
La cinta no abandona las generalidades que propone y entra continuamente en clichés, pero eso no la hace distanciarse de lo que propone vender, en una hora y media de música, coreografías y nostalgia por quienes crecieron con la música de NSYNC. Un momento divertido que no tarda demasiado y que lleva buenos mensajes a los más chicos.