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El terror del hielo negro – primera parte

Por: Sergio Alejandro Vargas Mendoza

En la madrugada de una noche que para algunos pueblerinos fue una de las más frías del año, para la familia Chaparro seria la escena de una desgarradora película de terror, pues al salir al campo y observar unas manchas de sangre en el pastal, la joven Julieta lloró y fue en busca de su padre…

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Boyacá es uno de los departamentos de Colombia con mayor producción agrícola del país, esto, gracias a su variedad de climas y tierras las cuales ayudan a que se generen cosechas variadas a lo largo del año.

De sus 123 municipios, Cerinza, ubicada a 71 km de Tunja en el Anti plano Cundiboyacense, es un pueblo acogedor con un clima templado, una fresca brisa helada proveniente de las montañas y las miles de hectáreas que rodean a este pequeño pero hermoso municipio. El verdoso es imposible de ignorar cuando en pleno día caluroso y con ayuda de los rayos solares, la clorofila de las plantas permite observar el gran trabajo de la pacha mama.

Sin embargo, en las noches, cuando el último rayo del crepúsculo se oculta y comienza a imperar la penumbra nocturna, el clima desciende de forma abrupta, sin dejar rastro alguno del día caluroso que cobijaba a sus habitantes con una temperatura de entre los 19 a 21 grados centígrados.

Pero este es un fenómeno que sus habitantes han venido viviendo en una constante transformación; pues a lo largo del tiempo, la historia del municipio nos cuenta que la temperatura viene variando de unos años hacía acá, cuestión atribuida, por lo general, a los cambios climáticos, lo que desembocó en innumerables pérdidas para el cultivo y la ganadería de los campesinos del sector, y así, directamente su economía, el sustento de sus familias y su estilo de vida.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que, pese a la ausencia de estaciones en el país, por lo general, la temporada de diciembre a enero logra generar una variación climática que comprende altas temperaturas en el día, y en la noche, específicamente hacia la madrugada, la presencia de grandes bajones de temperatura, desencadenando lo que se conoce como “Heladas”.

Situación que, aunque perceptible en muchas de las grandes ciudades, no es comprensible, pues se ignora que, en el campo, las bajas temperaturas no se resumen únicamente en “frío”, si no en un daño casi irreversible para el proceso de cultivo. Sin entender que indirectamente, los citadinos estarán siendo afectados por este mismo fenómeno en un futuro no muy lejano.

Un día soleado y despejado, de esos en qué los niños del pueblo disfrutaban de los aguinaldos boyacenses y la variedad de fiestas oriundas del municipio, en la plaza principal los obreros armaban y alzaban las carpas para las ferias navideñas y una tarima para la variedad de conciertos que el alcalde se encargaría de traer para despedir como se merece el año.

Turistas vendrían por los icónicos alumbrados de la ruta festiva y con ello el comercio mejoraría notablemente. Sin embargo, en las afueras del pueblo las cosas no eran iguales; la temperatura comenzaba a descender drásticamente, el flujo de aire comenzó a disminuir.

Don Ángel Chaparro es un campesino que fue afectado por este fenómeno. Todo inició cuando durante su rutina, y luego de aprovechar las horas arreando a su ganado y aprovechando los últimos rayos del sol cultivando verduras y tubérculos frescos con el fin de venderlos en el día de plaza; para así mismo alimentar a su familia.

Esta rutina la tenía presente hace años y además su familia viajaría para las festividades pues, según él, “las fiestas para despedir el año son para pasarla en familia y demás amigos”. Esa noche en su hogar, fue una noche como cualquier otra, su esposa se encontraba en la cocina con sus dos hijas preparando lo que sería una grandiosa cena familiar.

Mientras él con su hijo veían la televisión en una gran pantalla; que, aunque no sea lujosa y de última tecnología, dejaba que el gato de la casa se pudiera recostar encima por lo grande de este. Principalmente en la noche se trasmitían el noticiero o las novelas que se observaban en familia.

Pero esa noche él recodaba muy bien que estaba viendo el famoso Show de las Estrellas, cuando de pronto la noche se sumergió en un gran frío, a las afueras de la casa se veía una gran penumbra, la niebla era tan densa que ni siquiera la luz de una linterna podía iluminar los cultivos o los animales de aquella finca.

Los “pulgosos” como  describe don Àngel a sus cachorros, eran los guardianes de aquellas hectáreas, perros fieles a su amo que por el pequeño costo de comida y cariño protegían todo de ladrones o animales salvajes; sin embargo, esa noche, esa precisa noche, se veían decaídos por las bajas temperaturas, lo que obligó a don Ángel permitirles dormir dentro de la casa sin asegurarles que se protegerían por completo del frio, pues aun así la casa se encontraba helada.

Eran las cinco de la madrugada, la noche fue tranquila y no se había escuchado ruido alguno, como era costumbre, la familia se levantaba completa y los quehaceres se repartían entre los cuatro integrantes de la familia. Las primeras en salir fueron doña Esperanza y la pequeña Julieta. Ángel estaba alistándose y poniéndose sus botas pantaneras, cuando de repente escuchó un grito acompañado de las palabras “PAPI…PAPI”. Al llegar a las afueras de la finca el rojo carmesí de la sangre era inconfundible. 6 vacas, 15 gallinas y 7 conejos hacían parte del ganado que esta familia cuidaba, sin embargo, ahora eran 28 cadáveres en total de animales que brutalmente fueron asesinados, don Ángel, en medio de su dolor, procede a llamar a las autoridades que pasadas unas horas llegaron a su finca, los oficiales interrogaron a toda la familia para poder obtener alguna pista que diera con los presuntos responsables del aquel atroz suceso.  

Enlace para continuar con la segunda parte: https://www.uniminutoradio.com.co/el-terror-del-hielo-negro-segunda-parte/

| Nota del editor *

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