Por: Michele Lorena Quesada Crónica
Su hogar en el barrio Kennedy si usted conoce un poco de su historia, sabrá que lo describe a él a profundidad, su frente es color palo de rosa con blanco y las rejas negras, los pisos del ante jardín son baldosines de los marrones y sobre ellos hay diferentes tipo de flores, porque eso sí, nunca dejó olvidar lo que aprendió cuando trabajó en la floristería, al ingresar se encuentran las paredes pintadas de un color gris muy claro casi que llegando a blanco, y siendo franca, no le encuentro la finalidad a ese tono pero bueno.
Su morada es grande y la verdad, tampoco le hayo la lógica, pues vive completamente solo, no tiene compañía de ningún tipo y dice que así es mejor, que solo es mejor; para responsabilidades ya las tuvo hace mucho, ahora es momento de dedicarse a él y ser feliz. El aroma de esa casa es la clave y respuesta a todo, su fragancia es de hombre y de mujer, pero sobre todo su habitación, allí es donde reposa todo el olor y se va expandiendo a la casa poco a poco, yo pude notar como tenia una colonia femenina en la mesa de noche junto a la lampara, la cual ya estaba por la mitad de tanto usar para acoplar una alcoba.
Hace un par de meses, en medio de la soledad que dice gozar, se mojó la cara en busca de respuestas y tranquilidad, no es que su condición lo hiciera sentir menos, solo que lo confundía por el gusto tan raro a las prendas femeninas y el querer vestir con ellas. Se sumergió en sus pensamientos mientras se preparaba un café, esa rica aroma que lo transporta a su adolescencia cuando charlaba con su mamá acerca de las novelas de aquella época, con esto concluyó que esos pequeños detalles son los más grandes placeres que le da la vida y no hay porque despreciarlo en medio de líos mentales.
Uno es lo que es. Así fui, soy y estoy seguro que lo seré, ya no más rechazo hacia sí mismo, es momento de mi aceptación, evolución y felicidad.
Se cansó de disfrazar una mentira no mentira y ahora solo la asimila, convive y la ama, dice que no tiene necesidad de comentarle sus asuntos a un psicólogo pues desde su perspectiva eso sería muy poco ético hacia sí mismo, en algo ha de parecerse a su padre y es que, como él me dijo que el señor Albeiro decía, los problemas de la casa se resuelven en la casa y además esto no es un problema, es mi más bella confusión que me ha ayudo a llevar la vida de una manera un poco fuera de lo común y a sobrevivir a los malos tratos que recibía en el ejército.
Sus padres nunca supieron su gran secreto, decidió revelárselo a sus más allegado con el pasar del tiempo, en esas estoy yo y mi padre, por eso estoy hoy relatando su historia, un hombre que me vio crecer y me ayudó en muchos ámbitos de mi vida por lo cual le respeto su intimidad y deseos para que así yo lo pueda plasmar aquí en mi crónica, el disfraz de una mentira.