No cabe duda de que los nombres de las películas recrean todo un imaginario con respectoa su historia, pero hay detalles que sin duda suman a lo que puede llegar a pasar. Es el caso de nombres como el del versátil Adam Driver, que personifica a un Enzo Ferrari suficientemente expresivo, calculador, egoísta y fuertemente agobiado por la pérdida de su hijo. A su lado una Penélope Cruz impecable como siempre en el personaje de Laura Ferrari, una mujer marchita y frustrada a causa de un hombre ruin que lo único que piensaes en sí mismo.
A esto se suma el nombre del director estadounidense Michael Mann, responsable de títulos como: Colateral (2004), El informante (1999), El último de los Mohicanos (1992) o la mítica Fuego contra fuego (1995) entre otras. Estos factores se juntan bajo el nombre de Ferrari, una de las marcas más legendarias de la historia del automovilismo, y parece que todo está en la mesa.
La película se basa en la Mille Miglia de 1957 y su importancia crucial para la supervivencia de Ferrari como fabricante de automóviles. Esta importante carrera hace que se desenvuelve una trama llena de vacíos en la historia que pierde ritmo continuamente y que desconecta con el espectador. Por muchos pasajes la cinta se sostiene solo en las muy buenas actuaciones de sus protagonistas, pero no es lo suficientemente contundente. No llega a ser un biopic, pero tampoco se convierte en un retrato de cómo tiene lugar la carrera, como sí pasa en la muy destacada Ford v Ferrari (2019).
La película ubica al espectador en el verano de 1957, cuando Ferrari está a punto de quedar en quiebra, entrelazando las dificultades personales de Enzo Ferrari y su esposa Laura con los problemas financieros de la empresa que ambos forjaron durante 10 años. Desesperado, Ferrari se juega el futuro profesional en la emblemática carrera que atraviesa Italia.
Aunque sus locaciones son llamativas e inspiran glamour, el buen trabajo de la directora de arte Maria Djurkovic, entre sus detalles y su vestuario acorde y bien elaborado, no alcanzan para impulsar una historia que parece solo busca catapultar su final sin tener en cuenta que cada personaje pudo conectar mucho mejor con la historia y nos solo ser un punto de referencia.
La cinta le da un crédito importante a Laura Ferrari y su relevancia para que una marca tan prestigiosa todavía exista, pero en la mayoría de la película se la muestra como la única persona llena de profundos conflictos emocionales, en tanto que Enzo aparece como alguien desagradable que solo sabe de automóviles, lo único que lo mueve por dentro tras perder a su hijo.
Una película de dos horas y once minutos que irónicamente tarda bastante en arrancar, que solo se hace constante y llamativa cuando inicia la Mille Miglia, que muestra la maestría de Michael Mann en las secuencias de la carrera, con una continuidad apasionante, acompañada de planos precisos que recrean la tensión de la carrera y su exigencia.
Como es de esperar en toda narración histórica, se recrean varias anécdotas de la carrera en imágenes que son parte de la historia del automovilismo, pero al finalizar la carrera vuelve a perder el ritmo y sus personajes vuelven a sentirse dispersos y ausentes.
Ferrari pudo ser el regreso de uno de los directores más reconocidos de su generación, pero considero que no logra impactar lo suficiente y desperdicia la interpretación de una maravillosa Penélope Cruz y un siempre notable Adam Driver. Si le gusta el automovilismo, sin duda disfrutará la última parte de la película, pero si quería un emocionante drama a todo motor, no lo es. Juzguen ustedes.