Por: Sergio Palma
Esta historia se da en un sector popular del suroriente de Bogotá, el barrio Córdoba. Es un sitio muy concurrido, queda a unas cuantas cuadras del 20 de Julio, reconocido por tener uno de los templos históricos más visitados por extranjeros en la capital, la iglesia del Divino Niño Jesús, a la cual van miles de feligreses extranjeros y colombianos a visitarla cada semana.
El Córdoba es tranquilo, de buen ambiente, la gente se saluda unos con otros, es un barrio de estrato medio que puede llegar a bajo. Armonioso, nadie se mete con nadie, es un lugar en el que la mayoría de veces se puede respirar con tranquilidad, como dirían algunos anuncios. Se vive en paz, puedo dar fe de eso ya que he vivido allí toda mi vida. Sin embargo, en el último mes hubo un asesinato.
La víctima de este asesinato a sangre fría se llamaba Jorge Cardozo, más conocido en el barrio como “El diablo”, era moreno, su piel estaba quemada por el sol, su cabello era crespo y largo, tan largo que tenía trenzas; de ojos color negro, la nariz era puntuda, orejas pequeñas y vestía normal, como una persona del común.
Siempre tenía su ceño fruncido, lo que generaba una mala mirada a todos los que le pasaban por el frente, como se dice coloquialmente “tenía cara de pocos amigos”. Siempre andaba con buena plata en su billetera para gastar en lo que quisiera, por eso la gente creaba rumores, además siempre actuaba sospechosamente.
Aparecía pocas veces en el barrio, pero cuando se veía, levantaba sospechas por su relación con los adolescentes con los que se la pasaba, la gente no creía que eso fuera normal ya que todos estos jóvenes, después de tener una supuesta amistad con él, terminaban drogadictos o ladrones…
Pero las sospechas se acabaron cuando los vecinos empezaron a percatarse de que efectivamente era ese personaje el que le vendía droga a los jóvenes del sector, dicen que la primera dosis se las obsequiaba a los muchachos como estrategia para que ellos se volvieran adictos y le siguieran comprando; después de que le empezaban a comprar drogas no tan fuertes como la marihuana, seguía vendiéndoles drogas psicoactivas y así sucesivamente. Ese era su negocio.
Los hechos de esta historia se dieron el pasado miércoles 12 de febrero, era un día tranquilo en el barrio Córdoba, todo estaba en calma como de costumbre. En la diagonal 28 sur con 1ª este, estaba montada la plaza para hacer mercado. Es una tradición desde hace varios años en el sector, hacerla todos los miércoles en la tarde y parte de la noche.
La tarde estaba tranquila como cualquier miércoles, aunque era un día nublado y parecía que fuera a llover, hacía mucho frío, un frío de esos que son para quedarse en la casa, quizá el clima de ese día era el antecedente de los hechos fatídicos que iban a ocurrir minutos después.
A eso de las 5:10 de la tarde llegó caminando Jorge, “el diablo”, a compartir un rato con algunas personas en la plaza, no se veía alarmado como otras veces, por el contrario, estaba tranquilo, como si nada estuviera pasando; él no se percataba de lo que le esperaba minutos después…
Un personaje en una moto gris lo estaba siguiendo durante su recorrido al parque del Córdoba, en donde se hace la plaza. Cuando el asesino vio que “el diablo” se quedó quieto en el lugar, no dudo ni un segundo y se bajó de la motocicleta, se aproximó lentamente a su víctima, fue discreto para que “el diablo” no se percatara de que él se acercaba. Sin embargo, Jorge volteó a mirar al asesino y éste, sin titubear ni temblarle la mano, sacó una pistola negra, (dicen los habitantes del sector que era automática), y le disparó tres veces, éste cayó inmediatamente al piso.