Grandes y aclamados biopics se han revelado por medio del cine en los últimos años, en lo que parece delimitar ciertas características que pueden verse, como, por ejemplo Elvis (2022), De Baz Luhrmann, Blonde (2022) de Andrew Dominik o en Spencer (2021) del director chileno Pablo Larraín entre otros, pero tal vez uno que resalta entre todos ellos puede ser Tar (2022) de Todd Field. ¿Por qué?
En esta ocasión el actor y director de cine Bradley Cooper, entrega su segundo largometraje, con un biopic sobre el compositor estadounidense Leonard Bernstein, el legendario autor de la banda sonora de West Side Story llamada Maestro. Es importante destacar que dos grandes nombres de Hollywood están involucrados en el proyecto como Steven Speilberg y Martin Scorsese haciendo de productores como Cooper.
La cinta inicia con Bernstein en el piano y con uno de los mejores maquillajes que personalmente he visto en el cine de la mano del maquillador de efectos especiales, el japonés Kazu Hiro. Desde el principio Cooper hace gala de su dirección, manejando la luz y los encuadres con la maravillosa dirección de fotografía de Matthew Libatique, quien ha trabajado en películas reconocidas como El Cisne Negro (2010), y más recientemente en La Ballena (2022) entregando una estética sofisticada, llamativa, pero clásica, casi de musical para la introducción de los personajes y desde allí, con una especial atención a los detalles.
La continuidad de la cinta se trunca en muchas ocasiones, ya que en los primeros momentos se presenta todo como idílico. La oportunidad única de Bernstein para dirigir sin siquiera ensayar y ser un éxito, sus primeros momentos de romance que se presentan en blanco y negro sin estructurar una razón narrativa, dando la impresión de ser solo un cambio caprichoso de su parte para demostrar su versatilidad, y no como una noción para diferenciar momentos y ritmos como lo hizo el director británico Christopher Nolan con Oppenheimer.
Luego, el espectador se encuentra con diálogos rápidos, un ritmo acelerado y secuencias de sueños que, entre su construcción familiar y la intimidad necesaria para la creación artística, propone esta interesante tensión en lo público y privado, atrapándolo en numerosas contradicciones que alimentan el personaje para bien, teniendo en cuenta que es una narración biográfica, en donde, desde mi opinión, el Cooper director sale mejor librado que el actor.
Finalmente, la cinta se concentra en la historia de amor de sus dos protagonistas, en sus dificultades, en sus logros personales como pareja, y en cómo su familia se acomodó al éxito del director norteamericano que nunca debilitó su espíritu y su ímpetu entre sus vicios y debilidades.
Uno de los puntos fuertes de Maestro, es su construcción formal que de la mano de una maravillosa actuación de Carey Mulligan (Felicia Montealegre) y la imagen de su protagonista Leonard Bernstein (Bradley Cooper), hacen de este biopic que parece no ser hecho para un público general sino para los miembros de la academia de Hollywood, una película que se deja apreciar y disfrutar entre las maravillosas composiciones de su protagonista, su impecable fotografía y sus valiosas actuaciones que hacen minimizar errores en su montaje, pero con secuencias memorables como su última dirección de orquesta en la película y su reencuentro con Felicia.
Maestro es una película que por momentos parece estar hecha para un jurado y no para cuestionar a su público, como lo hizo Todd Field con Tar en mi opinión. Una cinta con imágenes potentes, pero que se queda corta en su mensaje final, chocando con problemas convencionales, convirtiéndose por momentos en una película convencional. Esto no significa que no se puede vaticinar una notable carrera como director de Bradley Cooper, pero el tiempo y su trabajo demostrarán, si es posible que esté entre los grandes nombres de los mejores directores en la temporada de premios que se vienen. Netflix le apuesta a ello. Juzguen ustedes.