Por: Karen Suarez
La casa embrujada tiene hambre es una obra de ficción que combina elementos de misterio y fantasía. Escrita por Luis Suescun y publicada el 23 de septiembre del año en curso por la Editorial Planeta, esta historia explora el reconocimiento de los miedos y la transformación personal. Aunque la obra está dirigida principalmente a un público infantil y juvenil, su trama está repleta de reflexiones valiosas que pueden enriquecer a lectores de todas las edades, incluidos adultos.
A través de sus divertidos personajes y sus situaciones intrigantes, Suescun logra mensajes sobre la importancia de enfrentar los miedos y la búsqueda de la verdad en medio de lo desconocido. La mezcla de humor y elementos entretienen e invitan a la reflexión sobre las autopercepciones, la familia, el duelo, entre otras temáticas.
La historia se desarrolla en torno a Antonella y su grupo de amigos, que se embarcan en una aventura con el fin de encontrar a Tony, el hermano desaparecido de Antonella. Desde el comienzo, la narrativa presenta un tono de intriga, pues la desaparición de Tony no solo afecta a Antonella, sino que a su vez se ve relacionada con otras desapariciones ocurridas en Piedra Seca, pueblo donde se desarrolla la historia. A medida que avanzan en su búsqueda, se enfrentan a una serie de desafíos sobrenaturales que les obligan a confrontar sus propios miedos. Esta travesía es una aventura para localizar a Tony, y un viaje de autodescubrimiento que les enseñará sobre la valentía, la amistad y la importancia de apoyarse mutuamente en momentos de crisis.
Uno de los temas centrales de la obra es el miedo, que opera como un elemento de terror, y como una manifestación de las creencias y supersticiones de los personajes. Estas creencias, que tienen origen en la niñez, permiten evidenciar cómo desde las infancias se reconocen y adoptan los valores que cada cultura impone. En el clímax de la historia, cuando todos los niños están a punto de rendirse, Antonella vive un momento de catarsis. En ese instante, se da cuenta de que, en un mundo cotidiano y alejado de la fantasía, todos pueden ser héroes. Comprende que lo que le enseñaron como el miedo, no es más que una limitación autoimpuesta, una elección que puede decidir enfrentar o dejar atrás.
Los personajes que acompañan a la protagonista de esta historia son un grupo de cinco niños que integran el Club Mysteria. En medio de sus diferencias y similitudes, el grupo se convierte en un espacio de apoyo y reconocimiento para Antonella, quien enfrenta el dolor por la desaparición de su hermano Tony. A lo largo de la historia se hace latente la dificultad del duelo que experimentan sus padres, hecho que les impide brindarle el acompañamiento que Antonella necesita. Es así que el Club Mysteria se transforma en su refugio, donde los miembros comparten sus propias experiencias y se brindan apoyo mutuo, fortaleciendo los lazos de amistad en un momento tan complicado. Esta dinámica resalta la importancia de la comunidad y la comprensión en el proceso de sanación emocional, así como las capacidades emocionales que muchas veces no se reconocen en las infancias. Estos factores emergen como un reflejo de la construcción social que limita lo que se considera que un niño puede sentir o aportar, que subraya la necesidad de validar sus emociones y experiencias.
La bruja es central en la trama, cuya figura representa maldad y el resentimiento. Su historia revela que se convirtió en bruja por un profundo deseo de venganza tras haber sido herida en el pasado. Esta transformación la lleva a sembrar el miedo y el caos en Piedra Seca. Sin embargo, a medida que los niños del Club Mysteria se enfrentan a ella, descubren que su verdadera debilidad radica en la falta de amor en su vida. Al recordarle que lo que realmente mueve el mundo es el amor, los niños logran desarmar su rencor y abrir un camino hacia la redención. Esta confrontación resalta la capacidad de los niños para empatizar, y subraya la poderosa idea de que el amor puede vencer incluso a las fuerzas más oscuras.
El estilo de Luis Suescun en La casa embrujada tiene hambre es perfectamente adecuado para la audiencia a la que está dirigida la historia. La narrativa es divertida, intrigante e interesante, y su lenguaje accesible la convierte en una excelente opción para incentivar la lectura en niños y adolescentes.
A través de su prosa, el autor logra mantener un ritmo dinámico que despierta el interés del lector. Además, su inclusión de personajes culturalmente reconocidos como Pac Man, y las alusiones a otras obras de terror y misterio como algunos relatos de Edgar Allan Poe, y series contemporáneas como Stranger Things, enriquecen la trama. Estos elementos son fácilmente identificables y crean un vínculo cercano con el lector, haciendo que la historia resulte aún más atractiva y relevante.
A través del viaje de Antonella y sus amigos del Club Mysteria, Luis Suescun presenta una narrativa que invita a los lectores a reflexionar sobre sus propias experiencias emocionales y la importancia de apoyarse mutuamente, así como la necesidad de soltar el rencor, incentivar el perdón, y vivir desde el amor. Esta obra se erige como un testimonio de la riqueza que puede encontrarse en la infancia, porque resalta la capacidad de los niños para enfrentar desafíos y crecer en el proceso.
La periodista Karen Suarez de Datéate, entrevisto al escritor Luis Arenas Suescún sobre su libro, La casa embrujada tiene hambre del Grupo Planeta.