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Estudiante de periodismo entre la libertad de prensa y la violencia

Alejandro ya había registrado con su celular los momentos en que la manifestación fue pacífica. Al momento del disturbio, vio otra oportunidad de ejecutar una vez más una práctica periodística; lo que él no percibió, fue que, al realizar esta nota, su vida podría cambiar para siempre.

Por: Diego Alejandro López Trespalacios

El pasado diez de octubre de 2019 fue una jornada teñida de multitudinarias protestas, el pueblo una vez más se pronunciaba. Por las calles de La Capital, miles de personas alzaban su voz de protesta conjugando diferentes arengas. Muchos eran los motivos para realizar esta movilización – el desmonte del Escuadrón Móvil Antidisturbios  (ESMAD), rechazo a Minesa y la explotación minera en el páramo de Santurbán, la posible reforma laboral y pensional propuesta por el ministro de hacienda Alberto Carrasquilla – pero lo que desató la manifestación, fue el caso de corrupción en la dirección de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, en la que un maestro se gastó hasta 11.000 millones de pesos en sus compras personales.

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Alejandro, un joven de 19 años, estudiante del programa Comunicación Social-Periodismo en UNIMINUTO, decide emprender rumbo junto con su amigo Brayan, desde la universidad hacia la manifestación; en el camino logran reunirse con alrededor de cincuenta compañeros de su misma universidad. Finalmente, los jóvenes llegan a la Universidad Distrital.

La manifestación se dirigió desde la Universidad Distrital hacia la Plaza de Bolívar, esta fue acompañada de pequeñas confrontaciones contra los escuadrones del ESMAD ya desplegados por las rutas de los manifestantes. 

Al llegar a la Plaza, los enfrentamientos se tornaron brutales, francotiradores del ESMAD cargados con balas de pintura, defendían sus escuadrones acorralados en el Palacio de Justicia por la lluvia de piedras y palos a la que eran sometidos por los manifestantes. 

Alejandro ya había registrado con su celular los momentos en que la manifestación fue pacífica. Al momento del disturbio, vio otra oportunidad de ejecutar una vez más una práctica periodística; lo que él no percibió, fue que, al realizar esta nota, su vida podría cambiar para siempre. “Yo quería hacer un contraste entre la manifestación pacífica, llena de muestras culturales y arengas, y la manifestación violenta, cargada de desespero social, al ver que la marcha pacífica no funciona”. Dice Alejandro con sus propias palabras.

Todo marchaba como se esperaba, Alejandro empezó a grabar, estaba posicionado a unos veinte metros del disturbio, su cámara podía registrar la confrontación desarrollada en el Palacio de Justicia; lo que él no suponía, era que en la posición que estaba podía ser blanco de un objeto contundente desviado, o incluso, una agresión directa.  

Treinta segundos después de iniciar su grabación, justamente a las 3:52 pm, ocurrió lo inesperado. Un objeto a gran velocidad golpeó su ojo izquierdo. El intenso dolor, junto con la sensación de fluidos bajando por su rostro lo llenaron de temor; el instinto natural lo llevó a huir corriendo del lugar. “Yo tenía miedo de ver qué tenía, sentía que me derramaba alguna cosa, pensé que era mi ojo destrozadoafirmó Alejandro. Finalmente, lo que se derramaba por su rostro era pintura, su ojo seguía en su lugar, con el fatal desenlace de un rostro totalmente inflamado por el golpe y la perdida de la visión por su ojo izquierdo.  Alejandro, quién no tenía responsabilidad en los desmanes, fue la principal víctima de una agresión directa; su victimario, las fuerzas tenebrosas del ESMAD. Un francotirador alojado en las terrazas del Palacio de Justicia, armado con balas de pintura, disparó cobardemente en el rostro de él, dejándole un daño irreversible para el resto de su vida.

Los daños en su ojo fueron graves, incluso, luego de las costosas cirugías realizadas. El iris de su ojo solía ser café, ahora es negro debido a su pupila destrozada y esparcida; la luz del sol, incluso la de algunos interiores, es ahora un gran problema; es necesario usar constantemente lentes de sol en la superficie para evitar daños más significativos.

Las semanas posteriores al golpe fueron dramáticas, las cirugías requeridas eran de carácter urgente. Él buscó llevar su caso a los medios de comunicación, La Fiscalía, su EPS, ONGs, y parecía que con ninguno de ellos se iba a resolver su situación. Finalmente, tras dos semanas de angustia, la esperanza renació; Alejandro recibió la llamada de una mujer, Aida Avella, Senadora de la Republica de Colombia; ella se enteró del caso de él y decidió convocarlo a una plenaria junto con la Superintendencia de Salud. Se pronunció ante la dirección de la Superintendencia, dejándoles en claro que las cirugías que él necesitaba eran urgentes, y, que de hospital en hospital no le hallaban solución.

La cirugía se programó para la siguiente semana, él estaba muy expectante, a la espera de saber que iba a suceder realmente con su visión. Luego de los exámenes posteriores a la cirugía, se comprobó que la visión de Alejandro nunca volvería a ser la misma. Además, tendría que pasar varias intervenciones quirúrgicas para recuperar al menos el 60% de su visión. “Cuando me hagan todas las intervenciones, espero recuperar el 60, 70, 80 y si Dios quiere un 90 por ciento, que yo vuelva a ver bien, porque ahora estoy totalmente visco por no enfocar bien”, afirma Alejandro.

El caso de Alejandro fue denunciado ante la fiscalía, esto ha traído un sinfín de investigaciones, citaciones en medicina legal, pero aún, casi cumpliendo un año desde los hechos, no ha sido aceptada la demanda en La Fiscalía. Actualmente, la abogada encargada del caso realiza una investigación partiendo de las grabaciones realizadas por algunas cámaras de seguridad situadas en el lugar de los hechos. En estas grabaciones, se muestra como la fuerza disponible de la Policía ingresa justamente por el sitio donde se realiza el atentado a Alejandro; se piensa que, posiblemente, fueron estas entidades quiénes realizaron el disparo que cegó las esperanzas de Alejandro de ejercer su derecho a la libertad de prensa sin ser violentado.

| Nota del editor *

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