Orlando Ramírez es un pescador que vivía en Gigante, Huila, cuando llegó a la región la multinacional Emgesa en 2009. Fue entonces, dice él, cuando empezó su desgracia. La situación que lo dejó sin empleo, por ende sin ingresos, e iniciando una correría que lo trajo hasta la Plaza de Bolívar de Bogotá.
Hace ya cinco meses. Cinco meses en los que ha intentado romper la indiferencia de los cientos o miles de visitantes que la cruzan a diario, y apenas se detienen a leer su historia, es decir la sinopsis de su historia, escrita con letra grande y marcador negro, ubicada cerca de la estatua de Simón Bolívar en el centro.
Pareciera que el único testigo de todo el tiempo fuese el Libertador.
La curiosidad y el interés nos llevó hasta él, para terminar grabando dos notas que incluimos en la sección Por fuera del trancón, del programa, En medio del trancón.
En esta primera nota, Ramírez habla sin parar. Son muchos días de silencio en medio de la multitud. Con la indiferencia al frente. Con la soledad y su aviso, que ya en algún momento alguien destruyó.
Los primeros momentos de esta historia, con contados al detalle: cómo anunció Emgesa su presencia con información parcial. Confusa. Que incluyó a unos y descartó a otros. Cómo presentó sus primeras tutelas por el derecho a la igualdad y al trabajo. Y cómo nadie lo escuchó. Porque sabemos con tristeza que las multinacionales y sus arcas llenas, compran conciencias y decisiones.
La historia inicial la cuenta Orlando Ramírez en el audio adjunto. Una historia para tener en cuenta, para saber que pasa, y que aún, en medio del bullicio y la multitud, hay en la Plaza central de Bogotá, otro colombiano víctima de la mentira que profesan las multinacionales a los ingenuos, a los desprevenidos.