Sandra Acosta Beltrán es una experta en temas sociales y descubrió que era buena para eso, después de dar una vuelta larga por Europa.
Luego de graduarse como Administradora de Negocios, esta caleña se radicó en España para cumplir el sueño que había alimentado desde pequeña: vivir para descubrir el viejo mundo.
No le importó renunciar a jugosas ofertas que le hicieron de Microsoft o Colombina, empacó maletas decidida a nuevas cosas, entre esas, hacer una maestría en Comunicación. A los seis meses de estar allá, le descubrieron un cáncer que reordenó su proyecto de vida.
Así se topó con la medicina tradicional para la curación de su enfermedad y la medicina espiritual para la sanación del alma. Se encontró consigo misma y el Universo conspiró para darle un nuevo orden.
“Vivir el aquí y ahora” es su consigna desde entonces. Aferrada a Dios y a los proyectos que dejó estancados, retomó estudios en algo distinto a lo pensado, se fue por una maestría en Auditora en gestion de Calidad y Medio ambiente de la Universidad Rovira i Virgili en Tarragona. Con ese acervo fue contratada por una fundación especializada en la inserción laboral de personas en condición de discapacidad.
Desde allí apeló con esa y otras organizaciones a la lucha social y política para la transformación legal de asuntos normativos de esa península europea. Acumuló una experiencia de 10 años de trabajo luchando para que españoles, en condiciones vulnerables, fueran reconocidos de forma digna.
En medio de esa lucha por otros, había otra lucha oculta en su interior, la de estar con los suyos aquí en Colombia. Quién sabe cuántas conversaciones con la almohada tuvo pero luego de perder la cuenta, decidió enfrentar los miedos y regresó al “nuevo mundo”.
“Una cosa es lo que uno quiere, y otra es lo que la vida quiere de uno”.
Dejó a un lado de su vida allá para empezar de nuevo aquí.
Hace tres años está de nuevo con su familia. Pasó muchas hojas de vida para trabajar en lo mismo desde aquí. Como mujer de fe que es, nuevamente tuvo una conversación con Dios y él le mostró el camino: así nació La Beltrana.
Este proyecto con asentamiento en Bogotá, Sandra lo define como un laboratorio que se dedica a recuperar y transformar los residuales textiles en modas sostenibles. Se trata de una iniciativa que concede segundas oportunidades de vida a textiles (que normalmente terminan en vertederos) y a personas en condición de vulnerabilidad marginadas por la sociedad.
La moda ahora es vista como un canal de comunicación
“En todos los procesos de transformación incluímos colectivos vulnerables, hoy las protagonistas son mujeres desplazadas por el conflicto armado”, dice Sandra al tiempo que aclara que, pese nunca se había movido en el sector textil, fue el camino de la vida el que le mostró para sumarlo a su experticia sobre asuntos de inclusión social.
“Son mujeres que en su decisión de vida desarrollaron capacidades para ser costureras, ellas generan perfiles de trabajo y necesidades que se traducen en oportunidades laborales dignas y La Beltrana participa en ese proceso”, dice su también gerente social.
Este jueves 12 de septiembre Sandra Acosta Beltrán estará en UNIMINUTO para hablar sobre ‘El Costo Real de la Moda’, un tema del que hoy es referente a nivel nacional para analizar la industria textil (fast fashion) con agudeza propositiva.
“Antes, la infraestructura de producción era lenta, participaban las personas con salarios dignos y espacios adecuados. Dentro de la industria de la moda se invita a comprar prendas económicas (una oportunidad) porque, de cierta razón, nos hacen sentir bien. Pero esas personas que compran, nunca han mirado qué es lo que está detrás de la prenda y la marca, cómo les están pagando a los trabajadores, en qué condiciones y dónde se están produciendo”.
Sandra estructurará una conversación sobre tres ejes: el costo social desde la cadena de producción, el costo ambiental y el costo que asume al consumidor (del que no es consciente).
“Hay multinacionales que tienen grandes líneas de producción en Bangladesh, allí trabajan mujeres más de 16 horas por no más de 10 dólares al mes (33 mil pesos colombianos). ¿Sabe el comprador eso?
Yendo más allá. No solo es cuestión de salarios, también de salubridad en la producción de las prendas. Detrás de esas telas hay colorantes súper tóxicos, los vapores lo absorben los trabajadores y los líquidos son vertidos a ríos.
Las prendas que son derivadas del petróleo tienen toxicidad hasta casi 30 lavadas después de su uso. El cuerpo absorbe los químicos a través del color y el mismo material en que fue fabricado. Eso nos hace pensar que hoy ha más personas enfermas con problemas de la piel.
De esos temas quiero hablar con ustedes en UNIMINUTO”.
Tema: El costo real de la moda
Fecha: Jueves 12 de septiembre
Hora: 2:30 pm
Lugar: Calle 90 #87-69 Parque Científico de Innovación Social – UNIMINUTO Calle 90, Salón 412.
Más información: nicole.barreto@uniminuto.edu
Escuche la entrevista a continuación: