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Entre lo terrenal y lo celestial: La desaparición de Kelly Johana Rojas

Puso en limpio los pensamientos en su cabeza, y abrió su mente para darle espacio a la imagen de la niña: la veía con claridad, como si la cinta de una película hubiera sido insertada en la pantalla de su mente, la vio tirada sobre un colchón, desnuda en medio de un potrero. Con el corazón arrugado preguntó qué lugar era ese, y como una ráfaga le llegó la palabra Flandes. Su pequeña sobrina se hallaba lejos de casa, inconsciente y sola a punto de morir. El dolor creció en su pecho y la decisión estaba tomada: no permitiría que ese fuera el final, tenía en su interior muchos sentimientos que le decían lo que debía hacer, pero la impotencia no era uno de ellos.

Por: Karen Vivian Ortiz Triana

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Wilfredo se encontraba en Bogotá celebrando el cumpleaños de su cuñado. Un ambiente de algarabía retumbaba en las paredes de la casa, tanto que los bafles del equipo de sonido no daban más volumen. Eso no evitó que sintiera la fuerte vibración de su viejo teléfono y un sentimiento extraño de que algo andaba mal. Se alejó del ruido y sacó el Nokia del estuche que pendía de su cinturón y contestó la llamada. Escuchó con atención la voz de su hermana, que febril le contaba la situación.

Will comenzó a adentrarse más en los pasillos de la casa, desconcertado por el largo tiempo que los padres de Kelly habían dejado pasar antes de decir algo sobre la desaparición de la niña. Sin que pasara un segundo más cerró sus ojos y concentró su energía para comunicarse con los seres celestiales que le dirían sobre el estado de la niña: “Normalmente a mí me recibe alguien más, pero cuando pregunté por ella me dijeron que estaba muy mal. El ser que salió a mi encuentro fue el ángel del destino, como quien dice ya aquí no había nada más que hacer, la niña ya estaba en la lista de partida”.

Fotografía: Liliana Gallego

Era septiembre de 2008, y la tarde caía con un calor hostigador en la ciudad de Girardot. El cielo se pintaba de vibrantes tonos rojizos y las pisadas cansadas de Kelly Johana Rojas pesaban en el asfalto caliente. En ese entonces esta jovencita de 15 años se dirigía hacia la biblioteca del centro de la ciudad para hacer sus tareas, que le quedaba algo lejos de su casa ubicada en la vereda de Pozo azul, pero el recorrido para ella valía la pena porque la biblioteca tenía aire acondicionado y computadores con internet. Por lo regular no se tardaba allí más de una hora, más los veinte minutos que invertía en regresar a su casa en un día normal: pero este no fue un día normal, pues Kelly había desaparecido hacía más de 4 horas sin dejar rastro.

Lo que comenzó como una preocupación creciente, pronto se convirtió en una odisea que llevaría a su familia a recurrir a medios extraordinarios en la búsqueda de la joven. La madre de Kelly, Nohemí Solís, preocupada por encontrar a su hija, acudió a su hermano, que, según ella, tiene influencias celestiales: “Eso fue horrible, yo sentía que me moría, fue durísimo, mi niña hermosa se me había perdido, entonces llamé a Willy que nos ayudó muchísimo, él fue quien nos la trajo, le mandó un ángel a la niña”.

Un hombre con un don: La fe en la humanidad

Wilfredo Ortiz Rodríguez o Will, es conocido como un hombre noble, trabajador, carismático y dispuesto a ayudar siempre que puede. Nacido y criado en el campo junto a sus 3 hermanas, sus padres le inculcaron la religión Católica. Se convirtió en monaguillo de la iglesia del municipio de Suarez en el Tolima, y empezó a leer la biblia a sus 11 años. Desde entonces comenzó a cuestionarse algunas incongruencias entre lo que predicaba la religión y lo que sentía en su interior, que interpretaba como la verdadera palabra de Dios.

Conforme fue creciendo afirma que sus charlas eran cada vez más frecuentes con el padre universal, una conducta que es notoria en su personalidad, hecho que lo ha convencido del objetivo de impulsar a las personas a buscar su propio camino hacia esa fuerza suprema. Su fe y conexión espiritual, que para muchos llega a un nivel incomprensible, ha ayudado a muchas personas que, a pesar de no entenderlo, hacen que sus familiares y amigos más cercanos confíen en sus capacidades, luego de vivir junto a él hechos inexplicables, milagrosos y de escuchar tantas historias, que cualquiera puede suponer que el hombre tiene algún don extraordinario, o que al menos sabe algo que otros ignoran.

Fotografía: psic0nautas

Luego de atender las súplicas de su preocupada hermana, se dirigió a la habitación más alejada de la fiesta y cerró la puerta de la habitación. Afuera hasta su esposa bailaba feliz sin tener idea de la tensión y el miedo que estaban a punto de explotar en el pecho de Wilfredo. Se tumbó boca arriba en una cama grande que rechinó con su peso, donde comenzó a relajar su mente y su cuerpo. Escuchaba cada vez más lejos la música, en tanto que el sentimiento de urgencia por salvar a su sobrina se hacía más latente. Sus dedos comenzaron a cosquillearle y la sensación de estar flotando le hizo abrir los ojos con tranquilidad: en ese momento exacto comenzó su experiencia extracorpórea que afirma le permitió proyectar su alma para ir junto a Kelly en un viaje astral.

La experiencia no terrenal

“Yo trataba de levantarla, pero la encontraba muy pesada, mi alma no podía levantar su cuerpo físico”. Al estar junto a ella, Wilfredo pudo sostener la ropa de la niña que estaba tirada a su alrededor, la recogió y la vistió. Sus pantalones quedaron al revés y su camisa estaba muy sucia, pero fue lo mejor que pudo hacer en su intento por cubrirla a más de 140 kilómetros de distancia. Entonces se derrumbó, vio la piel canela de la niña llena de moretones, su hermoso cabello rizado estaba enredado y lleno de tierra, su pecho se expandía y contraía lentamente por su pesada respiración, y a un lado estaba su maleta rosada con los libros de la biblioteca que llevaba a casa desperdigados por todas partes.

Will miró cauteloso a los seres junto a ella, con quienes ha convivido y trabajado antes para ayudar a otras personas, y les preguntó si había algo que pudieran hacer, que él quería intervenir en este evento para que fuera diferente. Sentía que sus manos se hacían puños en su cuerpo físico mientras pedía permiso para salvarla, y del cielo recibió una respuesta positiva. Will dice que la menor había sido agredida física y sexualmente, un trauma que no quería que llevara encima por el resto de su vida.

“Les dije yo: la traemos bien, pero quitémosle ese recuerdo, que no rememore nada de lo que le hicieron y que en su cuerpo no quede evidencia”. A pesar de eliminar cualquier rastro que le ayudara a la policía a encontrar a los responsables, Will solo quería ver despierta a su sobrina y sin ningún trauma físico ni psicológico. Pero existía un detalle, la consecuencia que le comentaron es que Kelly sería estéril, y él pensó que más adelante, de seguro, existirían tratamientos, y prosiguió bajo esa advertencia.

Una vez terminado el proceso, los seres celestiales desaparecieron y era tarea de Wilfredo llevar a su sobrina a un lugar seguro. Ella comenzaba a levantarse y tambaleaba entre dormida y despierta, al tiempo que él la guiaba hacia la carretera: “¡Sígame, sígame!, le decía, hasta que la acerqué a las puertas de una discoteca que se llamaba Mr. Caimán allá en Flandes, donde menos mal la encontró un taxista bueno que la llevó a la casa”.

¿Fe, suerte, casualidad o voluntad?
En el círculo familiar de Will es normal oír acerca de sus frecuentes interacciones con el mundo espiritual y con seres de todo tipo, así que no fue sorpresa, pero sí un inmenso alivio para Nohemy, la madre de Kelly, recibir una llamada de su hermano media hora después en la que le advertía que la niña iba para la casa en un taxi, que apenas llegara tuvieran todo listo para llevarla al médico.

Y efectivamente, la joven llegó a la entrada del barrio, y tan solo poner su pie descalzo fuera del taxi, ya estaba envuelta en los brazos de sus padres. Su mamá dejó salir un suspiro de su boca con el que se escaparon las 5 horas de preocupación y desespero: el vacío en su pecho había caído a sus pies. “Él nos guiaba, nos tranquilizaba, nos decía que estaba un poco mal pero que ¡estaba viva! Cuando apareció mi hija me volvió el alma al mundo, mi niña había vuelto, eso fue horrible”. El nudo en su garganta se desvaneció con su plegaria: “¡Mi niña! ya estás en casa mi amor, ya estás con mamá”. Pero ¿cómo era posible? El padre de la niña, Gustavo Rojas, un hombre grande, moreno, desconfiado y escéptico, estaba completamente asombrado y confundido porque su hija había llegado 5 minutos después de la llamada, pero el sentimiento de agradecimiento con su cuñado era más grande que todas las preguntas que tenía, así que decidió dejarlas para después, lo único que importaba era que su pequeña estaba en casa.

Los detalles de lo que le sucedió a Kelly siguen envueltos en un velo de misterio para el resto de la gente. ¿Cómo era posible que la drogaran, se la llevaran y volviera desde Flandes en un taxi, sin un rasguño y con los pantalones al revés? como advirtiera su tío.


La propia Kelly apenas recuerda una breve interacción que tuvo con una anciana desconocida, que la abordó a las afueras de la biblioteca, que le cortó el paso para pedirle direcciones. Según su testimonio, el encuentro fue inesperado: “Se me hizo muy cerca y abrió un libro en mi cara, desde entonces solo recuerdo haberme despertado y ver a mi tío como entre sueños: ¡Yo lo vi! se lo juro que yo escuchaba su voz que me insistía: Kelly, es por aquí, ya casi llegas, yo como pude me levanté y empecé a seguir una luz hasta una especie de bar; entonces yo decía: llévenme a Pozo Azul, llévenme con mi mamá”. Fue justo cuando un taxista de buen corazón, como un ángel terrenal, la devolvió a los brazos desesperados de sus padres y se fue sin decir nada.
Esa misma noche, antes de volver a la fiesta, como si nada hubiese pasado, Will les pidió a los seres espirituales el historial de los criminales, que le mostraron la cara de 3 hombres y una anciana: “Yo pregunté quiénes habían hecho eso y me mostraron a una persona negra en compañía de una señora vieja y otros 2 personajes que vivían en el barrio La Rosa, era un narcotraficante que el tipo le pagaba a la vieja para que consiguiera niñas para él hacer eso, yo no quise interferir ahí, solo me importaba lo de la niña”.

Ante la incredulidad de los vecinos, Nohemy tenía por seguro que un ángel mandado por su hermano había traído a su hija, que los milagros existen, y el karma también, pues unos días luego del suceso, Gustavo, el padre de la niña, fue a la policía a reportar el caso. 5 años después las autoridades confirmaron lo que Wilfredo había relatado, pues habían encontrado en Cali el cadáver del responsable: “Le dijeron a Gustavo que esa banda conseguía niñas para venderlas, pero como que creyeron que a Johanita la habían matado, por eso la dejaron botada donde la dejaron”.

Durante los días posteriores los habitantes del barrio Pozo Azul murmuraban sobre la influencia celestial del tío Wilfredo y su intervención milagrosa. Kelly, por su parte, guardaba en su corazón el sentimiento de gratitud hacia su tío. En lo más profundo de su ser sabía que había experimentado algo más allá de lo tangible, algo que apenas tiene explicación en los misterios insondables que alberga el cielo. Y aunque la explicación de Will genere escepticismo, es seguro que la recuperación de Kelly en su hogar los dejó preguntándose sobre los enigmas que rodean el incidente, y ¿por qué no? al universo entero.

| Nota del editor *

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