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William Valencia: la historia de una lucha sobre ruedas

A las 6:15 a.m. en el barrio León XIII de Soacha, Cundinamarca, se oye el rechinar de una silla de ruedas que muy temprano sale a trabajar. Es William Valencia, quien desde hace cerca de 7 años tiene esta rutina para poder subsistir junto con su padre de 78 años.

William, de 48 años, se traslada a diario hasta la calle 13 con carrera 6ª (Soacha) en su silla de ruedas, en la cual tarda aproximadamente veinte minutos para llegar al sitio donde guarda sus implementos de trabajo: una mesa con relojes, donde además los repara, y una caja, estilo portafolio, donde exhibe dulces, cigarrillos y un cartel donde se ofrecen llamadas.

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La historia de este comerciante informal inicia en los Llanos Orientales, donde vivía con sus abuelos, padres y una hermana menor que él 5 años. Hace 33 años, por causa de un enfrentamiento entre dos bandos armados por una gresca territorial, la familia Valencia vivió un capítulo en su vida que los marcó para siempre. En palabras de William, “eso fue muy duro pues no supimos de dónde vino la bala que acabó con la vida de mi hermana”.

Por esa circunstancia, la familia Valencia decidió trasladarse al municipio de Soacha, pues tenían miedo que sucediera lo mismo con ellos y el único hijo que les quedaba. A consecuencia de esto, William no pudo terminar sus estudios y con su familia tuvo empezar una nueva vida.

Fotografía por: Daniel Felipe Barbosa

Al llegar a Soacha tuvieron que recurrir a la caridad para poder comer algo y pagar un lugar donde pernoctar, recibieron la ayuda de una iglesia llamada El Pacto, la cual les brindó la guía de Jesucristo y algo de alimentos a cambio de su ayuda en la congregación religiosa.

Al pasar el tiempo, dejaron la iglesia y el papá aprendió a reparar zapatos; con eso lograron mantenerse unos años hasta cuando William cumplió 22, mismo año en que falleció su señora madre por complicaciones propias de la vejez.

El padre de William entró en una profunda depresión, lo que lo obligó a salir a buscar un empleo para poder solventar los gastos de su ya diezmada familia. Consiguió trabajo en una empresa de plásticos, como auxiliar de planta. Allí trabajó por 5 años y luego pasó a laborar en un frigorífico, como mensajero en bicicleta. Esta labor le dio la oportunidad de descubrir su pasión por el deporte de las bielas.

En su infancia, William se demoraba cuatro horas desde la vereda donde vivía hasta el pueblo donde quedaba la escuela, atravesando trochas y riachuelos a pie, pues no contaban con ningún tipo de transporte.

A los 6 años inició la primaria en una pequeña escuela de Villavicencio donde estudió hasta quinto de primaria, época en la cual perdió a su hermana menor, momento en el que su familia decidió buscar una mejor suerte en el municipio de Soacha. Fue esta situación la que provocó que William perdiera la oportunidad de seguir estudiando y, dela noche a la mañana, se encontrara acompañando a su madre en la penosa tarea de pedir dinero. Así, se formó su carácter y su sentido de responsabilidad con sus padres

En el 2003, Valencia fue víctima de un conductor en estado de ebriedad, quien lo atropelló dejando como consecuencia la inmovilidad de sus dos piernas. De nuevo la familia Valencia se vio inmersa en una crisis económica a causa de este lamentable accidente.

Esta razón desencadenó que William cayera en un estado de depresión por más de dos años, pero su sueño de ser un gran ciclista lo motivó y lo alentó a salir de ese complicado momento. Conoció entonces la disciplina ‘hantbiker’ que es un deporte en el que una bicicleta de tres ruedas, es propulsada con las manos. Durante esa misma época, y hasta la fecha, ha recurrido a las ventas informales para lograr el sustento propio y el de su familia.

Después de varios años de práctica, las Fuerza Armadas le brindaron la oportunidad de ser parte de la liga que lo llevaría a ser campeón en los Juegos Nacionales para deportistas en condición de discapacidad. Allí logró cumplir otro de sus sueños que era viajar por el país.

Pero no todo iba a ser tan bueno, después de algún tiempo de pertenecer a la liga de las Fuerzas Armadas, William se empezó a sentir subestimado y perdió la motivación por seguir en este deporte. Encontró mayor beneficio en las ventas ambulantes que en el deporte en el que él imaginaba, podría llenarse de gloria.

El comercio callejero se convirtió para William en el eje central de su vida, con esta labor podría salir adelante junto con sus padres. Sin embargo, la enfermedad de su madre lo llevaría a una preocupación más, pues los gastos médicos no eran fáciles de solventar con los inestables ingresos que percibía en su oficio informal.

Poco tiempo después murió la señora Valencia. Es entonces cuando debe hacerse cargo de su padre, pues él dejó de trabajar en la zapatería por el inmenso dolor que le causó la muerte de su esposa. Pero en medio de tanta tristeza habría una luz de esperanza, en esa época se enteró que la Alcaldía le daría su casa propia en el barrio León XIII. Era el punto de partida para una nueva etapa.

A los pocos meses, William decidió poner un puesto de dulces y cigarrillos en la calle 13 con carrera 6ª., con la ayuda de una señora a quien conocen como Doña Blanca y quien dice ser la representante de los vendedores en esta zona.

Es así como William, desde ese entonces tiene su puesto de trabajo allí en las calles del centro de Soacha, él reconoce que “después de que me brinden un lugar para trabajar no puedo permitir que otra persona llegue a ocupar mí puesto y a sacarme a la brava”.

­­­­­­­El guardar sus elementos de trabajo le implica pagar mil pesos diarios ya que por su condición no los puede trasladar a su hogar. Poco a poco fue ganando experiencia en la dura labor de las ventas ambulantes y fue ampliando la gama de servicios que ofrece: venta de minutos,comercialización y reparación de relojes y distribución de dulces y caramelos.           

Así es el día a día de William Valencia en una lucha constante por sobrevivir con su pequeño negocio, sin dejarse vencer por las adversidades de la vida, de la que aprendió que no importa las veces que se caiga sino la fortaleza de volverse a levantar. “Con la ayuda de Dios y mi esfuerzo llevó el pan de cada día a mí hogar, sin pesar en lo difícil que sea. No importa que las ventas estén duras o no. Mi único propósito es mantenerme en esta lucha por mis metas y estar pendiente de mi padre”, dice William, mientras se encamina,en su silla de ruedas, a su puesto de trabajo, allá, en las congestionadas calles del centro de Soacha.

Por: Daniel Felipe Barbosa. 

| Nota del editor *

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