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70 años del voto femenino en Colombia: una lucha que aún persiste

Una de las características de la democracia es permitirle al pueblo que elija quién los representa. Sin embargo, hubo un tiempo en Colombia, antes de 1954, en el que las mujeres no tenían derecho al voto.

Por: Andrea Bernal y Michael Pulido. 7.° semestre

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Solo los hombres podían participar en las decisiones políticas, mientras las mujeres se dedicaban a las tareas del hogar y a la crianza de los hijos, quedando al margen de la vida política. Esta exclusión reflejaba una profunda desigualdad que, con el tiempo, las mujeres lograron combatir para obtener su merecida representación.

El 25 de agosto de 1954 marcó un hito en la historia de Colombia, cuando las mujeres ganaron su derecho al voto. Este avance fue posible gracias al Acto Legislativo número 3 de la Asamblea Nacional Constituyente en el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla. Aunque las mujeres no votaron sino hasta el Plebiscito del 1 de diciembre de 1957, en el cual 1.835.255 mujeres ejercieron este derecho. Años después, la Constitución Política de 1991 fortaleció la igualdad de género, garantizando la participación de las mujeres en la vida política y la equidad en los partidos políticos.

El Movimiento Sufragista fue una lucha larga y compleja, con ejemplos notables como el de las sufragistas británicas, que enfrentaron violencia, arrestos arbitrarios y torturas en prisión, incluyendo la alimentación forzada tras sus huelgas de hambre. Activistas como Emmeline Pankhurst, fundadora de la Women’s Social and Political Union (WSPU), una organización militante que promovió tácticas de desobediencia civil para lograr el voto femenino, y Marion Wallace Dunlop, quien utilizó la huelga de hambre como táctica de protesta, jugaron roles clave en el reconocimiento parcial del voto femenino en el Reino Unido en 1918 y en el voto universal en 1928. 

En España, Clara Campoamor fue una destacada defensora de los derechos de las mujeres y quien luchó arduamente por el sufragio femenino, obteniendo su reconocimiento en 1931. Este movimiento también tuvo alcance global en países como Nueva Zelanda, el primero en aprobar el voto femenino en 1893, seguido por Australia en 1902, y luego en Finlandia y en Noruega. En América Latina, Uruguay fue el primer país en reconocer este derecho en 1927.

Según Ángela García, licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional, “el reconocimiento del voto femenino en 1954 fue un avance significativo para las mujeres en Colombia, porque les permitió participar en las decisiones políticas del país. Sin embargo, este logro no resolvió los problemas estructurales que enfrentaban, como la discriminación laboral, la desigualdad en el acceso a la educación y la falta de representación política”. García resalta que, aunque el voto femenino fue un primer paso hacia la igualdad, la cultura patriarcal y las barreras sociales continúan limitando la plena participación.

Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda fueron figuras clave en la historia de los derechos femeninos en Colombia. Valencia, nacida en Popayán en 1913, fue la primera mujer en ocupar el cargo de gobernadora del Cauca en 1955 y luego se convirtió en ministra de Educación, donde abogó por la protección infantil y enfrentó dificultades relacionadas con la educación en zonas rurales. Por su parte, Arboleda, nacida en Palmira en 1921, se destacó como abogada y defensora de los derechos de las mujeres, cumpliendo un papel crucial en la obtención del derecho al voto femenino en 1954, el cual se ejerció por primera vez en 1957. Ambas mujeres contribuyeron significativamente a la igualdad de género y al avance de la representación femenina en Colombia.

Las primeras elecciones fueron un momento histórico cargado de emociones. Para muchas mujeres como Rosa Suárez, ciudadana oriunda de Palmira, Valle del Cauca, la jornada electoral estuvo marcada por la emoción y las tensiones bipartidistas. Aunque Suárez era pequeña, recuerda con claridad cómo su madre y su abuela se preparaban con entusiasmo para ir a votar: “Cuando llegaba el día de las elecciones, iban al lugar de votación y salían con el dedo índice pintado de rojo si votaban por el Partido Liberal y azul si lo hacían por el Conservador”, comenta Rosa. Sin embargo, había cierta cautela: su abuela solía esconder el dedo pintado de rojo para evitar confrontaciones en las calles, ya que las peleas políticas partidistas eran comunes en esa época. Este gesto era reflejo del clima político de la época, en la que el voto femenino representaba un avance en la participación democrática y un desafío en un país profundamente polarizado.

Marina Escobar, originaria de Girón, Santander, recuerda esas primeras elecciones. “Cuando fue ese primer día de votaciones, familiares míos, como mis primas, fueron a votar, pero yo no pude hacerlo porque no tenía cédula. No la saqué hasta que tuve a todas mis hijas, más o menos a los 23 años. Pero cuando llegaban a la casa, les veía los dedos pintados, según el partido por el que habían votado”.

Ángela García destaca que las mujeres colombianas enfrentaron fuertes barreras culturales y políticas para obtener el derecho al voto. “En los años previos al reconocimiento del voto, la idea de que las mujeres pertenecían al ámbito privado (casa y familia) estaba muy arraigada. El machismo, tanto en la sociedad como en las estructuras de poder, fue uno de los principales obstáculos”, explica. Incluso, después de ganar el derecho al voto, su participación política se mantuvo baja por décadas, y aunque ha habido avances, la verdadera paridad sigue siendo un objetivo por alcanzar.

Han pasado varios años desde 1957 y Colombia ha registrado avances significativos en la participación política de las mujeres. Uno de los hitos más importantes fue la introducción de la Ley 1475 de 2011, que estableció la cuota de género, obligando a los partidos políticos a asegurar que al menos el 30% de sus candidaturas fueran ocupadas por mujeres. Esta legislación marcó un cambio crucial en la representación política femenina, lo que se reflejó en el aumento de mujeres en el Congreso, con un 20% de los escaños en la Cámara de Representantes para 2018.

Diego Rojas, licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital, señala que el reconocimiento del voto femenino en 1954 fue el inicio de una transformación más profunda en la participación de las mujeres en la vida política y social de Colombia: “Con la aparición de la píldora anticonceptiva en la década de los 60, las mujeres ganaron control sobre su cuerpo, que les permitió decidir si querían o no tener hijos y, en consecuencia, acceder a la educación y a otros espacios que antes les eran negados”. Rojas subraya que este cambio las convirtió en actores políticos y en agentes sociales, que se vio reflejado en hitos como la participación de mujeres en la Constitución de 1991, y su crecimiento en cargos públicos.

Catalina Montoya, abogada de la Universidad San Buenaventura, señala que, según cifras del Departamento Administrativo de la Función Pública, en el 2023 la participación femenina en cargos públicos llegó al 48.61%. Montoya destaca que este progreso es una muestra de la promoción del liderazgo femenino en el país. Sin embargo, advierte que aún persisten barreras importantes, como la falta de igualdad en la financiación y el limitado apoyo de los partidos políticos y el sector privado a las candidatas mujeres.

Nicolás Vargas, sociólogo de la Universidad Nacional, afirma que el reconocimiento del voto femenino en Colombia no ha significado una transformación real de la estructura social del país, que sigue siendo patriarcal, especialmente en el ámbito político. Aunque las mujeres obtuvieron el derecho al voto y han accedido a cargos públicos, Vargas argumenta que esto no ha cambiado los roles de género en la vida privada ni ha promovido una participación efectiva de las mujeres en la política. “Las barreras para la igualdad de género persisten, y las mujeres en política a menudo son utilizadas como figuras simbólicas, sin una influencia real en la toma de decisiones”.


Un informe reciente de la Registraduría Nacional y del Consejo Nacional Electoral sobre el periodo 2024-2027 revela que las mujeres alcanzaron una representación del 20% en alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas. A pesar de los avances logrados desde la aprobación del voto femenino en 1954, Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral (MOE), señala que estos progresos han sido limitados. En comparación con otros países de América Latina; el avance en la participación política femenina en Colombia es menor, lo que refleja una brecha significativa en términos de igualdad de género. Esto indica que la lucha por alcanzar una representación equitativa, en la que las mujeres ocupen al menos el 50% de los cargos en el Estado, debe continuar.

El Centro de Estudios en Democracia y Asuntos Electorales de la Registraduría Nacional del Estado Civil y ONU Mujeres presentaron un boletín con datos relevantes sobre las elecciones territoriales del pasado octubre de 2023. Algunas cifras relevantes en el boletín son:

  • El 51.4% de las personas habilitadas para votar en 2023 eran mujeres.
  • Para el proceso electoral de 2023, las mujeres tenían el 39% del total general de candidaturas registradas. Había 1,7% más mujeres que en las elecciones de 2019 y 2,4% más que en las de 2015.
  • En los cargos para alcaldías y gobernaciones, para los cuales no existe cuota, las mujeres representaban el 16% y el 18,3% de las candidaturas
  • En los concejos y asambleas eran el 39,4% y el 38,1% de quienes se postularon con un 1.6% y 1.1% más que hace cuatro años respectivamente.
  • Las candidatas a las Juntas Administradoras Locales JAL fueron el 46,4% de las aspiraciones, 2,4% más que en 2019, consolidándose con porcentajes cercanos a la paridad.

El reconocimiento del voto femenino en Colombia en 1954 fue un avance crucial hacia la igualdad de género, porque les permitió a las mujeres participar en la vida política del país. A pesar de los progresos significativos en términos de representación y legislación, como la Ley 1475 de 2011 y el aumento en la participación femenina en cargos públicos, persisten barreras culturales y estructurales que limitan la verdadera paridad.

Aunque el número de candidatas ha aumentado, aún queda un largo camino por recorrer para alcanzar una participación equitativa. La lucha por una representación política justa y efectiva para las mujeres en Colombia continúa siendo un desafío, y es fundamental que se mantenga el esfuerzo para superar las desigualdades persistentes y avanzar hacia una verdadera igualdad de género en el ámbito político y social.

A pesar de que persisten varios desafíos en la participación política de la mujer, también se percibe optimismo, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Valentina Cardona, estudiante universitaria, destaca la importancia del voto femenino en la política colombiana. “Desde 1954 hasta el día de hoy, el camino no ha sido fácil. El voto femenino fue un paso muy complicado, pero uno de los más importantes. Ha cambiado la balanza política, y se puede ver en los cargos públicos que ocupan mujeres hoy en día, así como en las discusiones y debates que están fomentando para que la voz femenina sea tomada en cuenta y haya un cambio verdadero”.

Alejandra Ríos, periodista de la emisora cultural HJCK, resalta el impacto transformador que tuvo el sufragio femenino en Colombia. Según Ríos, la conquista del voto hace 70 años fue el punto de partida para que las mujeres pudieran integrarse de manera más activa en la política, abriendo caminos hacia la igualdad. A pesar de que en 2024 se ha logrado casi un 50% de paridad en los espacios políticos, Ríos enfatiza en que la sociedad aún no está completamente acostumbrada a ver a mujeres en roles de poder. “Todavía existe incomodidad cuando una mujer lidera”, afirma, subrayando que este es uno de los mayores retos que enfrenta la equidad de género en el ámbito político.

| Nota del editor *

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