Por: Sally Escobar y Jesús Ángel. Séptimo semestre
La humanidad se enfrenta a una crisis ambiental de proporciones alarmantes y que se desarrollan de manera simultánea desde múltiples escenarios. Con fenómenos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, esta crisis se ha convertido en una preocupación inminente que requiere de acciones inmediatas para contrarrestar estas complejas realidades.
Según el informe de 2022 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, las emisiones de gases de efecto invernadero han alcanzado niveles históricos, que suponen un posible punto de no retorno en términos medioambientales.
El término microplásticos fue abordado por primera vez en 2004, en una investigación realizada por el biólogo marino Richard Thompson, donde afirmó la preocupación por la acumulación de plásticos en los océanos. Esta investigación resalta el aumento significativo de la contaminación generada por este componente a lo largo del tiempo y su potencial impacto en la vida marina, que alerta sobre los peligros derivados de la ingestión de estas partículas de parte de los organismos que habitan estos ecosistemas y sus posibles efectos en la cadena alimenticia.
Los microplásticos, en su mayoría, son el producto del deterioro de partículas más grandes de plástico; estas piezas de mayor tamaño pueden ser denominadas macroplásticos. Son diversas las industrias que tienen responsabilidad en la producción de estas piezas, que terminan en ecosistemas, donde se acumulan de manera silenciosa.
Una de las razones por las que resulta esencial investigar sus impactos, radica en las repercusiones que ya conocemos de su principal componente para la vida en el planeta: el plástico. Este material se opone a la preservación ambiental por su estructura química que, aún en condiciones extremas, le permite ser maleable sin perder su composición.
Esta característica, que resulta tan útil para las industrias, es la que dificulta su degradación y lo convierte en un potencial enemigo para la preservación ambiental. Su notable resistencia a la degradación lo convierte en un material problemático al finalizar su ciclo de vida útil, es decir, cuando se consolida como un desecho; muchos de los plásticos en este estado terminan en los ecosistemas, donde continúan su tardado proceso de degradación. Sus componentes hacen del plástico un elemento perjudicial, porque no existe etapa en su ciclo de vida en donde no se genere algún tipo de daño al medio ambiente.
Muchos científicos han coincidido en que el ciclo de vida del plástico resulta ser un proceso bastante complejo, dadas sus características químicas, razón por la cual se requiere de varias condiciones para alcanzar su completa degradación, proceso que tarda décadas. Las superficies de los océanos se convierten en lugares con las propiedades ideales para una degradación acelerada del plástico, descomponiendo este elemento en piezas cada vez más pequeñas hasta convertirlas en microplásticos, razón por la que las diminutas piezas, en una creciente acumulación, han ganado espacio en las zonas costeras.
La situación se agrava en el momento que estos deshechos se hunden hasta quedar por debajo del oleaje oceánico, pues es justo cuando su proceso de degradación detiene su velocidad y provoca que los residuos plásticos se sedimenten por un mayor tiempo en el lecho marino. Son inciertas las cantidades de plástico que hoy estarían acumuladas allí, sin embargo, teniendo en cuenta el acelerado aumento del consumo en las superficies, según la organización Greenpeace abría alrededor de: “5,25 trillones de fragmentos de desechos plásticos, con un peso aproximado de 268.940 toneladas flotando en el mar, sin incluir los restos en el lecho marino y en las playas”.
Estas cifras son tan solo estimaciones de una realidad que con el tiempo se va acentuando con más fuerza. Según la misma Greenpeace, entre el 21% y el 54% de todas las partículas de microplásticos del mundo se encuentran en la Cuenca del Mediterráneo. Se reveló que, en una playa de España, por cada 100 metros de suelo existirían 320 objetos de basura, de los que un 70% era plástico. Esta situación es repetitiva en costas con alta afluencia de turistas o movimientos mercantiles en distintas partes del mundo.
El bienestar humano es de los temas de mayor impacto a la hora de abordar temáticas relacionadas con el incremento y acumulación de microplásticos en los ecosistemas marinos. Según una investigación de 2019 del Center For International Environmental Law, confirma que el consumo de productos marinos, como pescados y mariscos, incrementa el riesgo de presencia de microplásticos en el cuerpo humano con efectos que aún están siendo estudiados.
Los expertos señalan que es imprescindible impulsar las investigaciones relacionadas con los impactos de los microplásticos en la salud humana, pues la escasez en los datos sobre sus efectos en los organismos no permite obtener una visión clara de los daños que pueden ocasionar la presencia de estas diminutas partículas en nuestros organismos.
De la misma importancia es la existencia de regulaciones estatales y globales sobre el uso y disposición de estos elementos contaminantes. Incluso cuando algunos países alrededor del mundo ya cuentan con prácticas y normativas relacionadas con la producción de plásticos de un solo uso, aún se percibe una carencia de leyes a nivel mundial que aborden específicamente la problemática de los microplásticos. Del mismo modo es fundamental la creación de espacios que permitan visibilizar y discutir cómo, a través de la articulación de los diversos actores de nuestra sociedad, es posible hacerle frente de forma eficaz a esta realidad en crecimiento y de escala internacional.