El esfuerzo del pescador Orlando Ramírez, desplazado de El Quimbo ahora se enfoca a entablar una demanda directa en contra de la multinacional española Emgesa.
Dice este hombre, con la sencillez que caracteriza a las personas humildes, que ya son cinco años en los que no ha podido ayudar a sus hijos menores. A quienes tuvieron que dejar de estudiar porque no pudo seguir pagando, ni sus colegios ni el costo que representaba el primer año en el Sena para uno de ellos. Tampoco pudo volver a visitarlos, porque ahora viven en los llanos orientales.
Y él, don Orlando, se vino a Bogotá y a la plaza porque siente que a nivel nacional se percibe como un lugar emblemático: en el marco que conforma la Catedral, el congreso legislativo, la alcaldía mayor, y la Corte Suprema de Justicia.
En medio, y en el abandono, está él. Pero no se le han agotado las fuerzas. Con lo que uno u otro solidario le ayuda, pasa los días llueva o truene.
Con apoyo de un policía llegó a un albergue en el barrio Policarpa, y allí le dan una comida al día. El resto, lo que la suerte le otorga.
Pero son muchos los desplazados por una multinacional que afectó la vida en el río. Mató a los pescados que alimentaban a la gente en la región. Dejó sin trabajo a más de cincuenta pescadores, y por ende en el abandono a sus familias.
“A mis hijos los condenaron a ser pobres toda la vida, porque sin estudio se es pobre toda la vida”, dijo textualmente en la conversación sostenida para esta nota del programa En medio del trancón, sección, Por fuera del trancón.
La segunda parte del audio, a continuación