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[Crítica] En las entrañas de “Blue Velvet”, el gran film de David Lynch

Considerada una obra maestra en el mundo del cine, después de 39 años de su producción y más de dos meses del fallecimiento de su realizador, David Lynch sigue reafirmándose como uno de los grandes directores que ha existido y esta película como una de sus más bellas creaciones.


Por: Valeria Sosa Jiménez

Hace unas semanas, en la Cinemateca de Bogotá, se volvió a proyectar en pantalla grande una de las películas más conocidas del gran David Lynch: Blue Velvet (1986). Recuerdo mi primera vez viéndola, deleitándome con cada plano y escena metafórica que me voló la cabeza en ese entonces, y siendo envuelta por lo que para mí es su premisa:

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En la recóndita periferia de un vecindario idílico se encuentra la infestación coexistente de la locura, las violencias, la moral desgarrada y la curiosidad —generada por una simple oreja— de desentrañar lo que se oculta detrás de la tranquilidad y la perfección.

Más que la premisa, es la ejecución de esta la que me recordó una parte del libro El lenguaje del cine de Marcel Martin (2002), sobre el poder de la semiótica; es decir, de esos elementos implícitos que forman parte de la narrativa desde el color, los objetos, los gestos, etc. Para Martin, el cine puede significar sin tener que decir, pues la composición, el montaje y los signos expresan lo que sería innecesario verbalizar.


Esto está expuesto de manera magistral en la primera secuencia de la película —una de mis referencias cinematográficas—, donde inicialmente Lynch nos muestra el idílico vecindario estadounidense con sus casas grandes, personas felices, calles limpias y jardines espléndidamente estéticos con flores de colores intensos, hasta que, finalmente, nos va acercando a lo que coexiste debajo de esa belleza superficial: una pululación de insectos en el subsuelo, mostrando la suciedad y el caos que se esconden bajo la perfección.

Retóricamente, esta secuencia nos presenta la historia que se va a narrar: el vecindario representa la vida tranquila y superficial de Jeffrey Beaumont, el protagonista, mientras que los insectos aluden al antagonista, Frank, y a los conflictos en los que Jeffrey se verá envuelto. No obstante, a lo largo de la película, podremos identificar otros elementos esenciales para comprender el interior de los personajes y el sutil significado de la trama:

La oreja que Jeffrey descubre al inicio es el dispositivo que le permite transitar hacia otro mundo. Simula una espiral, representando la ineludibilidad del distanciamiento de una vida ordinaria hacia la exploración de un universo desconocido y peligroso, reflejado también en sus relaciones: Sandy, el estereotipo de la mujer estadounidense —rubia, dulce y a la vez fría— y Dorothy, una mujer marcada por la violencia física y psicológica, afectada por la casi ausencia de su hijo y su esposo, consecuencia de los traumas y desórdenes mentales de Frank.

Fotografías: Blue Velvet (1986)

El terciopelo azul puede simbolizar un trauma infantil del antagonista Frank, posiblemente relacionado con su madre, evidenciado en el cambio radical de comportamiento que sufre durante los actos sexuales: llama a la otra persona “mamá” y actúa como un niño. Esto se refuerza tanto en la reiterada canción que Dorothy canta en el bar, que lo conmueve, como en la túnica de terciopelo azul que ella usa cuando Frank la visita, o en la tela azul que él corta para caracterizar a sus víctimas. Este elemento identifica la inestabilidad del personaje.

Fotografías: Blue Velvet (1986)

El fuego representa tanto la desesperación o ira como el éxtasis. Esto se manifiesta en la escena en la que Jeffrey y Dorothy tienen relaciones sexuales: la desesperación se revela cuando Jeffrey le sugiere a Dorothy llamar a la policía por los abusos sufridos a manos de Frank, a lo que ella responde con angustia; el éxtasis aparece cuando, pese a su resistencia inicial, Jeffrey accede a golpearla, provocándole una sensación aparentemente placentera.

Foto: La desesperación o ira se muestra con una vela para posteriormente mostrar el éxtasis con un fuego incontrolable en casi toda la pantalla.

Finalmente, el pájaro con el insecto en la boca simboliza la derrota de la maldad y el regreso a una vida ordinaria, nuevamente perfecta en apariencia.

Foto: Blue Velvet (1986)

Este fue un pequeño análisis desde mi perspectiva sobre algunos signos que significan mucho y hablan por sí solos, pues Blue Velvet es una producción que da para conversar durante horas y, aun así, mantiene la emoción y la atención de quien la ve. Para mí, sigue siendo una de las muchas obras maestras del gran David Lynch.

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| Nota del editor *

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