Entre las perspectivas que en un producto audiovisual pueden ser relevantes, existen muchas maneras de verlo, entre ellas, las que se perciben por medio de la idea de la historia, o como esta, desde su idea base, parte de la complejidad de cómo existir.
Esta ópera prima del director colombiano Joaquín Uribe, con la producción de Amaranta Fiquitiva, revela lentamente a modo de negativo fotográfico, entre luces y sombras, a Omar Bautista, que fue condenado a veinte años de prisión por homicidio. Sin embargo, en Colombia, las personas privadas de la libertad pueden recibir un beneficio, conocido como el permiso de las 72 horas, así como obtener descuentos en su tiempo de condena.
Minotauro parece hablar sobre el proceso de una persona privada de la libertad, y cómo se acondiciona a la sociedad, en lo que enfatiza el documental desde su propuesta de lenguaje audiovisual. La singular riqueza del personaje de Omar y sus diferentes matices dentro de sus construcciones de realidad, presentan una narrativa interesante, que en ocasiones tiene ganas de prosperar para ser algo más, pero como las crueles realidades de la vida, no pueden ser más que momentos, 72 horas de pensamientos en este caso, que luego deben ser encerrados de nuevo.
Minotauro habla de Omar, pero hace de su director Joaquín Uribe un personaje más que nutre la narrativa y se convierte en “el otro” en el que hace que Omar tenga que mostrar sus capas por medio del arte y de sus expresiones, porque se propone la idea del arte como un lugar seguro, y resulta así dentro de los conflictos sociales propios y generales de una sociedad construida desde el sí o el no como imperativos, donde algo debe ser tangible, porque el arte en muchos casos no se puede comer.
El director es hábil en descifrar los momentos que eran necesarios para desentrañar la personalidad de un hombre que ha sido muchas cosas para no perder su existencia y mantener un espacio en este mundo estéril. Minotauro refleja esa complejidad, ya que no acaba por concretar varios aspectos de la existencia de Omar, ni su pasado, ni su presente, recordándole al espectador que los seres humanos se les obliga a ser libres: ¿Para qué?
“Hay una convención cultural que dicta que la gente que está en las cárceles está privada de una libertad de la cual nosotros, los que no estamos en las cárceles, gozamos. Esa libertad donde podemos tener deudas, estar amenazados, tener un trabajo de mierda, morir de hambre, pero asumiendo que podemos hacer lo que queremos”, agrega Joaquín, con el mismo tono irónico que emplea su película.
Minotauro propone una compleja búsqueda de lo que se debe ser y cómo se debe ver, desde la responsabilidad de un director que necesita mostrar su idea y su conflicto con sí mismo, que, negociando constantemente su libertad como Omar, parece aceptar que no pertenece a ningún lado, y Uribe intenta mostrar de dónde proviene su adaptación al caos, convirtiéndose en parte de él.
Sea parte de esta búsqueda al lado de Omar y Joaquín. Este documental estará disponible en salas de Bogotá, Medellín y Cali durante junio. Juzguen ustedes.