Por: Sofía Bermúdez Castaño. 4.° semestre
La identidad de quienes contaron sus testimonios para este trabajo periodístico fue omitida por petición suya.
“Pensaba que no era lo suficientemente inteligente para hacer algo tan simple como obtener una nota aprobatoria en un parcial. Fui a pedir el apoyo psicológico que ofrece la universidad y comencé a trabajar en diferentes formas de estudio recomendadas por mi psicóloga, pero no era suficiente para mi familia, no estaba dándolo todo, tenía que esforzarme más, estaba tan mal que hubo un momento en que no pude más: nada me sirvió, ni siquiera las sesiones de psicología, y lo hice, intenté matarme, pero fallé”.
El suicidio es una problemática compleja que, si bien puede afectar a personas de todas las edades, en los últimos años ha tomado relevancia entre los jóvenes, especialmente entre estudiantes universitarios. En Bogotá, una ciudad con gran número de instituciones de educación superior, la salud mental de los estudiantes ha comenzado a ser una prioridad para las universidades y la sociedad en general. Como el anterior relato hay muchas más historias e intentos de suicidios, originados por diferentes situaciones, y que merecen la atención de toda la sociedad.
Al 10 de octubre de 2023, según la Procuraduría General de la Nación: “La tasa de suicidios se incrementó en un 15,73% con respecto al mismo periodo de 2022, que pasó de 1.564 a 1.810 casos, a raíz de diferentes padecimientos mentales presentes entre la población colombiana”. Este reporte indica que los intentos de suicidio atendidos sumaron un total de 30.021.
El concejal por Bogotá, Julián Sastoque, en relación con la pregunta ¿cómo está la salud mental de los estudiantes universitarios en las universidades públicas de la ciudad?, señala que la Universidad Pedagógica registró 4 casos de suicidio y 13 intentos; en la Universidad Distrital hay un registro de 5 casos de ideación suicida y en la Universidad Nacional se han presentado 32 casos de ideación suicida. Estos son solo algunos casos reportados en algunas universidades de la ciudad, pero en muchas otras instituciones esta es una realidad innegable.
El concejal por Bogotá, Julián Sastoque, en relación con la pregunta ¿cómo está la salud mental de los estudiantes universitarios en las universidades públicas de la ciudad?, señala que la Universidad Pedagógica registró 4 casos de suicidio y 13 intentos; en la Universidad Distrital hay un registro de 5 casos de ideación suicida y en la Universidad Nacional se han presentado 32 casos de ideación suicida. Estos son solo algunos casos reportados en algunas universidades de la ciudad, pero en muchas otras instituciones esta es una realidad innegable.
En el boletín estadístico mensual de Medicina Legal de enero se aprecia cómo durante lo corrido de 2024, de 260 muertes por suicidio, 88 corresponden a jóvenes y adolescentes.
Ante esta situación el gobierno ha implementado una serie de estrategias de prevención del suicidio desde el Ministerio de Salud y Protección Social, con diferentes líneas de atención en salud mental. El gobierno también cuenta con el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Conducta Suicida (SISVECOS), encargada de revisar y analizar las situaciones para reducir el riesgo de suicidio. En este mismo sentido, las universidades vienen implementando diferentes estrategias como atención psicológica a estudiantes, y talleres de concienciación y prevención.
La decisión detrás de un suicidio se explica por factores como la presión que los estudiantes sienten al tener que estar bien académicamente, la relación del tiempo que le deben dedicar a la universidad en comparación con el que le dedican a su vida social, así como la situación económica, puesto que muchos trabajan para pagar sus estudios, lo que genera altos niveles de estrés, como se aprecia en el siguiente testimonio:
“Yo me pago mi universidad solo. No tengo el apoyo de mis papás; para ellos, ir a la universidad es una pérdida de tiempo y creen que debería dedicarme a trabajar en lugar de estar gastando en estudios que, como afirman, no me van a servir para nada. Pero yo siempre quise estudiar y tener una carrera de la que ellos se sintieran orgullosos, pero para ellos eso no era importante”.
“Es así como decidí ponerme a trabajar, y cuando pude, me fui de la casa a vivir solo. Comencé a buscar una universidad que ofreciera mi carrera a un precio que pudiera pagar. Descarté rápidamente universidades como La Sabana o la Javeriana, que son muy caras, y yo apenas me podía mantener sin la ayuda de mis papás. Busqué otras opciones hasta que pude dar con una que se ajustaba a mi presupuesto y me matriculé. Al principio estaba emocionado; iniciaba una nueva etapa. El primer año fue un proceso de adaptación: tenía que equilibrar mi tiempo entre la universidad y el trabajo. Muchas veces trasnoché con los trabajos que tenía que entregar”.
“Cuando ingresé a tercer semestre tenía bastante estrés. Sentía que no podía seguir y empecé a creer que mis papás tenían razón, que estudiar no me iba a servir para nada. Además, en el trabajo también me estresaba. Se me iba la plata con nada y tenía que pagar arriendo y servicios, además de lo que gastaba en pasajes. En la universidad también eran cada vez más exigentes y dejaban trabajo tras trabajo sin darnos un descanso. Un día comencé a pensar que la vida no tenía sentido, que estudiaba y trabajaba para nada, que nada me iba a servir, que todo era inútil. Comencé a sentir que vivir no era bueno y que era mejor estar muerto. Así estuve por mucho tiempo, hasta que un día lo hice: me empestillé, me tomé todo lo que encontré y quise acabar con todo, y ya no seguir aquí, de verdad me quería morir, pero mi compañero de cuarto me encontró y llamó una ambulancia. Ahora estoy en psicología, trabajando en mi situación y aprendiendo cómo afrontarla. También recibo acompañamiento de la universidad y ya estoy mejorando. Creo que debí buscar ayuda desde un principio”.
La historia narrada advierte sobre la importancia de atender la salud mental y que no hacerlo de manera adecuada se convierte en una tragedia en la vida de los estudiantes. En consecuencia, es imperativo no solo buscar ayuda de un profesional para tratar problemas relacionados con lidiar con pensamientos intrusivos, como acabar con la vida; sino entender que la salud mental de los estudiantes universitarios es un tema al que toda la sociedad debería poner atención, pues los casos de suicidio ocurridos en lo que va de 2024 no son solo una simple estadística.