Por: Nicolás Niño Maldonado
Ruinas, tristeza y nostalgia. Así es como Jaime Primo recuerda su “Armero de toda la vida”, que al pasar los años sólo deja recuerdos y atesora memorias de la riqueza y prosperidad que vivió durante sus primeros 25 años de vida.
El 13 de noviembre de este año se conmemoran 35 años de la famosa tragedia de Armero, una pérdida simbólica que se llevó más de 23.000 víctimas de los posibles 35.000 habitantes confirmados en ese tiempo.
Hoy no quedan más que recuerdos, nostalgias y memorias en el pueblo ubicado en Tolima, se evidencia un campo de silencio carcomido por la naturaleza tapando las ruinas que quedaron, y su aire deja aún la misma impresión a azufre el cual fue evidente y penetrante aquella inolvidable noche.
Jaime Primo Romero fue un superviviente más de la noche emblemática, la verdadera suerte de vida enfrascada en un futuro incierto para todos. Un sillón cómodo, las piernas cruzadas y un vaso de agua a su lado confirmaban que no era un tema fácil de hablar ni mucho menos recordar, el tono de su voz y su forma de contar la historia son notorias en sus expresiones faciales, las cuales se llenan de tristeza y melancolía.
“Armero: la Ciudad Blanca, así la llamábamos”, una ciudad rica en agricultura y ganadería, productos abundantes como el algodón, ajonjolí, mazorca y sorgo, además su avance urbano se veía reflejado en las innumerables sucursales bancarias principales de Colombia.
La educación siempre fue primordial en Armero, recuerda que en ese entonces existían 12 colegios de los cuales 4 eran distritales y el resto privados, sus zonas verdes y su clima tropical permitían ser el centro de atención para cualquier persona “de afuera” que decidiera visitar Tolima.
Armero estaba rodeado por tres ríos: Lagunilla, Mariquita y San Lorenzo, estos servían de riego para el cultivo de la ciudad, por ende, la ganadería nunca faltó.
Armero fue una ciudad reconstruida, pues aclaro que dicho acontecimiento ya había ocurrido hace más de 450 años, en ese entonces murieron entre 1500 a 2000 personas. Aquí es donde entramos en materia, los habitantes de Armero fueron advertidos por el gobernador y el sacerdote con casi 10 meses de anticipación de lo ocurrido, las advertencias de que el Nevado del Ruiz despertara en cualquier momento eran inminentes, dichas personas no procesaron debidamente esta advertencia, pues pensaban que, ya tenían su hogar establecido y que de ahí nada ni nadie los sacaba. Las personas no se alertaban porque no hubo una expedición adecuada para determinar semejante atrocidad.
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