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La honestidad de informar y sus demonios

Desde que se escribía en una hoja con tinta en el ejercicio de interpretar emociones, todas las generaciones han observado con fascinación los nombres de grandes escritores universales, que delinearon con sus letras el legado de sus prosas, sus poemas y sus grandes obras, que luego fueron odas al amor, al odio, a la historia y a los demonios que alberga el ser humano.

Por: Daniel Rojas

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Estas letras se convirtieron en testigos de las ideas y en el testimonio de nuestra historia antigua, presente y futura. Con el tiempo, los cuentos se transformaron en noticias que contaban lo que pasaba alrededor hasta que la prensa hizo al periodista; así como el periodista hizo que la prensa se convirtiera en la fuente para aquel que quisiera saber lo que pasa más allá de lo que le permitían sus ojos. 

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El periodismo se convirtió en una de las piedras angulares de la sociedad, al tiempo que en una de las más desprestigiadas y cuestionadas, ya que gracias a la influencia de intereses externos al de informar, asumió compromisos que en muchos casos deformaron la intención primordial del periodismo: informar. El periodista colombiano Gerardo Reyes (Cúcuta, Colombia, 1958) lo explica en los siguientes términos: “El periodismo ha perdido su capacidad de cambiar las cosas que andan mal”, afirmación que tuvo lugar luego de recibir el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Digital en 2015 por el reportaje “Los Nuevos Narcotesoros”, publicado en la página web de Univisión, la cadena de televisión en castellano más grande de Estados Unidos. 

Una de las críticas más frecuentes al periodismo actual tiene que ver con el hecho de convertirlo en herramienta de poder, en lugar de ser el lugar desde donde se cuestiona al poder. Aun así, el periodismo se ha transformado, de la misma manera como se ha deformado, a partir de la creación de diferentes puntos de encuentro con la opinión, fortalecida por el periodismo de investigación que cuenta con una alta dosis de valentía; donde los medios alternativos o independientes y de libre expresión han jugado un papel renovador. 

Uno de esos testigos y una fuente de memoria de la historia sobre las grandes proezas del periodismo, es el cine. Es por eso que recomendamos grandes títulos que nos recuerdan la importancia del periodismo dedicado, que no se deja cooptar por intereses diferentes al de informarle a la sociedad. 

El cuarto poder (Deadline– USA, 1952).

Película estadounidense de 1952, del género policiaco, dirigida por Richard Brooks, protagonizada por Humphrey Bogart, Ethel Barrymore y Kim Hunter en los papeles principales. Su trama gira en torno a un editor de periódico llamado Ed Hutcheson (Humphrey Bogart)​ que decide sacar a la luz los oscuros negocios de un importante jefe mafioso que pone de manifiesto los problemas de las democracias corruptas. 

Es un clásico del cine universal que merece ser visto alguna vez en la vida. 

Buenas noches, Buena suerte (Good night and good luck– USA, 2005) 

Bajo la dirección de George Clooney y ambientada en 1953, narra el enfrentamiento real que en defensa del periodismo independiente, mantuvieron el famoso periodista y presentador de la CBS Edward R. Murrow (David Strathairn) y su productor Fred Friendly (que representa el propio Clooney) contra el poderoso senador anticomunista Joseph McCarthy, hecho que determinó el final de la “caza de brujas”, como se le llamó a la persecución de personas acusadas de ser comunistas con el ánimo de desprestigiarlas por pensar de manera diferente. 

Vale la pena resaltar la gran fotografía y una notable dirección de parte de George Clooney en una historia arriesgada pero bien contada. 

Philomena (Reino Unido, 2013) 

Basada en hechos reales. Philomena Lee, es una adolescente irlandesa que vivía en un internado de monjas y que queda embarazada. Las monjas le venden el niño por 1000 dólares a una pareja norteamericana. Cincuenta años después, decide contárselo a su hija y se pone en contacto con un periodista, en ese momento dado de baja en la BBC para que le ayude a contar su historia y a encontrar a su hijo. 

Una película construida con una maravillosa Judi Dench y un excelente montaje. 

El informante (The insider- USA, 1999) 

Jeffrey Wigand, científico y directivo de la famosa tabacalera norteamericana Brown & Williamson, descubre el secreto que la industria del tabaco oculta celosamente: las sustancias que crean adicción en los fumadores. Lowell Bergman, un productor televisivo, arriesga su carrera al invitar a su programa a Wigand, que ve cómo su vida se desmorona tras revelar la verdad a la opinión pública. Nadie saldrá indemne de esta batalla contra las tabacaleras. 

La lucha contra una multinacional y la ética periodística confluyen en un film reflexivo sobre el papel de la prensa en la sociedad y el poder que representa. Creo que es la mejor actuación de Russell Crowe en su carrera, que en esta ocasión está acompañado de un maravilloso Al Pacino. 

Bajo el Fuego (Under Fire– USA, 1983) 

Centroamérica, años setenta. Tres periodistas americanos van a Nicaragua, donde la guerrilla sandinista está a punto de derrocar al dictador Anastasio Somoza Debayle, a pesar de que cuenta con la ayuda de la CIA. Russell Price (Nick Nolte) es un fotógrafo al que la periodista radiofónica Claire (Joanna Cassidy) presiona para que se involucre en la revolución. En una situación similar se encuentra otro colega de profesión (Gene Hackman). 

Bajo el Fuego es una de las películas norteamericanas más comprometidas de los años ochenta. Por una parte, supone una atrevida denuncia de la intervención estadounidense en las dictaduras de América Latina; por otra, plantea el dilema del grado de compromiso de los informadores de la prensa internacional con la “causa más justa”. 

| Nota del editor *

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