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Detrás de la etiqueta: el precio oculto de la moda rápida

Además de la explotación humana, la industria de la moda rápida es una de las más contaminantes del planeta. El proceso de producción de prendas a gran escala involucra la explotación laboral y un devastador impacto ambiental.

Por: Evelin Alexandra Thevening Payares

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“Me motivó a trabajar en esto aprender a manejar máquinas, a cortar y diseñar, con la ilusión de salir adelante y progresar”, explica María Elena plazas, confeccionista y modista. Pronto se dio cuenta de que las cosas eran muy diferentes. “La realidad es que la industria de la moda rápida se maneja a un ritmo que toca darle cumplimiento muy rápido durante el proceso”, recuerda María Elena.

La presión para cumplir con los plazos y la producción es constante. “No se puede uno poner a hablar o estar yendo al baño, toca hacerlo a determinados momentos o a ciertas horas que nos dan para eso. El tiempo de almuerzo, es una hora y toca correr”, explica María Elena.

La industria de la moda rápida tiene un alto impacto ambiental, y se basa en la explotación de los trabajadores, muchos de los cuales viven y laboran en condiciones precarias. En las calles de Colombia, las marcas de moda como H&M, Zara y Koaj se han apoderado de esquinas y locales comerciales. Estas tiendas llenas de ropa que siguen las últimas tendencias, invitan a comprar sin parar, con precios aparentemente irresistibles.

En muchas de estas marcas se destaca la falta de transparencia y de responsabilidad: “Hay empresas muy buenas, como hay otras que no dan muchas condiciones”, dice María Elena. “Hay empresarios que dicen que pagan la pensión y todo, y no la están cotizando, entonces ahí estarían explotando y robando al empleado”. Se lamenta María Elena.

Detrás de esta aparente abundancia, se esconde una realidad más oscura: la explotación laboral, peligrosas condiciones de trabajo y un impacto ambiental devastador.

La industria de la moda rápida es un fenómeno global, en virtud del cual las marcas de moda aprovechan la producción masiva y rápida para satisfacer las constantes demandas del mercado, renovando sus colecciones a un ritmo acelerado.

Sin embargo, el costo de esa producción rápida y barata se refleja en los precios de venta, y en la vida de los trabajadores que producen esas prendas. En Colombia, y en otros países de América Latina, los trabajadores de estas fábricas se ven sometidos a condiciones laborales extremas, muchas veces a espaldas del consumidor.

Según un informe de la organización para la cooperación y el desarrollo económicos (OCDE), las fábricas que producen para las grandes marcas de moda rápida a menudo tienen interminables jornadas laborales, bajos salarios y condiciones de trabajo inseguras. Los derechos laborales de los trabajadores quedan en segundo plano, ya que las grandes marcas no se hacen responsables de las condiciones de sus fábricas subcontratadas.

Esta falta de responsabilidad ha dejado a los trabajadores vulnerables a abusos laborales, en su mayoría sin que el consumidor promedio se entere. “Las empresas tienen el deber de garantizar que sus prácticas comerciales no contribuyan a la violación de los derechos humanos”, señala el informe de la OCDE. Sin embargo, la falta de transparencia en las cadenas de suministro hace que estos abusos sean casi invisibles para los consumidores, falta de visibilidad que ha permitido que la explotación continúe sin ningún tipo de sanción.

Giovanni Alberto Patiño Rodríguez, abogado con especialidad en derecho laboral, señala que las fábricas que producen ropa para marcas internacionales, muchas veces abusan de los trabajadores, y emplean a personas bajo sistemas laborales precarios.

“En la actualidad, hay diferentes modalidades de contratación que incluyen protección social que reconoce las prestaciones laborales, como pagos de salud y pensión, sin embargo, en muchas partes del mundo, existen fábricas satélites que no pagan impuestos y que remuneran a los trabajadores por hora”, señala Patiño.

Estas fábricas satélites, que no suelen estar sujetas a las leyes laborales de los países en los que operan, se aprovechan de los vacíos legales y de la escasa regulación. Los trabajadores de estas fábricas, a menudo en países con una débil supervisión laboral, enfrentan largas jornadas laborales por sueldos bajos, sin ningún tipo de beneficio social. Esto crea un ciclo de explotación difícil de romper, pues los trabajadores se ven obligados a aceptar estas condiciones para sobrevivir. 

Además de la explotación humana, la industria de la moda rápida es una de las más contaminantes del planeta. El proceso de producción de prendas a gran escala involucra la explotación laboral, y un devastador impacto ambiental.

Según el mismo informe de la OCDE, la industria de la moda es responsable de una serie de daños ecológicos, que van desde la contaminación del agua hasta la liberación de micro plásticos en los océanos. La contaminación del agua es uno de los problemas más graves, porque en muchas fábricas de textiles, los tintes y productos químicos utilizados para la producción de ropa son vertidos en ríos cercanos sin ningún tipo de tratamiento, que afecta la biodiversidad acuática y pone en peligro las fuentes de agua potable para las comunidades locales.

La producción de ropa sintética, como aquella fabricada con poliéster y otras fibras artificiales, es un problema, pues con cada lavada se liberan micro plásticos que terminan en los océanos, afectando la vida marina y la humana, porque los micro plásticos se incorporan en la cadena alimenticia, que puede tener consecuencias devastadoras para la salud y el medio ambiente.

Eso no es todo: la industria de la moda también es una de las principales culpables del cambio climático. La producción masiva de ropa requiere enormes cantidades de energía y de recursos, que genera una enorme huella de carbono. Según un informe de la ONU, se estima que la industria textil es responsable de alrededor del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, que agravan el calentamiento global.

¿Cómo es posible cambiar este sistema? Como consumidores hay un papel fundamental en la transformación de esta industria. Cada vez que se compra ropa, se trata de una decisión que puede tener un impacto significativo en el medio ambiente y en las vidas de los trabajadores de la industria. 

“Trabajaba más de 8 horas de pie, sin descanso, bajo una presión constante para cumplir con los plazos. A veces, incluso sentía rivalidad con mis propios compañeros, todos tratando de producir más y más rápido. Era un ambiente agotador y estresante, pero independientemente de eso, intentaba no llevar los problemas del trabajo a mi casa”. Concluye María Elena plazas.

Las alternativas más sostenibles, como comprar ropa de segunda mano o rentar ropa, están ganando popularidad. Estas opciones son mejores para el planeta, y son una forma más económica y divertida de vestirse.

El cambio en la industria de la moda requiere un esfuerzo colectivo. Pequeñas acciones, como elegir marcas que prioricen la sostenibilidad y la justicia laboral, pueden hacer la diferencia.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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