“A mí lo que más me da miedo es que se me olvide lo que tengo que hacer. Para mí, lo que más valor tiene son los recuerdos”, le dice Edi a su amigo, el animero, a lo que él responde: “Lo peor que a uno le puede pasar es que lo olviden, eso es peor que morir”.
Desde el inicio del siglo XX, Colombia ha estado sumergido en la violencia, fenómeno que se ha intensificado con las décadas. El conflicto interno ha dejado millones de víctimas, desplazados, desaparecidos y asesinatos que han transformado las creencias de las comunidades en diferentes regiones del país, su memoria y la cosmovisión de sus habitantes.
La constante de la memoria en construcción ha causado que los pueblos luchen por que sus muertos no sean olvidados, así los gobiernos y los políticos de turno nieguen el conflicto armado interno, queriendo olvidar a las víctimas y sus historias que, en muchas ocasiones, no tienen nombre ni fin.
El cine, con los años se ha convertido en una herramienta valiosa para la construcción de memoria colectiva, que con películas valiosas y de alto valor estético como Tantas almas (2019), Silencio en el paraíso (2011), Los colores de la montaña (2010) entre otras, intentan captar la crueldad y la incesante destrucción del conflicto, pero por fortuna el arte tiene el poder de recapitular la historia para mostrársela a quienes no la desconocen.
Memento Mori narra la historia de un hombre que se desempeña como animador en Puerto Berrío, Magdalena Medio, en 2003. Los animeros vienen de una tradición española que se remonta al siglo XIX, y se dice que tienen la misión de visitar durante las noches de noviembre las tumbas de los cementerios, despertar a las ánimas, sacarlas a pasear por los pueblos y orar por ellas.
Durante la época más cruda de la violencia en Puerto Berrío, cuando cientos de cuerpos no identificados encallaron en la orilla del río Magdalena, la presencia de los animales, casi extintos en Colombia, cobró mayor relevancia. La gente consideraba que ellos eran capaces de hablar con sus familiares desaparecidos, y con los NN, como les decían a los cuerpos anónimos que llegaron arrastrados por el agua. Los habitantes del pueblo adoptaron a los NN como sus propios muertos, los enterraban en el cementerio comunitario y les decoraban sus tumbas con coloridas flores y con vasos de agua.
Después de la llegada de un cadáver decapitado a la adornada pared de los NN, el animero que protagoniza Memento Mori escucha las súplicas del alma en pena y se embarca en un viaje a la boca del lobo para recuperar la cabeza y devolverle al cuerpo su dignidad.
A través de una atmósfera esotérica y mística, la historia de López Cardona y su co escritor, James Valderrama, exploran uno de los elementos característicos de la narrativa del cine nacional a lo largo de las décadas: la relación río-muerte, tan poéticamente contradictoria, pero tan ceñida a la realidad de la guerra en este país.
Apoyemos entre todos al cine nacional para que pueda seguir creciendo con calidad.