Por: Daniel Rojas Chía
El coreano Park Chan-Wook director de grandes películas como Oldboy (2003) o La doncella (2016) regresa con una narración tan especial como indescifrable que lleva a una maravillosa atención al detalle, y continuas parábolas que construyen una de las mejores películas del año con Decision to leave. (헤어질 결심)
Este thriller coreano de una detective eficaz y meticuloso, que está atento a captar las cosas, investiga un posible asesinato en una remota localidad en medio de las montañas. Allí empieza una relación amorosa con la viuda de la víctima, que, sin darse cuenta, involucra su trabajo, su vida personal y su manera de pensar; lo más complicado es que ella es la principal sospechosa.
El director intenta retratar ciertos sentidos de la vida en continuos estados en el que el ser humano se involucra por medio de canciones que se repiten conscientemente en la película o en las miradas, e identifica emociones desde la niebla que se propone desde la primera frase de la cinta:
“¿Por qué, por qué tengo tanto miedo en esta nube de niebla?”.
Esa nube que se propone, se lleva por dentro, en esa deliberada construcción de tramas y laberintos personales que se da el lujo de enfatizar con sus personajes, cambiando abruptamente de género cinematográfico en plena marcha, que en ningún momento pierde el ritmo desde la historia y hacia la historia. También enfatiza en las capas de los personajes, haciendo que crezcan el dramatismo y la bella complejidad que la historia encuentra sin demasiado esfuerzo.
El director logra un efecto de constantes recuerdos a partir de las maravillosas transiciones que llevan de una secuencia a la otra, acostumbrando a los espectadores a ponerle especial atención al entorno. Esto pasa porque el director coreano retoma muchas formas clásicas de narración del cine negro de los años cincuenta donde las cámaras se desplazan de lado a lado sin movimientos bruscos, para captar la esencia del momento como si se
tratara en todo momento de una escena del crimen, que le entrega el tono adecuado a esta nueva joya del cine coreano.
Las buenas conversaciones de los personajes y sus intrigas por momentos recuerdan cintas como La ventana indiscreta (1954) o la mismísima Parásitos (2019), aunque sin crear similitudes. La calidad del cine coreano ha logrado estándares narrativos tan valiosos como atractivos y Park Chan-Wook logra manifestar ideas de amor, frustración, desilusión y odio en una maravilla cinematográfica de 117 minutos que confronta al espectador con este film de cine negro tan lleno de intrigas detectivescas entre crímenes y dramas que llevan la historia a lugares inesperados.
Entre sus muchos aciertos están las fascinantes actuaciones que, con atención al detalle, afectan constantemente la historia como es el caso del Det. Jang (Park Hae-il) y su constante curiosidad por Song Seo-rae (Tang Wei), que deja entrever la profundidad real de la historia, que va armando en este laberinto el devastador final que tan lleno de belleza construye la poética idea del guion de la cinta, que proclama en su último aliento, que la vida simplemente no es tan satisfactoria como se quiere y que las conclusiones no deben ser satisfactorias, porque apenas son la vida misma.