En Lahore, Pakistán, Asif Pervaiz fue sentenciado a prisión desde el año 2013 acusado de blasfemar contra el profeta Mahoma. Según su abogado, Pervaiz es cristiano y lo que en realidad está haciendo es “negarse a abrazar el Islam“.
Ahora, ante la sentencia de pena capital, revive el caso que inició cuando uno de los jefes del acusado intentó presionarlo para que se hiciera musulmán y, ante la negativa de Pervaiz, afirmó que él le había enviado mensajes de texto difamando al profeta Mahoma. Esto también ha generado que su esposa (diagnosticada con cáncer) y sus hijos deban esconderse, por las amenazas recibidas.

Otro caso similar es el sucedido en Nigeria con Omar Farouq, un joven de 13 años que fue condenado a 10 años de prisión por “usar un lenguaje soez hacia Alá” mientras dialogaba con un amigo. Debido a que la ley islámica considera que al alcanzar la pubertad ya se es responsable por los actos, el joven fue juzgado como un adulto.
También, un tribunal de la Sharia en el estado de Kano, Nigeria declaró culpable al músico de 22 años, Yahaya Aminu Sharif, de usar “expresiones despectivas contra el profeta Mahoma” en una de sus canciones y, por lo tanto, lo condenó a muerte en la horca.
UNICEF, la ONU y Amnistía Internacional son algunas de las organizaciones que se han pronunciado en contra de estas situaciones, condenando la violación a los derechos humanos que estas sentencias implican.
Es así como en algunos países la blasfemia se encuentra amparada por la libre expresión y en otros es un delito:

Por otro lado, Colombia desde 1991 se convirtió en un Estado social de derecho. Esto se evidencia en su Constitución Política, en el artículo 19, en el que establece que “se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”. Lo cual permite que situaciones como las previamente mencionadas no sucedan en este país.