“Los niños como lectores son un público exigente. No se dejan impresionar fácilmente por textos didácticos o moralizantes. Al contrario, buscan historias que les hablen directamente, que estimulen su imaginación y que principalmente les permitan explorar tanto el mundo real como el de la fantasía”.
Claudia Rueda, escritora e ilustradora reconocida en el ámbito de la literatura infantil, nos cuenta que los niños son expertos en habitar simultáneamente ambos mundos. “No les basta con la realidad; inventan posibilidades, resuelven problemas con su imaginación. No es que no entiendan la diferencia entre fantasía y realidad, sino que no ven necesidad de elegir entre los dos mundos”, explica.
sta característica convierte a la literatura infantil en un espacio privilegiado para el desarrollo de la creatividad y la sensibilidad. Para Claudia, el objetivo de sus obras no es moralizar ni educar de manera explícita. “La buena literatura infantil nunca debe ser una lección disfrazada. Es un espacio para explorar emociones, para aprender sobre el mundo, pero, sobre todo, para celebrar la humanidad y la imaginación”.
Julián Acosta, editor con una larga trayectoria en libros álbum, enaltece que este género tiene muchas similitudes con la poesía. “Un libro para niños es como un poema: cada palabra debe ser precisa, cada ilustración debe resonar con el texto. En un libro infantil, nada sobra, nada falta. Se trata de encontrar el equilibrio perfecto entre texto e imagen”. Según Julián, este cuidado extremo en la edición se debe a que los niños leen tanto con los ojos como con el corazón, y cualquier desconexión entre lo visual y lo textual puede romper la magia de la lectura.
Además de ser un refugio para la imaginación, la literatura infantil tiene un papel fundamental en la formación emocional y social de los niños. Historias que abordan temas como el miedo, la pérdida, la amistad o la alegría permiten a los pequeños explorar y comprender sus propias emociones. Por ejemplo, una historia que incluye un personaje enfrentándose a sus miedos puede brindar a los niños herramientas para manejar sus propias inseguridades. La literatura infantil también fomenta la empatía, ya que permite a los niños experimentar la vida desde perspectivas distintas a la suya.
Para Julián, las ilustraciones son una extensión de la imaginación, una invitación a entrar en mundos nuevos y fascinantes. Finalmente, la literatura infantil no solo enriquece a los niños, sino también a los adultos que la crean o la comparten. Muchos padres, maestros y bibliotecarios redescubren la capacidad de asombro y sensibilidad a través de estos libros.
Así, la literatura infantil se consolida como un puente entre generaciones, un vehículo para explorar lo desconocido y para reconectar con nuestra humanidad. En cada historia, no solo los niños encuentran respuestas y nuevas preguntas, sino que también los adultos redescubren el poder transformador de una buena narrativa. La literatura para niños no es, como algunos creen, un género menor; es, en realidad, un espacio donde se crean las bases de una imaginación y una sensibilidad que acompañarán al lector toda la vida.
Redactado por Natalia Veloza, integrante del Semillero en Investigación El Árbol Rojo.
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…de pronto ahí está, delante de ti…” ¡El árbol rojo! “…rebosante de color y vida, tal como lo imaginabas…” Las voces de la escritura, en las hojas de “El árbol rojo”. Un programa del Taller de escrituras creativas “El Árbol Rojo”.