Louis-Ferdinand Celine, escritor francés del siglo pasado, equiparaba la música al arte de la prosa, a la composición ordenada, equilibrada y eficaz que ésta demanda a fin de producir eco en el lector; esto es así porque consideraba la música un arte, uno verdadero que toca las fibras más íntimas del ser humano. Un arte, en fin, sublime, y por esto paradigma artístico.
Y hablando de las fibras más íntimas del ser humano, hay un canta-autor colombiano que las toca. Embajador de la no violencia, promotor de la paz social, César López, antaño perteneciente a la orquesta Poligamia, ahora es un solista que compone sólo para fomentar reconciliación allí donde hay dolor como consecuencia de la vasta guerra que ha vivido el país. En esta misma línea, César lleva siete años recorriendo el territorio colombiano, generando relaciones diferentes en las distintas comunidades a las que ha ido. A este respecto, cabe definir en sus palabras cómo entiende la música, ¿cómo un medio para sanar heridas de guerra y recuperar –aunque sea un poco- ese tejido social dañado?, o ¿habría, acaso, que definirla como algo que va más allá? Para César, la música es creadora de espacios de encuentro, en donde la gente puede habitar tranquilamente, y encontrar elementos que le signifiquen reflexiones o momentos valiosos. Su música la entiende como dadora de un hogar temporal.
Es hogar porque no sólo es espacio de compartir, de reflexión, de seguridad, sino porque éste se forma a partir de lo íntimo de la gente, sus narrativas: anécdotas de campesinos, de mujeres, de niños. Estos tienen siempre algo que decir; y para César eso, precisamente, son testimonios que dan cuenta de la realidad del país. Es por esta razón que se esfuerza tanto en hablar con la gente, en entrar a sus casas, en recorrer sus territorios vitales, porque es ahí donde las gentes se abren a la posibilidad del diálogo, y, por medio de él, de sus vivencias cotidianas.
Ahora bien, ¿César siempre fue así? ¿Su música desde un comienzo partía y tenía como foco a las gentes humildes, campesinas y marginadas? ¿En qué momento centró su arte en ello y se distanció de la actividad de tantos artistas, de por sí alejados o indiferentes de la realidad nacional? Con relación a esto César comenta que la comunidad de artistas en Colombia, simplemente, no está enfocada al ámbito social; y aunque, si bien, no es obligación de los músicos entrar en dicho ámbito, sí le haría muy bien al país -debido a la popularidad que cargan a sus espaldas- apoyar los procesos vitales por los que pasan las comunidades en Colombia. Evidentemente hay músicos en distintas comunidades que se valen de su arte para concienciar y transformar realidades, pero son invisibles; hacen su trabajo al margen del reconocimiento y la popularidad.
En cuanto a su vida, él empezó a plantearse la intencionalidad de su música a raíz de su visita a psiquiátricos, a hospitales y cárceles. El haberse encontrado con distintas historias de vida en estos lugares le fue llevando por otros derroteros. Derroteros no convencionales. El conflicto armado es uno de ellos. Y su escopetarra –guitarra con forma de escopeta- le ayuda a evidenciarlo. Es gracias a ésta, valga la pena mencionarlo, que él puede cantar las historias de las gentes; es su símbolo, uno que en la noche del día del atentado al Nogal, se creó cuando un militar armado le rompió su guitarra por el hecho de querer ver más de cerca lo sucedido. Desde entonces, con su instrumento en mano y su voz, dan un canal por el que los relatos de las gentes víctimas del conflicto pueden manifestarse. No sólo como manera de evidenciar la violencia, claro está, también como posibilidad de creación de un país menos rencoroso y violento.
Conduce Víctor Rojas, Valkyria Bernal (Estudiante de Lic. En Pedagogía Infantil), Nicolás soto (Estudiante de Licenciatura en Filosofía) y Cristian Bastidas (estudiante de Comunicación Gráfica)