Aquella mañana de agosto pudo comenzar con un fraternal saludo por parte de quienes dan la información matutina en los diferentes medios de comunicación, sin embargo, el país despertó con la noticia de que el reconocido periodista, humorista y escritor Jaime Garzón había sido asesinado a tiros en la capital del país.
Con lo que no contaban los bandidos, era que la muerte de Garzón sería el inicio de su legado, y es que, aunque murió de 38 años, dedicó gran parte de su vida a hablar sobre lo que nadie se atrevía, su valentía y su buena comunicación le permitieron dejar mensajes que, hasta la fecha, aún tienen eco.
Un convencido de que el futuro del país estaría en las generaciones venideras, “si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie a a venir a salvarlo, NADIE”, era una de sus mensajes más frecuentes. Es que para Garzón la historia de Colombia podría ser diferente si el diálogo predominara y si la guerra no fuera una negocio con tantos contribuyentes.
Un observador innato, nada se le escapaba, por el contrario siempre veía oportunidades para que aquellas críticas que construían país llegaran a más personas, como aquella vez que en un programa de televisión dijo, “Este país se escandaliza porque uno dice hijueputa en televisión, pero no se escandaliza cuando hay niños limpiando vidrios y pidiendo limosna. Eso sí no, eso es folklore”.
Un adelantando a su época y un referente para todos los que ven en el periodismo una oportunidad para denunciar, opinar y criticar (de manera constructiva), hace 25 años asesinaron a un hombre de paz que portaba consigo siempre su arma más letal, su palabra y su inteligencia, el mayor temor de aquellos “cobardes y asesinos” que no encontraron la forma de superarlo y mucho menos de combatirlo en un espacio al que aún se rehúsan a llegar, el diálogo.