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El Conquistador del Occidente

Por: Carlos Eduardo Raquira

Por: Carlos Eduardo Raquira

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Hacia 1979, cuando empezaba a poblarse el occidente de Bogotá, un joven sacerdote recién ordenado llegó a la parroquia Santa Mariana de Jesús en el sector del Quirigua, enviado por el cardenal Antonio Guarle, a una zona nueva llamada Ciudad Bachué, donde su misión sería formar parroquia.

Padre Rogelio Ruiz Rojas 78 años: Cuando llegué a este nuevo sector eran potreros grandes, donde el pasto podía llegar a la cintura. Empecé a celebrar misa debajo de un pino grande donde está el CAI de la policía en este momento y empezamos a trabajar con la comunidad. Ahí conocí al Doctor Bravo, la persona que estaba construyendo los primeros edificios y le pedí un terreno para edificar la parroquia y él me lo dio, justo donde está la parroquia del Señor de la Misericordia. Ese terreno me servía pero no para lo que yo quería debido a su ubicación al lado del Río Juan amarillo, y yo necesitaba uno central.

Es ahí cuando con la comunidad decidimos tomarnos lo que fue la cementera, un lugar central. Una noche con todos decidimos tomarnos el terreno: llegamos y había como cinco celadores y yo les dije que lo entregaran y que no se resistieran por toda la cantidad de pueblo que había; entonces cortaron las cadenas e ingresaron, eso fue el primero de noviembre de 1980, por eso el nombre de la Parroquia de Todos Los Santos por el día.

Le dije a la gente que nos cogiéramos de las manos y que hiciéramos un círculo; cuando lo terminamos les dije: este es el tamaño de la parroquia que necesita nuestra comunidad de ciudad Bachué. Fueron días duros porque llovía a cántaros, nos inundábamos y yo dormía en unos plásticos y en una chocita que hicimos y nos turnábamos las noches con las familias para cuidar el terreno, y en el día todos trabajábamos en la construcción. Un día llegó el arzobispo con monseñor Carlos Sánchez y le dijo en mi presencia: “nómbrelo para acá, pero yo no creo que este sea capaz, él viene con sus ínfulas”.

Yo acababa de llegar de Venezuela y mi papá me regaló un carro con el que me movía por todos lados buscando benefactores, y uno de ellos fue el Padre García Herreros: le pedí que nos regalara una casita del Minuto de Dios, el con esa bondad me dijo yo se la regalo, pero no se la armo. Entonces conseguí una persona del mismo minuto para que la armara. Los días pasaban y se formó una gran familia: hacíamos almuerzos comunitarios y todos compartían algo, éramos muy pobres todos. La parroquia nació de la nada, apunta de papel periódico y de chatarra, pero éramos felices. En mi rebeldía juvenil no me importaba que me criticaran, que me regañaran. La juventud del sector era el gran fuerte: jugábamos rana, y nos daba la una de la mañana: en esas paredes están las manos de los primeros pobladores de Bachué, DE las mujeres, DE los niños y DE los Jóvenes.

Por esos días me dirigí a Bienestar Familiar: les dije que necesitaba una guardería para que ningún niño se quedara solo cuando sus padres salieran a trabajar. Me ayudaron con parte del material y con la comunidad construimos el jardín: aparecieron muchos políticos inyectando capital, pero no me importaba, lo que necesitaba era el jardín. Cuando lo terminamos hicimos un comité con los jóvenes para recoger los niños en carro y traerlos al jardín; les hacíamos el almuerzo con las mujeres bondadosas, pero no me quedé quieto porque nuestro sector necesitaba un colegio: empecé a tomarme el terreno de lo que es el Colegio Laureano Gómez; inicialmente el colegio sería parroquial con el nombre de Padre Rogelio, pero yo no quise.

Un día llegó el alcalde Mayor, doctor Andrés Pastrana y me dijo: padre, levante los ladrillos y yo le construyo un colegio técnico. Yo saltaba de la alegría, a mí no me importaba quien lo hiciera, si yo o el Distrito, lo importante era que la comunidad lo tuviera por que se necesitaba. Querían que yo fuera el rector, pero yo les dije que no. En seis meses teníamos el colegio gracias a las manos de toda la comunidad. Fabio, el primer rector fue una persona con la que trabajamos de la mano.

Después dije: necesitamos un puesto de salud y nos tomamos el terreno al lado del parque. Llegó el Doctor Ramírez, senador de la República que consiguió los recursos. Lo construimos con la comunidad, y de ahí en adelante fue un trabajo fuerte por el que me tildan de ladrón porque disque me robaba los terrenos para el Vaticano, y yo ni conocía el Vaticano en ese momento. Construimos muchas cosas como el Santuario de El Señor de los Milagros que es otra historia larga de contar, la Parroquia del Señor de la Misericordia, la capilla del Luis Carlos Galán, la parroquia de Santa Angela Merecí y de San Basilio Magno.

Cuando me nombraron arcipreste el terreno abarcaba desde la Avenida 80 hasta el portal suba; ahí fue cuando con la donación de un terreno construimos la parroquia de Madre de la Divina Gracia, hasta cuando me llamó el cardenal y me dijo con tono de Papa: Rogelio, no te tomes más terrenos, te puedes ganar muchos líos, pero la que manejaba el Instituto de Desarrollo Urbano era muy amiga mía, y yo le decía prima porque se apellida Rojas, igual que yo; ella me decía: Padre, en cuántos líos más me va a meter, pero yo seguí con mi rebeldía de trabajar por los demás.   

María Fajardo: Nosotras fuimos de las primeras que llegamos a Bachué en 1978, más o menos, con mi papá y mi mamá. Estos eran potreros grandes con culebras y ratones y hacía mucho frío. Al tiempo cuando llegamos apareció un padre jovencito y mi mamá fue una de las que lo acogió, resultó siendo paisano porque también es Santandereano, tenía un genio fuerte y un temple grande, terco como el solo. Trabajó mucho con la comunidad ese hombre, no dormía y corría de un lado a otro ganándose enemigos grandes. Recuerdo que cuando se tomó el terreno del santuario, intentaron envenenarlo; lo sacaron de urgencias para la Clínica Palermo donde había sido capellán; allí lo atendieron, lo tenían que desintoxicar, pero no podían, entonces se lo llevaron con la ayuda de un médico para Estados Unidos donde permaneció como dos meses: llegó calvito del tratamiento que le hicieron. Con nosotras él siempre a sido muy cercano, la gente decía que éramos primos, hasta a mi hermano menor le dicen Rogelio por el parecido. Nosotras duramos años administrando la cooperativa de la parroquia para recoger recursos: hacíamos sancochos, tamales, de todo para vender, y él seguía siendo el Párroco de Todos los Santos y el rector del Santuario a la vez. El día cuando se trasladó del todo para el Santuario y cuando por primera vez nombraron otro párroco, la gente lloraba, a pesar que el Santuario queda a unas cuantas cuadras de la parroquia.

Rosa Fajardo: Recuerdo los basares que el padre hacía, las fiestas patronales duraban tres días para recoger recursos para las construcciones que él estaba haciendo. En el parque armaban con los jóvenes la tarima central y la plaza de arena para la corrida de toros; se traían grupos musicales, se hacían comidas, la alborada, y los habitantes del sector parecían hormigas entrando y saliendo, las familias de Bachué, Bochica, Cortijo, Villa Cristina y alrededores. Para esa fecha se hacían los matrimonios comunitarios, eran cincuenta parejas casándose y hacían el reinado para escoger a la señorita Bachué. El ocho de diciembre se celebraban alrededor de quinientas primeras comuniones. Él no se dejaba de nadie y era el papá de todos los chicos, las mamás le pedían ayuda y el los metía a trabajar en la parroquia.

Hoy en día muchos lo agradecen porque gracias a su acompañamiento todos eran buenos chicos con principios, y hoy en día son grandes padres de familia. También recuerdo cuando empezó el proyecto de recibir los cuerpos de los leprosos para que tuvieran una velación y sepultura digna; la gente se le fue encima por esa decisión, pero la bondad y la misericordia de él no le permitía dejarlos insepultos. El padre Rogelio definitivamente es y será un ejemplo para seguir, nuestro barrio tiene mucho que agradecerle, desde el adoquín que tiene la parroquia a su alrededor, que fue nuestra primera calle pavimentada. Todas las generaciones que crecieron disfrutando de lo que nos dejó tienen algo que agradecerle.

| Nota del editor *

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