Por: Juan Esteban Blanco Orejuela
Era un día normal, muy soleado y caluroso como de costumbre en La Dorada, Caldas, Colombia. La familia González vivía en una finca a unos minutos del pueblo. José (el esposo), Marlén (la esposa), su único hijo y un nieto. Como es tradicional en las familias que no viven en ciudades o que llevan muchos años viviendo en fincas, se sientan todos a desayunar en la misma mesa.
Sin embargo, una llamada lo cambió todo. José tenía una hermana llamada Lucía la cual era la única mujer entre dos hermanos más, Lucía siempre fue vista como la consentida de la casa y de sus hermanos. Las razones eran obvias.
Eran tiempos difíciles, el pueblo se encontraba inmerso en el mando de los paramilitares que, en ese entonces, era quienes mandaban en la zona y quienes decidían en realidad lo que se hacía o lo que no, quienes vivían o quienes no.
Los que viven en la ciudad muchas veces tienen la idea en la cabeza de que la vida en las fincas, en los pueblos o poblaciones pequeñas siempre es mucho más tranquila y llevadera, en este caso, se equivocan. La Dorada vivió una época en la que se mataba por cualquier cosa, en cualquier momento y sin importar con quién se encontrara la persona y peor si esta debía algo.
Un día don José y su familia se encontraban en uno de los pequeños mercados del pueblo comprando algunas cosas para su canasta familiar, estaban en la fila dispuestos a pagar y José alcanzó a escuchar a dos señoras que él no conocía y que hablaban de su hermana como si fueran muy cercanas a ella.
Una de las señoras mencionaba que la hermana de José González era severamente maltratada por su compañero sentimental. José no tenía ni la más mínima idea de quien se trataba o quién era el sujeto, pues su hermana nunca lo mencionó, ni tampoco lo presentó formalmente ante su familia.
En una ocasión, José se encontró con su hermana y le mencionó lo que había escuchado aquel día en el mercado junto a su esposa, Lucía se enojó con su hermano porque, según ella, era mentira y le daba importancia a lo que mencionaban las ‘viejas chismosas’ del pueblo.
En más de una ocasión Lucía y su hermano habían tenido altercados por esta misma cuestión, los ‘chismes’ que se mencionaban en el pueblo en aquel momento, pues, se decía que la hermana de los González era maltratada por su novio y que este hacía parte de uno de los grupos más peligrosos que militaban en el pueblo en aquel entonces.
José y sus hermanos, preocupados por lo que se mencionaba en el pueblo y por el bienestar de su hermana, decidieron confrontarla y preguntarle si en realidad estaba con alguien en ese momento y lo más importante de todo, si era violentada de la manera en que se mencionaba.
Lucía se notaba triste, nerviosa y algo cabizbaja, no pudo contenerse y soltó algunas lágrimas, les confesó que, en efecto, este hombre la maltrataba y abusaba de ella cada vez que este disponía, sus hermanos extrañados preguntaron por qué hasta ese momento se había decidido a contar lo que le pasaba en su hogar, lo que vivía todos los días en carne propia.
Llorando, Lucía les explica que no lo había hecho porque se trataba de una persona muy peligrosa, que hacía parte de un grupo al margen de la ley y que como es de suponerse, la había amenazado con quitarle la vida a ella y a sus familiares si algún día mencionaba algo.
Los hermanos, sorprendidos por la noticia y como buenos campesinos, se llenaron de valor y decidieron ir a enfrentar a quien se encargaba de abusar e irrespetar a su hermana. Ya tenían una idea de quién era el sujeto.
Claramente este par de hermanos enceguecidos por la tristeza y por la ira que significaba saber que su hermana era violentada, decidieron armarse y hacer lo que fuera posible para ponerle un alto a dicha situación.
Al llegar al lugar en el que suponían que vivía Alexander, como se llamaba el compañero sentimental de Lucía en ese momento, efectivamente se encontraron con una finca a las afueras del pueblo la cual no daba un buen aspecto, preguntaron por él y al hacerlo, inmediatamente fueron apresados por un par de hombres que decían eran parte de la producción de este sujeto, los golpearon y les mencionaron que si volvían a aparecerse en dicha finca no contarían con la misma suerte de esta vez y les quitarían la vida a ellos y a sus familiares.
Pasaron un par de meses y los hermanos González con la zozobra de no saber qué hacer o a quién recurrir, decidieron que lo mejor era solucionar las cosas como ‘hombres’, sin importar poner su vida en riesgo con tal de sacar a su hermana de esta triste situación.
Carlos, el otro hermano de José, sufría de alcoholismo y era un aficionado de los juegos de mesa y del billar. Una noche, Carlos se encontraba en el billar que frecuentaba junto a sus amigos y de repente Alexander llegó al lugar en evidente estado de embriaguez y bajo el efecto de sustancias alucinógenas increpando y golpeando fuertemente a Carlos con una botella que se encontraba en una de las mesas del lugar.
Los amigos de Carlos, al ver la situación, quisieron defenderlo y con comentarios soeces increparon a quienes llegaban con Alexander. Sin mediar palabra, este último no dudó en sacar su arma y acabar con la vida de Carlos y de los 4 amigos con los cuales se encontraba. Ese hombre no solo acabó con la vida de 5 personas inocentes, sino que gracias a él terminaron 5 familias destrozadas, con un dolor inmenso en el corazón y con una pérdida irreparable.
Hoy en día Lucía y su hermano se encuentran viviendo juntos en una humilde finca que con esfuerzo y dedicación lograron comprar entre los dos y es la que les da el sustento diario, siguen arrastrando las secuelas de la muerte de su hermano y lo que ésta significó para ellos, hoy mencionan que ni la plata de todo el mundo entero, les va a ayudar a sanar su corazón luego de esa enorme pérdida a manos de la violencia.