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De las botas, el amor y otras cosas

La madre de Diente de León con bastantes años recorridos recuerda la partida de su pequeño.

Por: César Ramírez

Tragos por la compañía… ¡Firmes, ar!

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Ella estaba a tiro de ojo, acompañada de una espesa capa de humo que dificultaba contemplar su silueta. <<A la vida le gusta ver como corremos, nos escondemos y hacemos cualquier clase de barbaries>> dice Diente de León.

El ambiente es hostil, muy parecido a sus “primeros 30 años de infancia” <<No me perturba caminar entre tantos hombres, de hecho, estoy muy acostumbrada a ello, recuerdo fuerte y claro esos momentos>> Sin pena brinda su cigarrillo y se dispone a trabajar.

Las ansias de quienes la acompañan en la mesa no se hacen esperar, escuchar su voz aguda, pero con tono masculino, genera gran expectativa. El sonido de la música retumbaba por todo el lugar, se sienta y brinda con un trago amargo y oscuro que logra sonrojar sus mejillas, estremece sus labios carnosos que terminan con el movimiento de sus manos delicadas pero masculinas que se dirigen a su cabello largo y enredado por el trajín de la noche.

<< No solía ser así…un hombre siempre tiene que estar dispuesto a cambiar >> Ese cambio que menciona Diente de León es lo que atrae las miradas ajenas, el morbo y el placer prohibido de los osados…<<No sé por qué los hombres buscan lo extraño ¡mírame!>> Esa sonrisa de oreja a oreja acompañada del contornear de su cintura diseñada por un especialista, sus piernas largas, achocadas por los caminos que recorrió en su infancia y una cicatriz que hace mención a su pasado despierta esa “extrañeza”. La noche es un baile, tacones altos y con historia encima reflejan lo que quiere contar.

Tanta intriga en su mentón y manos no pasa desapercibida; es la reina del lugar. <<Yo creo que hay que morir muchas veces. Nunca lo voy a olvidar, si no estoy tan tomado, tenía unos 12 años, estábamos en la vereda más bonita que pude visitar en mis años de filas. Zaragoza queda cerca al pueblo de Villarrica aquí en el Tolima, ahí vivíamos; estábamos al frente de la escuela y llegó la guerrilla, ya llevaban varios días por ahí, nos reunieron y todo fue muy rápido… Mamá linda llorando, todo el mundo gritando… ¡Pam Pam!… – ¡no se lo lleven!… cuando abrí los ojos estaba con más niños caminando entre el monte>> Se despeino, tomo otro trago amargo y emprendió esos largos pasos que la llevaban a la habitación.

Llamadas que dan gusto y susto

La madre de Diente de León con bastantes años recorridos recuerda la partida de su pequeño. <<Ese día me prometí a mí misma que la pérdida de ellos tendría que superarla pronto>> Ella perturbada por su memoria lo describe como un niño lindo, delgado, fuerte a su medida, pero también muy delicado.

Dicen que recibir una llamada y escuchar la voz de quien se expresa, invita al acercamiento con esa persona <<Me dijeron que él regresó a la vereda después de casi 10 años… Yo pensé que me estaban jodiendo la vida, con eso no se juega, pero yo no podía hacer nada>> esas palabras tan tristes de su madre, la muerte de su marido en los 90 y que el mismo día se lleven a su hijo a la fuerza son cosas que se ven reflejadas en las emociones de la madre de Diente de León. Hay que morir y estar dispuesto al cambio, expresa ella entre líneas.

La ambientación abrió por completo la imaginación de quienes estaban en la mesa <<Un año después de caminar en las filas la gente dudaba de mí, de mí hombría, de mi pene. Un pelao me acuso con una mentira de que lo había manoseado. El mandamás, creo que le decían El Pijao, nos buscó, se cagó de la risa y me dijo: “Todos sabemos que usted es marica, pero sabe que, le voy hacer un favor, en la siguiente vereda que pasemos todos vamos a buscar una niña para que la haga gritar y demuestre que se le para”>> Las miradas cruzadas, el sudor del momento, mucho alcohol y las carcajadas de Diente de León hicieron temblar la mesa y de alguna manera relajar la extraña ansiedad de sus espectadores.

“¡Niña!”, gritan en la otra mesa “¡Niña, yo quiero con usted, vamos ya!”. Para el asombro de muchos, el alcohol y Diente de León estaban disponibles toda la noche. Su falda corta, por más que la estiraba, nunca lograba cubrir su cicatriz, su memoria.

Como si la melancolía la invitara a gritar nos sedujo de nuevo << ¡Niño! Llegó la hora, me gritó el Pijao: “Si no jode a esa niña lo mato. Todos estamos esperando, mueva ese culo”>> Eso mismo le decían en su “hogar” en su “trabajo”. Sus ojos grandes y redondos sueltan lágrimas que transciende en su recuerdo e identidad. <<Yo ya estaba a punto de hacerlo, todo el mundo me miraba y en ese momento dijo el Pijao: “Bueno si no lo hace entonces la pelamos a ella y la sangre corre por su cuenta”>> En ese momento la cicatriz se convirtió en el foco de atención de los espectadores y todo cobro sentido <<Pensé en mí inocente opinión que si lo hacía con “amor” dejaría de ser tan traumático. Falso. La niña estaba peor que yo, me apuntaron y El Pijao como por diversión me dijo: “Me canse, lo voy a matar”. Me le tire encima y que puta suerte, un palo me rasgo el uniforme y me hizo un hueco en la entrepierna que casi me mata…Todo quedo ahí>>

Caminando con el amor

Las personas hablan de muchos amores, hacia una mascota, una persona extraña y la familia, pero nunca se había escuchado tanto eco y silencio en un mismo lugar con tanta morbosidad. Ella gritó a los cuatro vientos “¡Qué viva el amor hijueputa!” y la gente lo celebra como un gol de Colombia. <<Después de mi fracaso como violador y de mi traslado a otras filas, empecé lentamente a acercarme a los hombres, a pensar en ellos, a sentirlos desde la distancia. En los ríos mientras nos echábamos el agua sucia y el jabón me perdía en esos cuerpos magullados por la selva, el calor y los mosquitos- Sus labios carnosos y sus dientes no dejaban de unirse –Yo no sabía que pasaba, pero pasaban muchas cosas>>.

La madrugada pasó rápido. Quienes escucharon la memoria de ella, respetarían aún más su cuerpo. “Este templo” como llama ella a su cuerpo repite una misma escena – Enredada en el humo espeso, muy recatada y recostada en un árbol, el espacio ideal para contar su historia, su vida- Esta vez es particular, no hay alcohol, ni música, es ella y la intimidad. <<Un amor, un templo… Era el comandante encargado de las comunicaciones. Cuando yo llegué ahí, me mandaron de una para esa vaina. Llegué por la cuestión de la niña y mi herida. Yo creo que entre “maricas” nos olemos y el mismo que estaba encargado de la radio me sintió de una>>.

Esa tensión de mujer adulta y trajinada absorbe por completo lo imaginable, tanto así que lo expresa como si aún lo amara. <<No lo voy a negar, tenía 17 años, estaba enamorado, me sentía grande. Yo sé que él lo sabía y por eso en cuestión de semanas me abordó, fue grosero, pero eso me calentó de una manera. La vaina fue extraña…era madrugada, no podía dormir y escuché las placas moverse de las botas de él. Yo pensé que iba para el baño- una carcajada fulminante para bajar los ánimos –Él no iba para allá, sentí una mano áspera en mi nuca y me dijo: “no se ponga botas, camine descalzo y lo hacemos”, yo no pensé solo lo hice, fue raro, rico y doloroso… Antes me dio un poco de “droga” para aliviar la tensión; yo solo lo sentí, es lo único que voy a decir, lo sentí tanto que entendí por fin mi deseo por los hombres, se estaba poniendo el sol cuando él terminó y salimos a correr. Recuerdo que me espiné y me dolió tanto como…>>.

Ella estaba muy enamorada, pero tenía esa misma sensación de cuando mataron a su papá. <<La vida nunca te dejará de golpear y lo note ese día>> Dejó salir una lágrima como si aún lo amara. Ese año, 1999, le cambió el panorama. <<Estábamos siendo asediados por los soldados, yo estaba cansado, pero enamorado y no me alejé de él, fue como siempre un golpe de mala suerte; del miedo corrimos en la dirección de la muerte. Él murió por una mina que nosotros mismos habíamos sembrado>> El cigarrillo no detuvo su camino, no como su primer amor.

El sentimiento de “amor” no es exclusivo del compañero de ruta. La madre de Diente de León hace memoria y escarba la sensación más linda que ha sentido por su hijo. <<Me llamó, me contó lo peor y lo mejor, me dijo que le había tocado salir corriendo del monte, que parecía un mal agüero>> Diente de León buscó en dos ocasiones a su mamá en Zaragoza, por fortuna encontró las pistas para dar con ella. <<Me dijo que venía en camino, que tenía mucha hambre y que tuviera todo listo>> Lo brillante de la ocasión, es la transmisión de energía que se genera desde la llamada. Amor puro.

La bendición

Desde que fue reclutado siempre estuvo corriendo de la policía y el ejército, en esos pasos oscuros siempre se refiere a tres amores, uno, su mamá, dos, su comandante de radio, el otro, un man cualquiera que le brindó la confianza y cariño en el monte. <<Él me dijo después de varios acostones, compartir comida y dulces a escondidas, que estaba mamado de comer mierda. Quería salir corriendo, pero no sin nada en las manos>> Diente de León agradece a ese “man” porque le dio el impulso necesario para huir y cambiar su vida. <<Yo me estaba muriendo de miedo, él me dijo que debíamos estar seguros. Esto que ve aquí no se pagó solo- toca con mucha tensión su rostro un tanto rectangular, su manzana de “Adán” prominente y sus glúteos -Yo mandé todo al carajo. Dos días antes empecé a hacerme el enfermo, iba cada nada al monte a “cagar”. Él me preguntó si estaba todo bien y le dije que no, que lo aplazáramos si de verdad me quería, lo hizo y por eso es mi segundo amor>>

La mirada de ella se pierde en el horizonte, tomo un respiro, encendió otro cigarro y soltó un llanto abrumador <<Lo robé. Su plan que llevaba varios años antes de conocerme se fue a la mierda por amor, él había encontrado una caleta que pensaba llevarse junto con mi corazón; el día en que habíamos cuadrado todo y que aplazamos por amor y por mi cagadera, lo usé como excusa perfecta para robarme lo que cupiera en el equipo de montaña, unas bolsas y bolsillos del camuflado. Tanto tiempo ahí, y yo corriendo por la trocha y nadie siguiéndome me dio mala espina, pero nunca pare>> Ese día ella lo resume como el cambio que un hombre tiene que hacer.

Recuerda con mucho llanto y miedo, la mamá de Diente de León, que le faltaron fuerzas para abrazar a su hijo perdido; la comida se la quedó debiendo. Ella recuerda que la invitó a comer y nada volvió a ser igual. Logra hablar del tiempo como si no existiera, como si la misma vida se estacionara por unos segundos y en un parpadear hubieran pasado casi 21 años y estuviera con mamá León de nuevo. La vida como lo expresa ella nunca le deja de dar golpes y menos con la alegría de estar en casa. <<No tuve mucho tiempo de contarle a mi mamá todo lo que pasó>>.

Mamá León con su voz quebrada presentía lo peor. Sentía que la maldad los perseguía y hasta el día que se encontraron salieron disparadas de la cena rumbo a Ibagué. Lo vio muy cambiado de personalidad y con una maleta llena de plata. <<Él no me dijo nada de la plata, no me dijo que pasaría, solo mencionó que nos fuéramos de ahí de inmediato>> Ese viaje hacia una ciudad grande, fue extraño y silencioso. <<Yo como mamá sabía que todo estaba mal. Solo lo abracé y le dije que todo saldría bien>>, esas palabras de madre no se discuten y a pesar de que Diente de León huía, no podía llevarse a su familia al hueco.

<<Un marica, volado de la guerrilla y con plata en los bolsillos, no se ve todos los días. Le dije a mamá que buscaríamos una casa y la compraríamos a nombre de ella. Solo lo hicimos, y mientras tanto, todo fue muy calmado, hasta que un día- como si ese miedo la persiguiera en ese instante -me empezaron a seguir unos manes, yo sabía que vendrían por mí en cualquier momento>> El control de su voz perdió el timbre de luz que lo caracterizó durante todo este tiempo, opaco sus deseos de llorar y se sonrojo.

La suerte echando las monedas al aire, le hizo pasar un trago amargo, una baba espesa que no bajaba por su garganta. No bajaba. <<Perdí a los manes- sus manos y piernas temblaban -llegué a la casita de mamá, cogí mis cosas y le pedí algo que nunca le había pedido “la bendición”- quebró en llanto -Lo más triste es que no me acuerdo si me la dio, salí rápido y con buen dinero. La duda me jodía mucho y no quería pensar que sabían dónde vivía mi mamá>>.

Se le notaba a leguas su recorrido, sus ojeras sin maquillaje, las patas de gallina y sus manos maltrechas sintieron ese momento el estruendo de lo inevitable <<Ya estaba mamada de correr y nunca se lo mencioné a nadie, pero lo pensé>> Su escape sería lo que nunca dejó de ser, su fuga, lo escapista de sus deseos oscuros por los hombres, su salida a la verdadera libertad. La consigna de su frase insignia “Un hombre tiene que estar dispuesto a los cambios”.

Y aquí está ella, contoneándose entre los ojos de sus lectores, esperando a no ser juzgada, anhelando ese amor infinito que la tiene con vida trabajando en su “hogar”.

| Nota del editor *

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