El proyecto moderno se caracterizó, entre otras cosas, por la pretensión de alumbrar a un mundo cernido en “la tiniebla” (espiritualidades), e iluminar a los hombres mediante la “luz” de la razón, desterrando todo aquello que sonara a religión o misticismo. Con el eco de la famosa sentencia “Dios ha muerto”, se intentó sepultar no solo la idea del Dios judeo-cristiano, sino toda huella de trascendencia en el hombre, que le impidiera erigirse como el nuevo señor del mundo. La embriaguez de dominio sobre la naturaleza hizo creer que también se podría predecir y controlar las dimensiones propiamente humanas, y fragmentar las experiencias vitales de modo homologable con el modelo positivista. Ello trajo consigo ciertas ventajas que, como en toda conquista, supone un precio que sólo el tribunal de la historia juzgará.
Lo cierto es que el nuevo campo cultural ha evidenciado que lo que funcionó para el siglo XIX y mediados del XX ya no es suficiente para los retos contemporáneos. Las culturas son enteramente heterogéneas y dispares, no susceptibles de medición y clasificación, como se pretendió con la razón occidental moderna. Cosmovisiones que desbordan las ilusiones de los especialistas, al tiempo que se resisten a dejarse encasillar en categorías que escapan a sus realidades particulares. Lo que éstas culturas manifiestan es que el mundo aún está por descubrirse y que las vías para hacerlo no pueden seguir siendo las convencionales. Se requiere un cambio de paradigma, un diálogo de fronteras capaz de reconocer y, sobre todo, experimentar esas formas de vida que han quedado invisibilizadas por las prácticas hegemónicas occidentales.
Es así como en el día de hoy se contó con la presencia de tres exploradores, tres educadores que, mediante su trasegar por las culturas, han venido descubriendo ese tan antiguo y siempre nuevo mundo, o mejor, mundos, cargados de saberes, sentires, y sentidos diversos. Ellos son Julián Cárdenas, Fernando Torres y Mbare; éste último, venido desde el corazón de eso que conocemos por Modernidad (Baltimore, EEUU). Interesante resultó escuchar esos tránsitos de frontera, en este caso particular, desde las diferentes expresiones literarias, espirituales y ancestrales.
Por su parte, el maestro Fernando Torres rescata los saberes espirituales en el marco de una academia crítica. Afirmó que las espiritualidades hacen parte de una condición humana, muy relacionada con la respiración por su carácter eminentemente vital. En este sentido, la relación de dichas espiritualidades con las ciencias es directo, pues éstas se fundamentan y tienen sentido gracias a la promoción de la vida; por lo que las espiritualidades pueden aportarles mucho.
Al respecto afirmó, “los saberes que vienen de las espiritualidades son saberes profundos, no son saberes superficiales, son saberes que tienen que ver con la interioridad, con lo que mueve, con lo que nutre, con lo que le da sentido, con lo que interpela, con lo que hace que los seres humanos sean capaces de ver la vida con esperanza y con alegría, y esos saberes son, en estos momentos, sumamente requeridos por las ciencias, que se han encontrado con el misterio de la vida”.
Asimismo, el docente Julián quien, desde su labor como educador, ha realizado toda una labor pedagógica y social en torno a la recuperación de los saberes ancestrales, de toda una tradición que, como él mismo dice, está viva y que hace parte de nuestras prácticas, pero que requieren que se vayan haciendo más conscientes. Tres experiencias que tienen en común la revolucionaria apuesta por rescatar y proponer formas de vida alternativas a la lógica depredadora del capitalismo global; propuestas basadas en los saberes ancestrales y en contra-vía con una sociedad tan marcadamente injusta y al borde de la crisis, no solo económica sino humana y social.
Conducen: Víctor Rojas, Merceditas Beltrán, Valkyria Bernal (Estudiante de Lic. en Pedagogía Infantil) y Cristian Bastidas (Estudiante de Comunicación Gráfica).