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“Llevamos un mes desde que se decretó la emergencia, ya se reiniciaron las clases, ¿y los recursos?… Nada que llegan”

Así lo expresa este rector de colegio público, que agrega también que aún cuando lleguen los dineros, los mismos serán insuficientes. ¿Por qué? Aquí se lo explica.

Por: Ismael Pérez Suárez

Hace más de tres décadas inicié mis labores como docente en una remota y desvencijada escuela, más bien una pequeña choza de cuatro metros por cuatro metros, sin paredes, con un oxidado techo de zinc y unas bancas hechas con troncos de madera que los mismos campesinos habían cortado y anclado al piso de tierra. Y ahí yo estaba, sin ningún tipo de ayuda didáctica, con un pequeño tablero acrílico sostenido en dos trozos de guadua, casi a punto de colapsar.

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Llegué lleno de entusiasmo, energía y dinamismo por enfrentar ese gran reto, cual era el de compartir con otros, mis saberes y ayudar, de alguna manera, a esa franja tan lejana del bullicio de la ciudad.

Era el director de esa pequeña escuela, tenía voz en la comunidad, las personas buscaban en mí una palabra de aliento, una explicación frente a cualquier vicisitud, era el psicólogo, consejero espiritual, mensajero, incluso hasta el boticario, y los recursos pedagógicos y económicos que debía ofrecer el Estado, no estaban al alcance.

Hoy, más de treinta años después, sigo siendo docente directivo, y las cosas no han cambiado.

Nuestras instituciones continúan sin la infraestructura y los recursos tecnológicos, logísticos y didácticos para ofrecer una “educación de calidad”, como tanto lo promulgan nuestros dirigentes gubernamentales.

Estamos en medio de una pandemia y el Estado nos pide que trabajemos desde casa a través de medios tecnológicos, que hagamos uso de las herramientas TICs, que implementemos planes de acción eficaces para seguir compartiendo conocimientos, saberes culturales, que sigamos escuchando a nuestros educandos y compartiendo con ellos sus triunfos y sus derrotas. ¿Algo idílicas mis palabras, no? No obstante, ante realidades como las describo no me queda de otra que apelar al Modelo Pedagógico Romántico.

Cómo pretender que la vida escolar siga su curso  “normal”, cuando ni siquiera las instituciones educativas cuentan con las herramientas mínimas como el acceso al internet y menos aún con equipos de cómputo medianamente funcionales. Es que hace más de una década que el Estado no dota a las instituciones educativas con dichas herramientas. 

Y qué decir de los estudiantes cuando, en su mayoría, pertenecen a grupos poblacionales de distintas convergencias, de hogares marginales sin acceso, en la generalidad de los casos, a servicios públicos básicos como agua, alcantarillado y energía eléctrica.

El gobierno, a través de medios de comunicación, hace alarde de que va a entregar a las instituciones educativas recursos económicos, para que las mismas entreguen material impreso a los estudiantes que no tienen las herramientas TICS, pero ya llevamos un mes desde que se decretó la emergencia, ya se reiniciaron las clases y los recursos, aún no llegan.

Si los recursos llegasen (cosa que dudo), es importante resaltar que de estos recursos, al Estado se le debe devolver un porcentaje cercano al 12%, entre retención en la fuente y aportes para estampillas. Incluso, en algunos momentos, se le debe sumar otro 5% más, como aporte a la famosa “Seguridad Democrática”. Conclusión: las instituciones educativas sobreviven con los aportes de los impuestos que los colombianos pagamos, pero al Estado hay que devolverle dinero por concepto de distintos tributos.

El modelo educativo nuestro, no estaba, ni está preparado para enfrentar los retos que impone la pandemia. Todos los que hacemos parte de la educación pública estatal, sin excepción, tenemos que reinventarnos, con la obligación de cambiar el chip. Pero ese cambio debería ser más significativo, en las personas que rigen los destinos de nuestra nación. 

La educación (al igual que la salud), ha sido durante décadas la cenicienta del Estado. Hace 30 años, no se tenían los recurso suficientes para impartir una educación de calidad, y hoy, trágicamente el panorama es igual.

Mientras la Educación no sea una política seria y honesta de Estado, mientras no se replantee el modelo educativo más allá de la cobertura y se le entregue los recursos necesarios a las instituciones educativas, a los estudiantes de los colegios públicos estatales (con sus excepciones) se les hará más difícil competir bajo los estándares educativos que la política internacional impone.

*El autor de esta columna de opinión es rector de la Institución Educativa Nuestra Señora del Carmen de La Dorada, Caldas.

| Nota del editor *

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