El año inicia con un estreno del género de lo fantástico y el terror, inspirado en el cortometraje del mismo nombre de su director, Bryce McGuire, que continúa la lógica deconcepto ya existente, al que le agrega muy poco. De por sí, el agua para el ser humano siempre ha sido un lugar donde numerosos miedos se combinan y este director lo sabe.
Aguas siniestras cuenta la historia de un exjugador de béisbol de las grandes ligas, Ray Waller (Wyatt Russe), que es obligado a retirarse anticipadamente por una enfermedad razón por la que se muda con su esposa Eve, (Kerry Condon) y su hija adolescente Izzy (Amelia Hoeferle) y su joven hijo Elliot (Kenneth Lavíll).
La familia espera que, contra todo pronóstico, pueda regresar al béisbol profesional. Ya en su nuevo hogar, Ray convence a Eve de comprar la piscina del patio trasero de la nueva casa, que será lo mejor para él y sus hijos. Pero la piscina esconde un oscuro secreto que desatará una fuerza sobrenatural con un alto precio por pagar.
No hay duda que la cinta tiene un arranque prometedor, nada fuera de lo normal comparada con este tipo de películas, que les hace guiños interesantes a películas tan referentes para el género como Poltergeist (1982) o Cementerio de mascotas (1989) entre otras.
Si bien, es conocida la sofocante relación del agua con el espectador, el temor a ahogarse, y la intimidante soledad del agua profunda y oscura, crea la idea que hay algo escondida en ella a la espera de algo, logrando por momentos una buena expectativa, pero que, entre las malas resoluciones narrativas y las flojas actuaciones, que se diluyen en un poco más de hora y media de duración de la película.
Blumhouse, casa productora de buenas y exitosas películas en la taquilla internacional como El teléfono negro (2022), Siniestro (2012) o la sorprendente Megan (2023) entre otras, no logra construir una idea sólida y con buenos argumentos para poder hacer una cinta lo suficientemente llamativa para una audiencia amante de este género, por momentos, demasiado enfocada a una audiencia joven que no perciba ciertas similitudes con películas clásicas y que marcaron tendencias para siempre.
Aguas siniestras es una cinta con buenas ideas que pudieron ser mucho más y que se quedó en uno que otro sobresalto que le recordó al espectador qué tipo de película es, pero que no pudo llegar muy lejos de donde arrancó. Juzguen ustedes.