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Cuando cae la noche en Bogotá: un guía turístico de la oscuridad de la capital

A diferencia de los guías tradicionales, Camilo no usa uniforme ni micrófono. Él prefiere disfrazarse de manera terrorífica; usa vestuarios según la temática de la que está hablando, y por eso a veces se disfraza de fantasma, de zombi, de cadáver o de lo que pidan las circunstancias.

Por: Valentina Aguillón Guzmán


Es una estancia bastante fría, tanto que cuando se entra allí se siente que a todo momento te están persiguiendo y viendo. Hay un olor a formol y a amoniaco muy fuerte. En algunos lugares se encuentran muñecas barbie cubiertas de clavos, botellas rellenas de huevos que parecen las aguas negras de un río en descomposición, y restos de materia fecal que usan para hacerle el mal a los enemigos. Es un escalofrió que pasa cuando se recorre de noche el Cementerio Central de Bogotá, algo tan aterrador como nostálgico.

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Camilo es un joven de 23 años, conocedor de las historias más oscuras de tragedia y terror que se ocultan en la ciudad, y lleva cuatro años dedicado a un trabajo poco convencional: ofrecer tures nocturnos por el centro de Bogotá. Su misión no es mostrar la Bogotá turística de las postales, sino la de los mitos, tragedias y enigmas que el tiempo ha cubierto bajo capas de modernidad y olvido. Levanto la mirada hacia el grupo y, con una sonrisa enigmática, pronuncio en voz baja: “Cuando cae la noche sobre Bogotá, las calles se llenan de secretos que solo los valientes se atreven a ver y escuchar”.


A diferencia de los guías tradicionales, Camilo no usa uniforme ni micrófono. Él prefiere disfrazarse de manera terrorífica; usa vestuarios según la temática de la que está hablando, y por eso a veces se disfraza de fantasma, de zombi, de cadáver o de lo que pidan las circunstancias. El que más usa es el de cadáver con el que narra los relatos más escalofriantes y sorprendentes de cada rincón de La Candelaria, historias que pocos conocen. Pero Camilo no se limita a recorrer las calles: también se adentra en casas abandonadas, en edificios en ruinas y en cementerios, sitios cuya entrada es, por decirlo de alguna manera, poco aceptada.


Lo que hace especial a este guía es su estilo narrativo: “En esta casa le cosieron los párpados para que nunca pudiera dormir ni desear otro esposo”, dice con una sonrisa misteriosa mientras los turistas lo rodean ansiosos por desentrañar los secretos atrapados entre los muros antiguos de las casas de La Candelaria. Los eventos paranormales, según relata Camilo, no son raros en sus recorridos: “Por eso siempre les decimos a nuestros turistas que se echen la bendición antes de entrar a cualquier casa, al cementerio o incluso durante la caminata por La Candelaria”, advierte. El ambiente, especialmente en los tours nocturnos es denso, y en algunos lugares el olor a amoniaco combinado con desechos y basuras resulta insoportable e irrespirable, que se suma al aterrador silencio que envuelve las calles.


“En uno de los recorridos, con un grupo de turistas de cuatro personas, llegamos al Cementerio Central. Mientras caminábamos entre las tumbas, escuchamos lo que parecía ser el sonido de unos pasos ligeros, como si alguien nos siguiera a la distancia. De pronto, vimos a una niña corriendo desde lejos. Pensamos que era real, pero al seguirla, ella desapareció entre las sombras, Fue entonces cuando alzamos la mirada y nos encontramos con una tumba solitaria, antigua, con una muñeca rota tirada a su lado, como si alguien la hubiera dejado allí en un acto macabro. La niña nunca apareció de nuevo”. relata camilo.


En sus visitas al Cementerio Central, Camilo y su equipo siempre llevan agua bendita y amuletos para prevenir lo que llaman posibles daños colaterales. El ambiente llega a ser tan pesado que incluso produce un insoportable dolor de cabeza. hay imágenes y sonidos escalofriantes relacionadas con brujería, donde también se escuchan voces de niños que juegan, y donde se ven sombras que pasan a gran velocidad.


Camilo recuerda que los niveles de seguridad se incrementaron en los cementerios cuando uno de sus compañeros desapareció en medio de un tour, al que encontraron muerto días después, tendido sobre una tumba, con los ojos abiertos y una expresión de terror indescriptible en su rostro, en hechos ocurridos en el Cementerio del Sur en Bogotá, conocido por los rumores que circulan entre los estudiantes de medicina, de quienes se dice adquieren huesos allí humanos para sus estudios.


“Si alguna vez se atreven a ir allí,” dice Camilo con tono sombrío, “en la parte de atrás encontrarán unas escaleras que descienden hacia una tumba oculta. Al subir al techo y luego de quitar unos palos de madera entrecruzados, descubrirán huesos humanos: restos de manos, de pies, corazones que no deberían estar allí. Cuando lo descubrí fue la última vez que ofrecí un tour en ese cementerio. Lo que vi allí no lo he podido borrar de mi mente”. Camilo habla de los actos de brujería que ocurren en ese lugar, y cómo en un parque cercano, entre los árboles, se encuentran bolsas y mangueras de hospital colgadas en un ritual oscuro. Nadie sabe con certeza cuál es el fin de esas prácticas, pero el aire en ese lugar, según Camilo, tiene algo irrespirable, peor que el aire del Cementerio Central, como si todo estuviera impregnado de un mal antiguo que nunca se va.


Desde pequeño Camilo se sintió atraído por lo paranormal. Amaba las películas y documentales sobre fantasmas y misterios, y fue ese interés el que lo llevó a convertirse en guía. Empezó como un simple aficionado en el Chorro de Quevedo, ofreciendo “tures” gratuitos para captar la atención de los curiosos. Con el tiempo, su negocio creció, y ahora gana alrededor de 500 mil pesos por noche. “La gente piensa que este trabajo no da para vivir, pero la verdad es que las personas se sienten muy atraídas por estas experiencias, especialmente las nocturnas”, comenta.


El Cementerio Central y las casas abandonadas son los tures más populares. “En esos lugares pasan cosas bastante paranormales”, dice Camilo, que describe cómo el ambiente se torna más pesado, el frío se vuelve más intenso, y los ruidos, golpes, voces y risas—provienen de rincones que no pueden identificar. A veces, Camilo y su equipo se disfrazan para aumentar la tensión en los turistas y esto lo hacen en los tures de la caminata por la candelaria: “Cada noche es diferente”, asegura. Y es esa incertidumbre lo que más le gusta de su trabajo. No importa cuántas veces recorra los mismos sitios, siempre hay algo nuevo que lo sorprende. El miedo, la adrenalina y el misterio se entrelazan en cada paso, y a medida que las horas avanzan, los secretos de Bogotá se revelan, uno por uno, ante los ojos de quienes se atreven a buscarlos.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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