Por: Fernando Rodríguez
Con una mezcla de violencia explícita, sexualidad y un asesino en serie que se comunica con una voz inquietante, Fulci llevó al extremo el subgénero giallo, caracterizado por su estilo visual particular y su narrativa macabra. Este filme, considerado de los más controvertidos del director, desafió los límites del gore, y puso de relieve su habilidad para capturar el miedo y el horror urbanos.
La trama sigue a un detective de Nueva York, Fred Williams, mientras investiga una serie de brutales asesinatos que aterran a la ciudad. El asesino, que se hace llamar El Destripador de Nueva York, deja un rastro de cuerpos mutilados y se burla de las autoridades con llamadas telefónicas en las que imita la voz de un pato. La película explora el lado más oscuro de la metrópoli, mostrando un Nueva York donde la violencia y la depravación están a la vuelta de cada esquina.
Fulci no escatima en detalles gráficos; cada asesinato es filmado con una crudeza que deja poco a la imaginación. La violencia sexual y la representación explícita de las muertes generaron controversia y la llevaron a la censura en varios países, elementos que también sirven para subrayar la brutalidad del asesino y la desesperación de una ciudad sumida en el miedo.
Los efectos especiales en The New York Ripper son muestra del enfoque de Fulci hacia el horror, realista, gráfico y sin concesiones. Las escenas de asesinato son memorables por su intensidad y detalle, en las que el uso de prótesis y maquillaje logra un impacto visual potente. Fulci no teme mostrar la violencia en toda su crudeza, que refuerza la atmósfera opresiva de la película y la convierte en una experiencia visceral.
La dirección de Fulci destaca por la forma como utiliza estos efectos para mantener al público en estado constante de tensión. Cada escena de muerte está construida con una precisión quirúrgica, donde la cámara se mueve con un ritmo que aumenta el suspenso y el horror. Los efectos especiales no son un medio para mostrar sangre, son una herramienta narrativa que emplea para sumergir al espectador en la pesadilla que ha creado.
Lucio Fulci, llamado el poeta del macabro, muestra en The New York Ripper su maestría en la creación de atmósferas perturbadoras. A diferencia de otros gialli, donde la belleza estilística a menudo equilibra la violencia, Fulci opta por un enfoque crudo y realista, donde la ciudad de Nueva York se siente como un personaje de la historia: peligrosa, decadente y al borde del colapso.
La cámara en mano y los ángulos inusuales son características de Fulci, que aquí crean una sensación de inquietud constante. La ciudad es un laberinto claustrofóbico, donde los personajes parecen atrapados en un ciclo interminable de violencia. Fulci también emplea el montaje de forma inteligente, alternando entre momentos de calma engañosa y estallidos de violencia repentina, que mantiene al espectador en alerta constante.
En la década de 1980, The New York Ripper se destacó por su contenido explícito, y por la controversia a su alrededor, que reflejaba la sensibilidad cultural de la época hacia la violencia y la sexualidad en el cine. Durante este período, Reino Unido estaba en medio de un pánico moral, conocido como el Video Nasty scare, en el que las películas consideradas demasiado violentas o explícitas fueron objeto de censura intensa. Esta película fue categorizada como una video nasty, una lista infame de películas que fueron prohibidas en el país debido a su contenido perturbador.
Esta película fue criticada por su representación gráfica de la violencia contra las mujeres, aspecto que muchos consideraron misógino y explotador. Los críticos de la época la acusaron de glorificar la violencia, y como resultado, se enfrentó a prohibiciones en varios países y a cortes significativos en otros para ser distribuida. En Reino Unido fue retirada de los cines poco después de su estreno y no se permitió su distribución completa hasta años después, cuando fue lanzada en DVD con restricciones.
Esta controversia de The New York Ripper no puede entenderse sin considerar el contexto cultural y social de principios de los 80. Entonces el cine de terror y de explotación estaban en auge, con directores como Dario Argento y Mario Bava liderando el subgénero giallo en Italia, y con figuras como John Carpenter y Wes Craven redefiniendo el terror en Hollywood. No obstante, el impacto de la violencia representada en estas películas generó un debate acalorado sobre los límites del arte y la moralidad en el cine.
El miedo a la influencia de los medios visuales en el comportamiento social llevó a la censura y a la implementación de regulaciones más estrictas sobre el contenido de las películas. En Reino Unido, en particular, este temor se cristalizó en la lista de video nasties, una manifestación del pánico moral que sugirió que estas películas podían corromper las mentes jóvenes e impresionables. Con su mezcla de sexualidad y violencia gráfica encajó en este perfil, convirtiéndose en un símbolo del cine que las autoridades intentaban erradicar.
A pesar de críticas y prohibiciones, The New York Ripper se mantiene como una pieza esencial en la filmografía de Lucio Fulci, y como testimonio del poder provocador del cine de terror. Su inclusión en la lista de video nasties aumentó su notoriedad y su lugar en la historia del cine como una película polémica, y como ejemplo de cómo el cine refleja y desafía las normas culturales de su tiempo.
Fulci, con este filme demostró su capacidad para conjurar el horror desde lo cotidiano y lo mundano, con Nueva York como escenario, y como personaje que representa la decadencia y el peligro. A través de su lente, la metrópoli se convierte en un reflejo de los miedos y ansiedades de la época: el crimen en aumento, la alienación urbana y la sensación de que la violencia puede acechar en cualquier esquina.
The New York Ripper es más que un filme de horror gráfico, es un espejo oscuro que refleja las tensiones de su tiempo. Fulci creó un filme perturbador que dejó una marca indeleble en la historia del cine, desafiando las normas de la época y explorando los límites de lo que el cine de terror podía mostrar.